martes, junio 29, 2010

PLANES por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE





Llevaba los calzones metidos en el culo. La vio saltar de la cama con esa habilidad felina que concede el vodka combinado con néctar de piña.

Ese vaivén hacia justicia al milagro de su cintura. Habían concluido sus lamentaciones y lágrimas.

Un vaso de vodka reposaba sobre el velador. Caló su cigarro y exhaló el humo como una lenta y paciente catarata. Pensó. Resumió. Sus amantes le superaban en muchos aspectos. Sin lugar a dudas. Les conocía todos en diversas ocasiones. No era una lista extensa, pero lo suficiente para preocuparse. Se incomodó.

Se sobó la entrepierna para reanimar el aparato. Sabemos que la presencia de otros amantes apaga cualquier ardor pasional.

Haciendo acopio de vigor logró una precaria erección. Ella llegó al umbral de la puerta bamboleando deliberadamente sus tetas, eran pequeñas, bien hechas, pero caídas. Treintainueve años. Sobrevaloradas y con estrías. Eran de su gusto. Siempre se consideró un hombre amante de las tetas por excelencia. Volvió a darle al cigarro. Suspiró.

Con un diestro movimiento de piernas y cadera se despojó de su escasa lencería dejando al aire, un pubis rasurado, de dimensiones precisas, funcional. Se diría un trabajo de depilación perfecto.

Detalles encantadores. Pero ya era hora de migrar a carnes cálidas y más jóvenes, la impagable terneza de la juventud. Como operación mental comenzó ese proceso desgastador de observar rasgos imperfectos, fomentar una repulsión cuyo desenlace sea el abandono.

-¿Te caliento?- preguntó con voz melosa, me pareció improcedente.

- Sí y no

- Explícamelo – rió quedamente

- Sí: porque me gusta tu cuerpo y No: porque cuando te visito, me hablas de tus amantes!

La mujer amplió su sonrisa, pareció no importarle.

Abrió sus piernas. El no quiso besarla. Hundió su rostro en la almohada para evitar el influjo de esos ojos verde grises.

Al sentir el estremecimiento propio del contacto de la carne con la carne, cerró los ojos, comenzó a mover su verga lentamente, ella estaba lubricada, parecía todo el tiempo mantener ese estado. Su lubricación era aséptica como todo en ese lugar.

Acrecentó el ritmo. Sus estertores y leves quejidos, sus tetas pegadas a su pecho enardecido, mientras hundía aún más y más suS toscos rasgos de hombre curtido por el tiempo y el sol del norte. Se le antojó que la funda floreada exudaba sudor, las flores liberaban el aroma originario de la lujuria. Un pasmo de ira pareció apresar su voluntad, ira de tenerla. De pronto su pene sintió como el gatillo se echaba para atrás y el tambor giraba dejando el proyectil en posición de descarga.

En ese momento se convenció que debía distraerse mientras continuaba con el bombeo. Imagino una serie de escenas ridículas. Todo sea para retardar el desenlace.

De pronto apareció la imagen de César, el único amante al que aquella mujer profesaba una férrea devoción. El pene dejó de concentrarse en su labor. La languidez le hacía presa, había sobrepasado ese nivel, en que ese decaimiento colaboraba con el placer, era, a fin de cuentas, una potente, nociva y vergonzosa languidez.

Se puso de pie de un salto. A paso decidido caminó hacia el baño. Sacó su miembro frente al lavamanos y lo aseó con fruición.

El espejo reflejaba la imagen que intuyó comenzaba a desfigurarse, la nariz roja, aparentemente ebrio, en contraste con la piel cetrina, ojos cansados y enrojecidos, arrugas surgiendo en la frente. Esa barriga prominente. Las canas conquistando la cabellera.

Era hora de que ella lo abandonase.

Pronto escasearían las piezas dentales. Y languidez seria la regla general en el sexo.

Cerró los ojos y comenzó a deshacer el plan trazado.

Hasta que escuchó su nombre provenir del dormitorio.

ENTRE NEGRAS por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE



“Gato negro” obtuvo su préstamo de consumo.

Saldría a celebrar. Invitaría a sus secuaces de juerga a una gira por las schoperías de calle Condell y las de Matta.

¡Qué le hace el agua al pescado?- preguntó

A veces lo asfixia- contestó Arnaldo.

Luis y Mauricio se reunirían con ellos en el “Savage”, local donde una larga fila de asientos y mesas a cada lado de un largo pasillo que remataba en los baños y en un jukebox, estaba abarrotado de ebrios y mujeres, no del oficio pero de moral relajada, un ambiente más que apropiado para sus fines, según “Gato Negro”, desbordando confianza en sí mismo.

Pronto las cervezas “Escudo” llegaron a la mesa, las traía una colombiana preciosa, nunca habían visto una mulata que tuviera unos senos como esos, con la comprensible duda, de que si eran producto de la silicona o de la madre naturaleza con esa bendición estética. Un culo como tallado para máscara proa y una cintura que sobrepasaba los niveles del milagro. Los ánimos quedaron encendidos y pronto se recurrió a las maquinas fotográficas y teléfonos celulares.

Los minutos corrían y la mesa se repletó unas seis veces con los envases.

Salieron de allí con rumbo vacilante hacia las una de la madrugada. El público noctámbulo deambulaba en las calles; hombres, papas rellenas, dealers y féminas ligeras de ropa.

Los pasos se dirigieron al “Beer Boys” decididos a “rematar” donde hubiese mujeres dispuestas.

Al llegar, se miraron entre sí. El ambiente era oscuro las paredes negras. Comenzaron a transar con un par de morenas que ofrecían un extraño “paseo por montaña rusa” o quizás era un “pajeo a la rusa”, el oído les fallaba.

Al momento de cotizar precios, un cortocircuito acalló la música. Los parroquianos se alteraron y las linternas no se dejaron esperar. Los cuatro gentiles decidieron retirarse del lugar. Las mujeres obstaculizaron el camino con arrumacos ofertas y dulces exigencias. Hasta que una de ellas le pregunta solicita a Luis que contesta:

- Hay que hablar con el “Jefe” y al “Jefe” no le agradó el local- Indicando a “Gato Negro”

En fracción de segundos tres negras se abalanzaron sobre el Jefe y lo tironeaban de un lado a otro tratando de convencerlo. Los demás aprovecharon la batahola para alejarse. A poco caminar se percataron que el felino amigo continuaba siendo acosado por las fulanas, que parecían no dar su brazo a torcer.

Era una jauría de perras atacando al indefenso hombre.

Salió arañado y por poco le sacan la camisa que llevaba ostentosamente el logo de la empresa en que cumplía sus funciones. Las risotadas no se dejaron esperar.

Continuaron con el itinerario.

La próxima parada era el “Blue Moon”. Entrando se encontraron con un indigente que departía de una manera feroz con una de las chicas. Un espectáculo goyesco. Se retiraron inmediatamente.

“Ángel Negro” , tugurio que si no es por la música estridente y el video que se proyectaba, era capilla mortuoria. Por lo visto los difuntos eran los miembros.

El cuarteto camino por calle Uribe hacia abajo. Los adoquines removidos y las reparaciones del asfalto, agravaron lo accidentado de la caminata.

Giraron a la derecha por Condell.

Sin pensarlo mucho entraron al antro vecino al “Amazonas”. En diagonal las “muchanchas” del “Colaless”, otro local del rubro, les gritaban para evitar su perdición.

Hicieron oídos sordos. Era espacioso, pero lo que hacía intransitable el pasillo, eran los sillones en forma de medialuna de tevinyl rojo y de frente un pequeño escenario, sin caño.

“Gato Negro” invitó a sentarse a su tropa y comenzó las tratativas con el mozo, llegaron las cervezas de medio litro “Escudo”. En tres tiempos aparecieron cuatro negras de alto tonelaje y de ropa ligera.

Arnaldo se abrazo inmediatamente con dos de ellas, mientras sus grandes manos acariciaban lascivamente un seno de cada mano.

“Gato Negro” con su mujer correspondiente, luego comunicó las tarifas, cinco mil un trago “cariñoso”, diez mil con “cariño intensivo”. Obvio que se pidieron tres tragos cariñosos y uno intensivo.

“Gato Negro” subió las escaleras acompañado, perdiéndose de vista entre las sillas y las mesas de un segundo piso “privado”, donde dominaba todo el panorama.

Luis dejó a su “pareja” subir al escenario mientras Arnaldo manoseaba concienzudamente a la suya y perdía su mirada en la entrepierna de la bailarina que por lo oscuro de su piel, la distancia y la luz de baja intensidad no distinguía el diseño del pubis. Ella se desató el Colaless blanco que quedó colgando como una graciosa cola.

Luego Arnaldo vio marchar a la suya, todas dejaban el apéndice blanco colgar desde sus nalgas.

Mauricio conversaba con un gesto de desprecio y asco, con la mejor de las bailarinas.

Desde donde estaban “Gato Negro” sonreía con los ojos cerrados y de la mujer no se veía nada más que un lomo que subía y bajaba.

El sostén Calipso se perdió en la oscuridad, mientras el cuello y el trenzado cabello surgía y desaparecía con una velocidad inusitada.

Arnaldo volvió a estar en compañía.

Se abrazó como si se tratara de una pareja que brindara un cariño maternal. La mujer declaraba tener tres hijos y veintisiete años. El descubrió lo difícil de determinar la edad de una mujer de raza negra, mientras su boca, se pegaba a un pezón inmenso en su circunferencia.

La boca de la mujer de Calipso, estrujaba el glande de “Gato Negro”.

Entonces Lorena, la “mujer” de Arnaldo le pregunta si se atrevía con un trago de diez mil y el “cariño intensivo” correspondiente.

Arnaldo entre irónico y afectado repuso:

- Mira, me agrada tu piel, me encanta su color, pero nunca he pagado por sexo y creo, que esta no va a ser la ocasión de hacerlo…

Lorena, la colombiana de alto tonelaje, tomó con su gran mano la nuca de Arnaldo y dirigió su cabeza hacia su entrepierna, la que dejaba entrever un pubis negro como un alma y baratamente perfumado.

Arnaldo opuso resistencia.

Luis y su “pareja” se devoraban a besos como dos enamorados, un abrazo fundía a ambos en un aire intenso.

Arnaldo se opuso nuevamente a bajar su rostro en esa entrepierna.

Su mente deambuló en una excusa de peso”. Entonces con voz dulzona y afectada argumentó:

- No tengo dinero, mi jefe tiene, tendría que hablar con él.

Lorena indico donde “Gato negro” se encontraba.

Cuando Arnaldo observó, casi palidece, jamás en su existencia había visto a una mujer moverse así. Era una masa indistinguible, de pronto pudo ver la pequeña cabeza del hombre que pugnaba por realizar un buen desempeño a pesar de que esas carnes oscuras y firmes lo envolvieran casi completamente formando un todo en ese tevinyl ajado del “privado”.

El movimiento se volvía aun mas frenético y el rostro de “Gato Negro” tomaba tintes azules, los glúteos parecían batallar para engullir su humanidad.

De pronto Lorena se yergue y se despide después de la negativa.

La mujer que acompañaba a Mauricio terminó de un trago la copa y se acercó a Arnaldo preguntando si su amigo era homosexual o no. Se encogió de hombros quedando solo en el sillón observando el deplorable baile de la chica de turno.

Entonces se aproximo una exuberante mujer, seguro atraída por la virilidad de Mauricio. Le sonríe se presenta, algo le dice al oído y le va a abrazar. Mauricio le responde de una manera brusca.

“Gato Negro” venía descendiendo por las escaleras cuando presencia a la mujer que envía un derechazo al mentón derribando a Mauricio.

Arnaldo con estupor no supo cómo reaccionar limitándose a lanzar una risotada. Esa fue la alarma que movilizó a tres mujeres, a los mozos y al matón del local. Pronto un par de sillas volaron por los aires.

Luis estaba sobre una mesa pateando botellas y ofreciendo sus puños.

Arnaldo se había incorporado pero las manos de las negras se confundían con sus cabellos y volvía a sentarse a la fuerza.

Los puños y las botellas iban y venían.

Mauricio aterrizó de quijada en la acera. Luis cayó de golpe sobre él. Arnaldo caía de bruces sangrando profusamente desde la frente.

De pronto se dibuja una silueta en la puerta del local que arrojada con fuerza, dignamente cae de pie. El hombre miró a su alrededor.

Sonrió.

Las mujeres del “Colaless” mostraban sus blancas nalgas gritaban y reían:

“Las vieron negras chiquillos!!!”

viernes, junio 25, 2010

EL CANTAR DE LOS HOMBRES GRISES por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE




I

La tristeza determina la figura
somos
Sustitutos de mil sustitutos…

El origen de la botella es el origen del cosmos
Habría que beberse el mar
Una solución salina venenosa y absurda…


Cuanto temor en las palabras

Ciegos
A bailar sobre bolsas de basura
A morder la piel de las putas
Lánguidos labios
Ausentes de amor
Los libros ajados
Las fotografías arrojadas al suelo
Y noches

La mierda jubilosa del mundo
La mierda jactanciosa del orbe:
Somos hombres grises

Con piel colgando mísera desde los pómulos

Manos en los bolsillos
Buscando seguridades inexistentes
Vacío el espacio
Vacío el futuro:
Somos hombres grises

EL CANTAR DE LOS HOMBRES GRISES II por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE




Un Juicio final
Sin testigos, ni intervinientes
Un puñal que rasga nuestros pechos
Sólo para sentirnos humanos
Aunque sea un segundo

Uno
Un segundo
Y un segundo
Y otro:
humanos
En el ejercicio de respirar

El deber marcando el ritmo
Idiota del corazón

Aberturas si es posible


Insensible la música:
Mudo el arte del pensamiento.

jueves, junio 24, 2010

EL CANTAR DE LOS HOMBRES GRISES III por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE





Condenados a vagar
En oficios inútiles
Concentrados en el parásito
Que atormenta el tórax

Sustituir
Reemplazar pasajero
Efímero y estéril
Suplir

Arrojados a los techos del mundo
Morando bajo un cielo amargo

Viviendo este infortunio
Oscuros
Atorados en verbos y adjetivos

Volcados a morir desdichadamente
Más temprano que tarde

Humillados

Indigentes:
Un canario embriagado
En una mina de carbón
Olvidado
Inerte y sonriente.

EL CANTAR DE LOS HOMBRES GRISES IIII por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE




Sin embargo,
La sangre es una eterna promesa
De luz futura

Aún brilla la córnea
cuando visita la emoción

Aún loca la esperanza
Danza un ritmo insistente

Aunque no sonriamos
En la última sala del espíritu
Yace un niño muriéndose de risa
Muriéndose de angustia

Hay algo en el alma
Que pugna por enarbolar banderas
Una barca en la muerte para cruzar un
Mar de desaciertos

Infundir temor en nuestros
Brazos de músculos
prestados y siniestros


El tránsito de las visiones
engaña para marchar y marchar
Con un espíritu más ancho que el horizonte

Sólo llorar en la infancia
Un niño juzgando su siniestra silueta

Tiempo
Sal en las yagas

Atados de manos y pensamientos:
somos los hombres grises.


Somos los hombres grises.

jueves, junio 17, 2010

POP - Rodrigo Ramos Bañados por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE





Cuando Ramos Bañados nos sorprendió con Kalule su proyecto de novela, no previmos a POP, si bien es cierto, nos habíamos acostumbrado a la crítica y a veces cruel realidad encarnada en sus historias y personajes, esta vez nos encontramos de golpe con esta novela corta, dúctil, ágil, llena de ironía y reveses en que la critica a una realidad que nos determina como sociedad contemporánea aflora cada cierto tiempo en una trama abarrotada de hedonistas, donde la moral, fuere cual fuere el eje que la determine, prácticamente se halla ausente.

Sin embargo como un escenario festivo, esas líneas en que se relata los eventos pasados, nos interioriza de una decadencia constante, nos hace parte al cerrar los ojos y abrir las alas de la imaginación de escenas indescriptibles que apelan a los instintos más atávicos de cada uno de nosotros:

“Los goatseanos son una secta de cochinos, exhibicionistas de Fotolog y sádicos sexuales que se van introduciendo porquerías –u objetos de diámetro creciente- por el ano hasta alcanzar una dilatación exagerada. Así, el orificio logra un tono rojizo, de rosón, de donuts de paco gringo (recuerdo la película Fargo) o de molusco chupador de roquerío.”

El lenguaje directo impacta, modela nuestras escenas, las citas se atiborran para demostrar que vivimos en una sociedad en que orbitamos alrededor de una cultura despiadada en ejemplos y paradigmas, en que la imagen lo es todo o la imagen nos determina, ávidos por ver la película de moda o la de “cine independiente” que de igual manera nos subyuga:

“A Tarantino podría gustarle hacer la película de Romo, la biografía, con una serrucho de utilería y una bolsa de sangre y detrás la imagen de Pinochet, con esos lentes negros de carey. Podría rodar la película en los desiertos de México, país del perfumadito Alejandro González Iñarritu, el de “Amores Perros”, que ya no parece mexicano, que ya no parece latino. Engreído, diría la “Gata Salvaje” de la teleserie.”

Y hay mucho más. A la cultura globalizante , envolvente, Ramos Bañados la enfrenta, la contrapone a la realidad variopinta de esta América Latina, logrando contraponerla y superarla, más allá de una operación de dialéctica a la usanza clásica aún más allá de la dialéctica Marxista, esta realidad vence a la visión globalizante, no como algo que viene a rescatarla, sino que sólo viene a exhibir la realidad que nos envuelve y que muchos,de todos los niveles socioculturales tratamos de mayor o en menor medida de huir. Se diría: “América Latina , apesta”. No lo decimos, pero muchas de nuestras actitudes parecen decirlo.

“San Juan de Lurigancho, Lima=Alto Hospicio x 10= ó miles de casas dormitorio sembradas en el desierto, donde las pieles se ponen ásperas y la cabeza pica con el sol por los costrones de tierra y los ácaros gordos que se escabullen como si el cuero cabelludo fuera cuero de perro y los piojos fueran garrapatas y a Luci parece importarle un carajo, como a los niños gitanos de la Plaza Colón de Antofagasta que corren descalzos y a veces desnudos, con las costillas marcadas en sus pieles de terciopelo y las plantas de los pies negras como carbón y sus opacos cabellos rubios, pegoteados como los pelos con pintura seca de un brocha le dan un valor, un precio, según la parvularia (en ese tiempo, esposa del Farolo), porque así, en esa inmundicia, parecen chicos europeos de campo de concentración Nazi de la película de Spielberg, y para mi estos chicos mugrientos pero rubios, ya eran parte del paisaje de la Plaza Colón como los perros, las palomas, los borrachos y son (serán) inmunes a las enfermedades en contraste con los estornudos de los niños que pasan de la manode sus madres y la parvularia, toda solidaria, ya pensaba quitarle los chicos a las gitanas y darlos en adopción a familias europeas para que tengan una mejor vida, decía con tono bondadoso, un mejor futuro, una familia que los cuidados los transforme en criaturas indefensas, pensaba, y estos chicos de San Juan de Lurigancho, como los de las tomas de terreno de Alto Hospicio, mantienen la misma inmunología antimicrobios, de los gitanos, y sus dientes lucen sanos y fuertes, y su mirada es juguetona como la de los perritos pequeños y saltarines que comparten sus juegos y la española me dice que es buen lugar éste pueblo=ciudad campamento con la mayoría de la calles de tierra, con graffiti en las paredes sobre el Che Guevara, equipos de fútbol y otros de influencia…”

A mano firme, a mano descubierta, con incisiva pluma nos va deleitando el autor, pero eso no es todo, hay una historia aparte, interesantísima , hasta el momento sólo me he limitado a describir y citar el escenario, la… se podría decir con cierta insolencia “utilería”. La línea central del relato va afinándose con una serie de flashbacks utilísimos a la hora de perfilar los personajes. Una acción avasalladora, violenta...

Más allá de lo interesante que pudiera ser recorrer esas páginas bien narradas, descansan dos aspectos: creatividad y espíritu crítico del autor y la excelente edición de Cinosargo. Las pruebas están a la vista, busquen esta novela, léanla, desgránenla e intenten luego decir lo contrario a estas líneas, de hecho, a mi humilde entender compartirán la visión expuesta en este comentario.
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