martes, diciembre 14, 2010

LA FLAUTA ESPINAZO -2-




2

El cielo,
olvidando su azul entre los humos, las nubes, prófugas en jirones,
amanecen en mi último amor,
animado como el carmín de un tísico.
Gustoso cubriré el rugido
de la multitud,
olvidados hogar y bienestar.
¡Escuchad!
¡Salid de las trincheras!
ya seguiréis luchando.

Aun si
revolcándose en sangre, como un Baco, cunde la batalla ebria,
aun entonces no están gastadas las palabras del
/amor. ¡Queridos alemanes! Yo sé
que está en vuestros labios la Gretchen de Goethe. El francés
sonriendo muere en la bayoneta, el aviador también sonríe y se desploma si recuerdan en el beso la boca tuya, Traviata.
Mas no estoy para esa pulpa de rosas
que siglos han mascado.
¡Hoy, caer a nuevos pies!
A ti te canto,
pintada,
pelirroja.
Tal vez de estos días,

dolorosos, filo de bayoneta,
cuando a los siglos les blanqueen las barbas,
sólo quedaremos

y yo,
lanzado tras de ti de ciudad en ciudad.
Entregada más allá del mar,
oculta en la madriguera de la noche,
entre las nieblas de Londres
te buscaré con labios lucientes de faroles.
En el ardor del desierto,
donde acechan leones extenderás caravanas
y tú,
bajo el polvo que levanta el viento
sentirás mi quemante mejilla de Sahara.
Sonriendo
mirarás:
-¡Qué gran torero!
Y yo de pronto
alzaré mis celos hasta el palco
desde el ojo moribundo del toro.
Si te lleva al puente tu paso perdido
y piensas
que el río es hermoso,
yo,
Sena colmado debajo del puente,
llamaré
con una mueca de dientes cariados.
Yendo con otro encienden los caballos
la Strelka, el Sokol'niki:
yo, desde arriba,
como la luna impero, esperando y desnudo.
Soy fuerte;
me necesitan
para mandarme:
-¡Muere en la guerra!
Lo último será
tu nombre
cuajado en el labio deshecho por la bala.
¿Acabaré en un trono?
¿Santa Elena?
Montando las oleadas de la vida en tormenta
voy, igual aspirante
al dominio del mundo

y
al grillete.
Me tocará ser zar:
tu perfil
en el oro solar de las monedas
ordenaré a mi pueblo:
-¡Estampadlo!
Pero allá,
donde el mundo se disuelve en tundra,
donde con el viento norte trafica el río,
en la cadena rasguñaré un nombre: ¡Lilia!
para besarlo en la tiniebla del forzado.
¡Escuchen pues, los que olvidan que el cielo es
/azul, erizados como fieras! Éste, acaso,
es el amor último del mundo, amaneciendo como el carmín de un tísico.

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