lunes, junio 06, 2011

ALUVION EN ANTOFAGASTA : UN ANALISIS A 20 AÑOS DE LA TRAGEDIA



A punto de cumplirse 20 años de esta tragedia que enlutó a la “Perla del Norte” y a su gente que como siempre esforzada y denodadamente continuó adelante, les presento una descripción técnica de los sucesos de ese aciaga madrugada, existen miles de anécdotas e historias trágicas que podemos recolectar de nuestros conciudadanos, pero estos datos a continuación arroja luces acerca , para los que no lo vivieron, de la magnitud de aquel suceso:

El día 18 de junio de 1991, la ciudad de Antofagasta, capital de la Región II de Chile, fue afectada por violentos y destructivos flujos aluviales. Estos procesos, conocidos en la literatura geológica norteamericana como 'flash floods' tuvieron su origen en inesperadas lluvias de breve duración y gran intensidad. Los ejes de
quebradas secas que descargan a la zona urbana, experimentaron súbitas crecidas, movilizando grandes volúmenes de material detrítico (llamado material suelto o sedimentos. Son los productos de la erosión, el transporte, la meteorización; química y física; y procesos diagenéticos (procesos geológicos externos). El material detrítico se acumula en zonas de topografía deprimida llamadas cuencas sedimentarias. Los sedimentos depositados forman lo que llamamos rocas sedimentarias. Un material detrítico típico y muy conocido son las arcillas que son producto de la meteorización química de los feldespatos. Cabe destacar que las arcillas son minerales de grano fino con estructuras laminares similares a las micas. La palabra arcilla designa al tamaño de un clasto que constituyen las rocas sedimentarias detríticas, como así también se utiliza para designar el mineral de arcilla (no todos los sedimentos de tamaño arcilloso están compuestos por minerales de arcilla) . Hacia su descarga al borde litoral, provocaron la muerte de 91 personas y 19 desaparecidos, junto a graves daños materiales. Alrededor de 700 viviendas sufrieron destrucción total, mientras que 4.000 experimentaron daños severos. El número de personas damnificadas se estimó en
20.000. Las operaciones de limpieza y rehabilitación de calles demandaron la remoción de aproximadamente 800.000 m3 de materiales, mientras que los daños totales se estimaron en US$71.000.000. Inadecuadas prácticas de la población coadyuvaron a incrementar la energía y capacidad destructiva de los flujos. Establecida
la relación genética entre los flujos aluviales y precipitaciones del tipo 30 mm/24 h, análisis estadísticos permitieron determinar, para estas intensidades, períodos de retorno de 50 años ó 2 lluvias de este tipo en 100 años. Varios estudios técnicos respaldaron tanto la evaluación y mitigación del riesgo aluvial, como las
operaciones secuenciales de reconstrucción de la ciudad de Antofagasta.


En la madrugada del día 18 de junio de 1991, extensos sectores de la ciudad de Antofagasta. capital de la Región II de Chile , fueron arrasados por una serie de aluviones que descendieron sobre la zona urbana, activados por precipitaciones de gran intensidad. El recuento final contabilizó 91 víctimas fatales, 19 desaparecidos y daños a la propiedad pública y privada preliminarmente estimados en US$71 millones. Las primeras, incluyen la pérdida total a parcial de viviendas, escuelas, caminos, calles, veredas, hospitales, consultorios, espacios recreacionales (plazas y
centros deportivos), mientras que los segundos a viviendas, redes de agua potable y alcantarillado, líneas de comunicaciones, locales comerciales e industrias, junto a costos vinculados a paralizaciones parciales o momentáneas de actividades mineras, pesqueras, de transporte (vial y ferroviario), comerciales, industriales y educacionales.
Se estima que aproximadamente 700 viviendas sufrieron destrucción total y 4.000 experimentaron severos daños. El número de damnificados fue de aproximadamente 20.000 personas.
Superada la primera emergencia, al cabo de dos semanas de intensa labor, centrada en la búsqueda de desaparecidos, remoción de escombros, atención a heridos, habilitación de albergues, abrigo y alimentación a desamparados, el Servicio Nacional de Geología y Minería resolvió comisionar aun geólogo-geotécnico, para que, en un breve plazo, tras una visita al terreno, emitiera
un diagnóstico de los aluviones, a fin de establecer sus causas y proporcionar información técnica de respaldo para las labores de reconstrucción.


El día 18 de junio de 1991, extensos sectores de la zona norte de Chile, 23-29°S, sufrieron los efectos de un activo y repentino frente de mal tiempo. Se tradujo en lluvias de gran intensidad y corta duración en torno al borde litoral; mientras que fuertes y persistentes nevadas se registraron en la pampa y zonas preandinas y andinas, incluyendo los minerales de El Salvador y La Escondida entre otros sectores.
En el caso específico de la ciudad de Antofagasta, la precipitación se desarrolló entre las 0:30 y 3:30 h ; ello arroja un valor de 4,7 mm/h, en Cerro Moreno y 14,0 mm/h para la estación Universidad Católica del Norte. En la primera, la lluvia estuvo acompañada de vientos de 70 km h (siendo los normales anuales, a la misma hora, de 5-10 km/h); en la estación Universidad Católica del Norte se registraron vientos de 43-54 km/h, con máximos alrededor de las 0:35 y 1:15 h. Es interesante enfatizar la presencia del viento,considerando que coadyuva, decisivamente, a incrementar la energía de caída de las gotas de agua; al impactar en el suelo, propician la desagregación de partículas detríticas superficiales, favoreciendo posteriores acciones dinámicas (erosión-flujos)
Los aluviones se desencadenaron comenzando las lluvias (aproximadamente a las 0:40 h). Al cesar éstas, alrededor de las 3:30 h, el caudal y magnitud de los flujos aluviales descendió rápidamente, poniendo de manifiesto que las hoyas hidrográficas de la Cordillera de la Costa mostraron 'respuestas' casi instantáneas, con breves tiempos de concentración del escurrimiento.
El enérgico caudal no provocó mayores problemas mientras escurrió por el fondo de quebradas sin asentamientos humanos u obras civiles. La situación cambió, sustancialmente, en la zona donde las quebradas pasan abruptamente del ambiente serrano al dominio del llano costero que alberga a la ciudad y comienza el desarrollo de extensos abanicos o conos de deyección (Un cono de deyección, también llamado cono o abanico aluvial, es una forma de modelado fluvial que en planta se caracterizan por tener una silueta cónica o en abanico y una suave pendiente (entre 1 y 10 grados, dependiendo de la pendiente por la que se desliza) En esa
zona, un importante volumen de las precipitaciones iniciales se habría infiltrado con facilidad en los depósitos permeables de los conos. Las posteriores, en cambio, al superar en exceso la capacidad de infiltración, escurrieron con gran energía, provocando voluminosas remociones .
Los caudales generados adquirieron gran velocidad y torrencialidad destruyendo y removiendo pesadas estructuras: viviendas, vehículos, muros, tuberías, estanques. Con insistencia, testigos indicaron que, en sectores, el frente de los flujos incorporaba una sucesión de 'olas', cuya altura individual superaba, en exceso, la altura media del flujo: 2,5-3,0 m.

El caudal de los flujos y su capacidad de transporte, tienen una relación directa con: la superficie de las hoyas hidrográficas; la pendiente del eje hidráulico principal de las quebradas y sus tributarios; la permeabilidad de sustrato rocoso; la disponibilidad de depósitos granulares sueltos (gravas, arenas, fragmentos rocosos, basura), y la composición de estos materiales. En el caso de Antofagasta, las fracciones detríticas incluían tanto material rocoso producto de la fragmentación natural de los macizos rocosos locales, como restos clásticos
producto de operaciones de 'descarte' de extracción de áridos. Las quebradas Caracoles, Salar del Carmen ( Actual Avenida Salvador Allende), Cadena, Ancla y Baquedano, sustentaban en numerosos sectores extracciones de áridos
para la preparación de hormigones y pavimentos asfálticos; estas operaciones, mecanizadas y/o artesanales, liberaron importantes volúmenes de material detrítico, tanto a partir del fondo del lecho seco de dichas quebradas, como de los flancos de niveles aterrazados. El material fragmentario, producido por estas actividades, fue fácilmente incorporado a los flujos torrenciales.

Enormes volúmenes de basura y escombros, que rellenaban extensos sectores del cauce de las quebradas, estuvieron disponibles para ser removidas por los torrentes. La observación después de ocurridos los flujos, de 'cordones de basura', integrados, principalmente, por restos de fibras textiles y plásticos, sugiere la formación de obstáculos temporales al desplazamiento de los flujos.
El colapso de los sucesivos embanques temporales habría magnificado la energía instantánea del flujo generando 'olas' u ondas de gran poder destructivo.
En la zona de descarga de las quebradas con el llano costero, la desaceleración de la energía del torrente, llevó a la depositación de gran parte de la 'carga', constituida mayoritariamente, por fragmentos rocosos de diverso tamaño (ripio, gravas) y grandes volúmenes de basura y escombros. La gran energía del torrente fue suficiente para provocar importantes daños materiales y pérdidas de vida en los puntos de descarga de las quebradas Salar del Carmen, Caracoles, El Toro
y Baquedano. Numerosas viviendas de material ligero y albañilería, fueron
arrastradas por el paso del torrente antes que éste minimizara su energía por 'sedimentación' de su carga sólida gruesa. En el caso de las quebradas Salar del Carmen y Cadenas, los daños mayores se concentraron en segmentos cercanos a las 4 cuadras a lo largo de la trayectoria preferencial del flujo. El tipo de edificación con más daño, correspondió a construcciones de material ligero, madera y adobe con partes de albañilería de ladrillo, ocupados por comunidades de ingresos modestos a bajos.



A partir de estos sectores, los flujos, liberados de su 'carga mayor', continuaron su desplazamiento, encauzados por el eje y favorable pendiente de las calles Nicolás Tirado, Paraguay, Salar del Carmen (Av. Salvador Allende), Magallanes, Buenos Aires, Lima, Barón de la Rivera, Playa Blanca, General Borgoño. Uribe, Prat, Baquedano y Maipú.
Al aproximarse al borde litoral, en torno a las calles Pedro Aguirre Cerda, Cautín, Carrera y Angamos, un nuevo quiebre morfológico, unido a interrupciones en la continuidad de las calles de 'bajada', frenó el desplazamiento de los flujos. Los torrentes, antes de descargar al mar, escurrieron por numerosas calles laterales con dirección norte-sur, inundando con limo y arena numerosas viviendas, calles, veredas, plazas, establecimientos comerciales, bodegas, talleres, canchas de
deportes, etc. En algunos puntos (Regimiento Logístico Tocopilla-Hospital Militar, en el extremo poniente de las calles Barón de la Rivera, Playa Blanca y General Borgoño), los flujos de la quebrada El Toro, tras impactar y derribar muros divisorios, invadieron y provocaron grave anegamiento en numerosas casas de la calle Angamos, incluyendo el nivel inferior de un edificio de departamentos
ubicados en Avda. Grecia 1160.


En las quebradas Baquedano y El Toro se desarrollaron activos flujos que
provocaron numerosas pérdidas de vidas humanas y cuantiosos daños materiales. En la primera, los torrentes, al sobrepasar la capacidad de porteo de una alcantarilla dispuesta bajo el terraplén de cruce con la Avda. Circunvalación, fueron momentáneamente embalsados hasta hacer colapsar dicha estructura, ocasionando la violenta descarga del torrente, a lo largo de su cauce predecesor, ocupado por numerosas viviendas de material ligero. Estas fueron arrasadas, creando una voluminosa cárcava que dificultó su reposición y restitución del tránsito por
el sector. En la quebrada El Toro, los torrentes fueron oportunamente advertidos por
centinelas del Regimiento Esmeralda, permitiendo la evacuación del contingente. La casi totalidad de las instalaciones militares construidas sobre el llano aluvial de la quebrada, resultó con graves daños materiales. Gran cantidad de pertrechos bélicos (municiones y armamentos), fueron removidos desde sus lugares de almacenamiento para ser transportados y depositados en la zona urbana
adyacente. Fue necesario disponer un riguroso operativo militar para materializar su total recuperación.


La quebrada La Negra, en torno al acceso sur de la ciudad de Antofagasta, experimentó un repentino incremento de caudal, provocando la erosión de terraplenes viales y ferroviarios e interrumpiendo las vías de acceso sur a la ciudad. Los daños se extendieron a algunos centros recreacionales: canchas deportivas y un 'camping' (Fig. 12). En uno de éstos, ubicado muy próximo al borde litoral, depósitos de limos y arcillas, con abundantes escombros, desarrollaron un manto de hasta 2 m de espesor.
En el sector residencial ubicado en el extremo sur de la ciudad de Antofagasta, conocido como Jardines del Sur, los torrentes generados a lo largo del eje de una pequeña quebrada, dañaron numerosas viviendas ubicadas en su trayectoria. Aunque se trataba de obras de elevado costo diseñadas y construidas de acuerdo a los mejores estándares, los daños incluyeron destrucción de muros y losas estructuradas. Los flujos, al ingresar por los vanos u oquedades creados por la destrucción de las partes más débiles, puertas y ventanas, barrieron con el equipamiento y
mobiliario. En algunos casos, el barro y fracciones detríticas depositadas en el interior de las viviendas, alcanzó alturas medias de 1,8-2,0 m, obligando a costosas operaciones de extracción limpieza y rehabilitación.


La depositación y secado de importantes volúmenes de limo y arena en torno a las calles marginales al borde litoral (Avdas. Grecia, Brasil, B. O'Higgins y Pérez Zujovic) originó, con posterioridad al 18 de junio, el desarrollo de grandes nubes de polvo. El día 4 de julio, en la estación ubicada en torno a la Plaza Colón (Centro de Antofagasta), se midieron en el aire 930 microgramos de partículas sólidas en suspensión por m3 (límite permitido: 260 |am/m3).

Los severos daños humanos y materiales provocados por los aluviones, fueron relacionados, en primera instancia, al colapso de algunos estanques de almacenamiento de agua potable localizados en torno a la parte alta de la ciudad, cuyas descargas, se supuso, habrían contribuido
a incrementar los caudales de descarga por las quebradas Salar del Carmen, Cadenas y
Baquedano. Sin embargo, la revisión efectuada posteriormente, permitió comprobar que ningún estanque había colapsado. Lo que sí ocurrió, fue la rotura de algunas aducciones, vaciándose total y/o parcial el agua contenida en ellas. La mayor, correspondió al colapso simultáneo de las tres aducciones que transportan el agua desde la Planta de Filtros de Quebrada Caracoles, 5 km al este de Antofagasta (aducciones Cerro Moreno, Toconce y Alimentadora Sur). Las roturas se produjeron 2,5 km al este de la salida norte de Antofagasta, a un costado del camino que une
Antofagasta con la Carretera Panamericana Norte. El agua de escurrimiento de la quebrada, provocó un fuerte socavamiento en el terreno, dislocando las aducciones (capaces de transportar hasta 7 m3/s), debido el hecho que se disponían excesivamente próximas a la superficie del terreno.


La carencia de un dispositivo automático de cierre, unido al corte del camino de acceso a los estanques en la Planta Caracoles (2 estanques de 12.600 m3 c/u) y la interrupción de la energía eléctrica y señales de comunicación radial, dificultaron el oportuno cierre de las válvulas de entrega a las aducciones y estanques. Se asume que el colapso de las aducciones puede haber ocurrido alrededor de las 2:30 h. Debido a que el operador de guardia de la planta fue notificado para que
cierre manualmente las válvulas sólo a las 6:30 h, durante un lapso de 4 horas se produjo la pérdida de aproximadamente 10x106 litros de agua a un ritmo de 2,5 x 10® l/h. Este caudal descargado a la quebrada Salar del Carmen, reforzó notablemente el escurrimiento, de origen pluvial. Otra aducción de agua potable en la zona de cruce de la quebrada Baquedano, también colapso por falla del terraplén. Ocurrida la catástrofe, las autoridades gubernamentales recibieron la ayuda de diversas
instituciones mineras (Escondida, Refimet, Codelco), que aportaron equipo para agilizar las operaciones de rescate y limpieza (cargadores frontales, excavadores, camiones tolva). El enorme volumen de material removido desde calles, veredas, parques y viviendas fue acumulado en terrenos adyacentes al litoral, los que albergaron, inicialmente, un alto porcentaje del material extraído . Esta decisión provocó un fuerte rechazo por parte de la comunidad, al considerar que los materiales acopiados, provocarían gran contaminación en las playas del sector.

Luego de dos semanas de ocurridos los aluviones, se habrían removido alrededor de 420.000 m3, correspondiente aproximadamente al 60% del total de material movilizado por los aluviones (700.000-800.000 m3).

Demás está decir que todo Chile se plegó en la ayuda hacia nuestra ciudad, enviando víveres , vestuario y alimentos perecibles y no perecibles, también del suceso posterior en que una mala administración municipal de aquel entonces dejo que alimentos perecieran , vestuarios , colchonetas y material de abrigo se perdiera o se repartiera a los que realmente no necesitaban, pero eso queda en la HISTORIA, hay sucesos que no se olvidan como lo descrito técnicamente en los párrafos anteriores.

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