domingo, julio 31, 2011

PRIVADO MANUAL por SEÑOR QUIROFANO



Con las palabras en la esquina de la conciencia
con las uñas gastadas
opacas
amarillas y verticales..
con el frío en la pubertad,
lobos
con las palabras lejos del bosque,
masticando diamantes

En el lenguaje
en el circo imaginario del pan caliente
dentro,
sobre la arena
ofreciendo nuestra torpeza
nuestra ira, nuestra flor occidental
Esperanza, Pandora
Pantera

Con la hipotética canción de la luz
el peso del sexo,
el pene de la historia

Acariciándonos con barro,
con la imagen y semejanza
magnánimos y pequeños
frente a la oscuridad inmensa

Mientras parpadea,,,

El invierno en su húmeda
En su hibrida,,,
En su magnética

Con las palabras
con la soledad de sabernos hemisferio
aire, hoguera
humo, fogata

Dispuestos a morder el futuro
con la serpiente alimentándonos del origen
el inicio que nos contempla,
que nos explica,
y que nos construye

Bajo la seguridad de su contorno
herida
una escamosa y frenética mezcla de sujetos
antes de cada último beso
la vida, la vida, la vida
con las palabras





Sr. Quirófano

EN LA CRIPTA por ALVARO LOPEZ BUSTAMANTE



Sólo el cielo. Una larga franja azul. Tendida, como muerta, siente el ruido de la calle. Ha estado por horas en la misma posición. Todo comienza cuando su pareja, que llamaremos Eric, le dice que ya es tiempo, que no aguanta, que necesita ir a comprar.
- Necesito ir a comprar - dice
- Oye... ¿pero estai seguro?
- Sí, sí, es que no aguanto
- Es re peligroso oye...
- A ver, primero, voy a ir en el auto, y si estai tan preocupada, vamos juntos poh, ¡qué tanto, acaso soi mi mamá, le ponis color!
Tras pelear media hora, ambos se dirigen a una zona marginal de la ciudad. Bajan del auto, y caminan hacia una plaza. Eric identifica al único tipo que circula por el lugar. “Ese es”, dice, y se acerca a conversar. Tras una breve charla, hace gestos para que ella venga. “Lo que pasa, es que no tiene acá, vamos a tener que acompañarlo”. “¿¿Adonde??” . “Vamos poh”. Van.

Primero, cruzando la plaza, luego, por una calle interminable, luego, suben un largo sendero: llegan al comienzo de una población. Avanzan unas cuadras.
- Quédeate acá - le dice - ya vuelvo.
- Pero...
- Espérame acá, ya vuelvo, allá es peligroso, acá es seguro.
Gira, se interna entre las casas, acompañado del tipo.
Pasan 20 minutos. Media hora. Luego, los gritos.
- ¡¡Corre!! ¡¡Corre!! ¡¡¡Arranca, mierda!!!
Suena un balazo.
Ella empieza a correr, a correr, hasta que siente que se le acaba el aire, que los pulmones y las piernas se desmadejan, él la alcanza, la toma de la mano, la arrastra, hasta que ella no puede más, mientras los balazos se acercan, los gritos parecen estar ahí, al lado, y él siente que ella es un peso muerto, que no le deja avanzar, que no puede seguir, y se ahoga y se cansa y le dice
- ¡¡Espérame acá, yo voy a buscar el auto, y paso por acá!!
- ¿¿¿Qué???
- Métete en esa zanja que está ahí, apúrate
- ¡¡No me dejís sola!!
- ¡¡¡Espérame que ya vuelvo!!!
Él sigue corriendo. En la oscuridad, con miedo, ella va tanteando cómo bajar, es un metro, un metro veinte, se tiene que sentar para dejarse caer, mientras ya siente los pasos, los gritos. Cae.
- Este conchesumare!! - dice alguien
- Culiao, lo ‘amo a zurcir a tunazoh
- Chuchesumare pollo culiao
Ella respira apenas, acostada. Pasan las horas. A veces, cree quedarse dormida. Arriba, el cielo. La gente comienza a despertar en la ciudad.

ALTAZOR por VICENTE HUIDOBRO





PREFACIO

Nací a los treinta y tres años,
el día de la muerte de Cristo;
nací en el Equinoccio,
bajo las hortensias y los aeroplanos del calor.
Tenía yo un profundo mirar de pichón,
de túnel y de automóvil sentimental.
Lanzaba suspiros de acróbata.
Mi padre era ciego y sus manos
eran más admirables que la noche.
Amo la noche, sombrero de todos los días.
La noche, la noche del día, del día al día siguiente.
Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer.
Tenía cabellos color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos.
Una tarde, cogí mi paracaídas y dije:¡Entre una estrella y dos golondrinas.! He aquí la muerte que se acerca como la tierra al globo que cae.
Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcoiris.
Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte.
El primer día encontré un pájaro desconocido que me dijo:¡Si yo fuese dromedario no tendría sed. ¿Qué hora es?! Bebió las gotas de rocío de mis cabellos, me lanzó tres miradas y media y se alejó diciendo:¡Adiós! con su pañuelo soberbio.
Hacia las dos aquel día, encontré un precioso aeroplano, lleno de escamas y caracoles. Buscaba un rincón del cielo donde guarecerse de la lluvia.
Allá lejos, todos los barcos anclados, en la tinta de la aurora. De pronto, comenzaron a desprenderse, uno a uno, arrastrando como pabellón jirones de aurora incontestable.
Junto con marcharse los últimos, la aurora desapareció tras algunas olas desmesuradamente infladas.
Entonces oí hablar al Creador, sin nombre, que es un simple hueco en el vacío, hermoso, como un ombligo.
¡Hice un gran ruido y este ruido formó el océano y las olas del océano.
!Este ruido irá siempre pegado a las olas del mar y las olas del mar irán siempre pegadas a él, como los sellos en las tarjetas postales.
!Después tejí un largo bramante de rayos luminosos para coser los días uno a uno; los días que tienen un oriente legítimo y reconstituido, pero indiscutible.
!Después tracé la geografía de la tierra y las líneas de la mano.
!Después bebí un poco de cognac (a causa de la hidrografía).
!Después creé la boca y los labios de la boca, para aprisionar las sonrisas equívocas y los dientes de la boca, para vigilar las groserías que nos vienen a la boca.
!Creé la lengua de la boca que los hombres desviaron de su rol, haciéndola aprender a hablar... a ella, ella, la bella nadadora, desviada para siempre de su rol acuático y puramente acariciador.!
Mi paracaídas empezó a caer vertiginosamente. Tal es la fuerza de atracción de la muerte y del sepulcro abierto.
Podéis creerlo, la tumba tiene más poder que los ojos de la amada. La tumba abierta con todos sus imanes. Y esto te lo digo a ti, a ti que cuando sonríes haces pensar en el comienzo del mundo.
Mi paracaídas se enredó en una estrella apagada que seguía su órbita concienzudamente, como si ignorara la inutilidad de sus esfuerzos.
Y aprovechando este reposo bien ganado, comencé a llenar con profundos pensamientos las casillas de mi tablero:
¡Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía.
!Se debe escribir en una lengua que no sea materna.
!Los cuatro puntos cardinales son tres: el sur y el norte.
!Un poema es una cosa que será.
!Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser.
!Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser.
!Huye del sublime externo, si no quieres morir aplastado por el viento.
!Si yo no hiciera al menos una locura por año, me volvería loco.!
Tomo mi paracaídas, y del borde de mi estrella en marcha me lanzo a la atmósfera delúltimo suspiro.
Ruedo interminablemente sobre las rocas de los sueños, ruedo entre las nubes de la muerte.
Encuentro a la Virgen sentada en una rosa, y me dice:
!Mira mis manos: son transparentes como las bombillas eléctricas. ¿Ves los filamentos de donde corre la sangre de mi luz intacta?
!Mira mi aureola. Tiene algunas saltaduras, lo que prueba mi ancianidad.
!Soy la Virgen, la Virgen sin mancha de tinta humana, laúnica que no lo sea a medias, y soy la capitana de las otras once mil que estaban en verdad demasiado restauradas.
!Hablo una lengua que llena los corazones según la ley de las nubes comunicantes.
!Digo siempre adiós, y me quedo.
!Amame, hijo mío, pues adoro tu poesía y te enseñaré proezas aéreas.
!Tengo tanta necesidad de ternura, besa mis cabellos, los he lavado esta mañana en las nubes del alba y ahora quiero dormirme sobre el colchón de la neblina intermitente.
!Mis miradas son un alambre en el horizonte para el descanso de las golondrinas.
!Amame.!
Me puse de rodillas en el espacio circular y la Virgen se elevó y vino a sentarse en mi paracaídas.
Me dormí y recité entonces mis más hermosos poemas.
Las llamas de mi poesía secaron los cabellos de la Virgen, que me dijo gracias y se alejó, sentada sobre su rosa blanda.
Y heme aquí, solo, como el pequeño huérfano de los naufragios anónimos.
Ah, qué hermoso..., qué hermoso.
Veo las montañas, los ríos, las selvas, el mar, los barcos, las flores y los caracoles.
Veo la noche y el día y el eje en que se juntan.
Ah, ah, soy Altazor, el gran poeta, sin caballo que coma alpiste, ni caliente su garganta con claro de luna, sino con mi pequeño paracaídas como un quitasol sobre los planetas.
De cada gota del sudor de mi frente hice nacer astros, que os dejo la tarea de bautizar como a botellas de vino.
Lo veo todo, tengo mi cerebro forjado en lenguas de profeta.
La montaña es el suspiro de Dios, ascendiendo en termómetro hinchado hasta tocar los pies de la amada.
Aquél que todo lo ha visto, que conoce todos los secretos sin ser Walt Whitman, pues jamás he tenido una barba blanca como las bellas enfermeras y los arroyos helados.
Aquél que oye durante la noche los martillos de los monederos falsos, que son solamente astrónomos activos.
Aquél que bebe el vaso caliente de la sabiduría después del diluvio obedeciendo a las palomas y que conoce la ruta de la fatiga, la estela hirviente que dejan los barcos.
Aquél que conoce los almacenes de recuerdos y de bellas estaciones olvidadas.
Aquel, el pastor de aeroplanos, el conductor de las noches extraviadas y de los ponientes amaestrados hacia los polosúnicos.
Su queja es semejante a una red parpadeante de aerolitos sin testigo.
El día se levanta en su corazón y él baja los párpados para hacer la noche del reposo agrícola.
Lava sus manos en la mirada de Dios, y peina su cabellera como la luz y la cosecha de esas flacas espigas de la lluvia satisfecha.
Los gritos se alejan como un rebaño sobre las lomas cuando las estrellas duermen después de una noche de trabajo continuo.
El hermoso cazador frente al bebedero celeste para los pájaros sin corazón.
Sé triste tal cual las gacelas ante el infinito y los meteoros, tal cual los desiertos sin mirajes.
Hasta la llegada de una boca hinchada de besos para la vendimia del destierro.
Sé triste, pues ella te espera en un rincón de este año que pasa.
Está quizá al extremo de tu canción próxima y será bella como la cascada en libertad y rica como la línea ecuatorial.
Sé triste, más triste que la rosa, la bella jaula de nuestras miradas y de las abejas sin experiencia.
La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer.
Vamos cayendo, cayendo de nuestro cenit a nuestro nadir y dejamos el aire manchado de sangre para que se envenenen los que vengan mañana a respirarlo.
Adentro de ti mismo, fuera de ti mismo, caerás del cenit al nadir porque ése es tu destino, tu miserable destino. Y mientras de más alto caigas, más alto será el rebote, más larga tu duración en la memoria de la piedra.
Hemos saltado del vientre de nuestra madre o del borde de una estrella y vamos cayendo.
Ah mi paracaídas, laúnica rosa perfumada de la atmósfera, la rosa de la muerte, despeñada entre los astros de la muerte.
¿Habéis oído? Ese es el ruido siniestro de los pechos cerrados.
Abre la puerta de tu alma y sal a respirar al lado afuera. Puedes abrir con un suspiro la puerta que haya cerrado el huracán.
Hombre, he ahí tu paracaídas maravilloso como el vértigo.
Poeta, he ahí tu paracaídas, maravilloso como el imán del abismo.
Mago, he ahí tu paracaídas que una palabra tuya puede convertir en un parasubidas maravilloso como el relámpago que quisiera cegar al creador.
¿Qué esperas?
Mas he ahí el secreto del Tenebroso que olvidó sonreír.
Y el paracaídas aguarda amarrado a la puerta como el caballo de la fuga interminable.

DESNUDO EN BARRO por CESAR VALLEJO



Como horribles batracios a la atmósfera,
suben visajes lúgubres al labio.
Por el Sahara azul de la Substancia
camina un verso gris, un dromedario.
Fosforece un mohín de sueños crueles.
Y el ciego que murió lleno de voces
de nieve. Y madrugar, poeta, nómada,
al crudísimo día de ser hombre.
Las.Horas van febriles, y en los ángulos
abortan rubios siglos de ventura.
Quién tira tanto el hilo; quién descuelga
sin piedad nuestros nervios,
cordeles ya gastados, a la tumba?
Amor! Y tú también. Pedradas negras
se engendran en tu máscara y la rompen.
La tumba es todavía
un sexo de mujer que atrae al hombre!

500 dias con ella: Trailer subtitulado español: 500 Days of Summer

MATEMATICA DEL ESPIRITU (Fragmentos. De "Jesucristo", 1933) por PABLO DE ROKHA





Miraba y la mirada miraba, y la mirada sola, temblando, pura, atravesaba la sustancia del corazón y, aunque era parecido a una finura esencial y absoluta, a una delgadez de hilo, tenía la energía colorada de las cuchillas y, como era fuerte y dulce y grande, ofendía, y como era fuerte y dulce y grande, daba ganas de asesinarlo, como a las manzanas, o a guatita de mujeres adolescentes.
Parecía forjado de espumas y era forjado de espadas, parecía un vaso de nieblas, un nido de formas distraídas, parecía lo indeterminado, y era la voluntad del universo, desesperándose.
Andando en penumbra, telaraña del infinito, agonía del infinito, cuerpo muerto, ardiendo, pujando, hirviendo, cuerpo muerto, florecía helados espantos amargos, soles de hombres absolutos, piedra vieja, piedra nueva, piedra siniestra y azul natural de entraña, lo negro, lo rojo, lo blanco, que desplaza gritos de aves mundiales.
Acaparaba todo lo extraño y lo problemático, lo inconcluso y lo excesivo, lo huidero y lo infinito, lo que está afuera y lo que está adentro de adentro de adentro, y era querido y explicable como animales.
El monumento, el rascacielo de la voluntad, arrastrándolo, llenándose de árboles poderosos, acumulados, flameado, tronado de banderas enlutadas y absolutas, el eje de su actitud, como un gran álamo amarillo, y aquella tal alma peluda, aquella tal alma confusa, ejecutada en excremento de diamantes universales, multiplicando todas las cosas, en ese enorme aumento.
Sí.
Aquellos ojos del color del color, a una altura azul, llenos de viento con agua de fuego de tiempo de sueño sin espacio, siempre en aquel presente de la cara, aquellos ojos o aquellos cabellos de amapola olvidada, grandemente liberales, olorosos a verdad vegetal, coronando esa figura nueva, de platino a la luz de la luna, gota de silencio, parada entre montañas de miel, con tantos pájaros, que la totalidad se sumerge en el canto de los pájaros de los pájaros de los pájaros, y emerge un sonido de banderas.
Y cuando hablaba todas las fórmulas gritaban la cabeza con ojos.
Tendida, bocarriba, encima de Jerusalem, llenaba su figura leguas de leguas, llenaba su figura, tendida, bocarriba, encima de Jerusalem, territorio de poesía, el crepúsculo la proyectaba, la agrandaba, la iba echando sobre la enormidad urbana, semejante a una violeta o a una gran tempestad de dulzura.
¿Traía un Dios asesinado adentro? Traía un Dios asesinado adentro; sin embargo, pastaba en su corazón el ganado estelar, y la geometría del Sinaí, tronchando golondrinas rurales, triangulada y arbitraria, lamía su evangelio.
Lo mismo que a los emperadores adolescentes, su condición nuevecita de madrugada con gallos blancos, su juventud de sandía o de comida sin atardeceres, campesina, su actitud de fruta gorda, le iba creciendo, terrible, en su vestido de manzana, solemne, gigante, con gestos acerbos de culebra preñada, que va a parir un día lluvioso, zarzamora dolorosa del espíritu, y, él andaba muy serio entre sus palomas, invitando desterrados a la fiesta de su asesinato.
Esa gran higuera de fuego, organizada en lo íntimo, y aquel viejo viento nuevo, que canta del otro lado de la vida, del otro lado del otro lado de la vida, del otro lado del otro lado del otro lado de la vida, y aquella palanca inmensa, que inclina el mundo hacia un costado...
El quería huir y no podía huir, quería huir de su destino, sacarse del pecho, quitarse del alma aquella condición egregia, aquella bandera, aquella marea del predestinado, su gran locura triste, y el alegre adolescente lloraba en él, por las naranjas y las castañas y las manzanas y las botellitas olorosas del olivo, y por aquellos pechos y aquellos vinos y aquellos sexos de niña tan fina, que parecen aceitunas, aquellos sexos que no habrían de emborracharle nunca, nunca, nunca, y por aquella mujer clara y alta, aunque muy pequeña, que no conoció jamás, nunca, nunca, y por aquellos días y por aquellas noches, en que debió haber estado tendido, de costado, pegado a la tierra, de costado, escuchando el rumor colosal de adentro.

Estaba muy preocupado de ese diamante amarillo, que se aloja en las entrañas, y va creciendo, como espejo al sol, o como un gran caballo en las llamas, y refleja y proyecta todos los incendios, y arde y cunde y duele y se triza, en sollozos de piedra, estando situado en la inmovilidad cardinal de lo abstracto.
No es que la lágrima sea de condición afligida y dolorosa, no, la lágrima, como el rocío, es, seguramente, un mundo de agua, pero es la flor de los lamentos, toda la flor de los lamentos; él era toda la alegría de la tristeza, aquella gran alegría de la tristeza, aquella gran situación blanca de ser lo negro, absolutamente negro, aquella gran situación blanca de ser lo blanco, absolutamente blanco, aquella gran situación blanca de ser lo rojo, absolutamente rojo, porque él era alegre como hecho, no como significado, como hecho, no como significado del hecho, y, así, la muerte es alegre, con su organización helada; de él nacía la tristeza.
No hacía cantos, su acto era su canto, su acto era el canto de su canto, su acto era el canto del canto de su canto, porque no hacía cantos, vivir era cantar, hacer era cantar, y justificarse.
Afirmaría, que era de piedra y no era duro, no, no era duro; avanzaba la arista inmensa hacia afuera y, antes de hacerse efectiva, la había precedido la otra, y la otra de la otra, y la otra de la otra, de la otra, la simultaneidad sucesiva de ese terrible espíritu en oleaje, ardiente de presente y olvidado, como la antigua cuna del mar; no era hachazo, era esa gran magnolia de puñados que se abren; y así como la rebelión oceánica, acaricia el barco en la mano negra de la tormenta, él acariciaba las almas humanas, en su tal tempestad de sueños.
Dicen que anhelaba la eternidad, que la buscaba, que la llamaba y la llevaba adentro, como quien persigue la distancia que contiene.
Hombre sin sombra, cristalino, traspasado de luz; he ahí, el hombre sin sombra, el único del único hombre sin sombra, la voluntad de cristal, perforada de universo, e inmensamente existente, inminente y evidente, como aquello que desplaza el volumen del volumen del volumen, y, es la cantidad, y no es nada, y es nada, y no es nada, sino lo que es indispensable; era la inmensa casa de vidrio de los iluminados, el estilo de agua de humo de agua, tan flúido, que no se opone, que no está situado, y está situado porque es la situación misma de adentro y de afuera, la personalidad ubicua.

Afirman que amaba y es locura, no amaba; el amor no partía de él hacía un objeto, fin o destino, no partía ni venía; estaba.
Por eso no buscaba el hijo, su hijo, no buscaba el hijo, ni la materia, ni la palabra, ni la figura del hijo, ni tenía padre ni tenía madre, y comenzaba, agonizando, en él, muriendo en él, y estaba cortado y pegado y tronchado y clavado al mundo, de tal manera, que no podía querer sus objetos, sino su sentido, su volumen, su designio.
Y, he ahí, por qué, entonces, no murió por él ni por el hombre, ni por el hijo del hombre; murió por el engrandecimiento de lo heroico; murió así, porque es menester que mueran así, los hombres-campanas, los hombres-colinas, los hombres-murallas de la existencia.



¿Qué sentido tienen los espantosos vendedores de calcetines de meretrices? ¿Y las grandes madres que paren cien asnos de oro, y lla¬man Homero al más boticario o al más sacerdote o al más peluquero? ¿Qué sentido tiene el onanista de pies enormes, y el juez cornudo y el rey obeso? ¿Y la cortesana embarazada por una gran águila, y el sodomita del pene demente y gran defecadera, y el héroe, dirigiendo los mataderos, de los aventureros y los sepultureros, y el sabio con ombligo y zapatos, que le reducen la conciencia? ¿Qué sentido tienen los grandes poetas, acariciándose las tripas, maduras de podredumbre? El tenía significado. ¿Qué sentido tienen los pálidos capitanes de multitudes, y aquel corazón de material inmundo, que les hicieron los pueblos, como un hijo a una culebra? El tenía significado. ¿Qué sentido tiene el hombre lleno de nada, que ilumina las alcantarillas, llorando, y la ramera enamorada, que malpare sangre de ciudades, debajo del alma, y administra un cementerio de dioses, y contiene luz y produce sol, en aquella gran tierra de penas? El tenía significado, y era el hombre lleno de nada y la ramera enamorada, que malpare sangre de ciudades.
No arrojaba el corazón hacia el destino, arrojaba el destino del corazón hacia el destino, apenas, y no como quien arroja pan a los perros, no, lo iba torciendo hacia lo derecho, lo iba volviendo hacia lo derecho, como quien se distrae, estupefacto, cansado, y tenía la energía multiplicada de lo espantoso.

Actitud de material exacto, por ejemplo, teta de niña virgen, vidrio fino, álgebra de automóvil de carrera, sexo de diosa, anteojo de telescopio poderoso, vocabulario de poeta, ojo de artista pintor, ojo y vino de artista pintor; así; él estaba hecho de valores encadenados, de orden puro, de orden duro y terrible, como las matemáticas o la dentadura del asesino; la caridad era en él la abundancia, la excesiva riqueza, no el sucio y negro bienestar del predicador de enfermedades en la montaña, sin embargo, la caridad le disminuía el estilo, le desordenaba el estilo, le desconstruía el estilo, era su crimen, su único crimen, el crimen de la humanidad; actitud de material estricto, actitud de material antiguo, atravesada de ratones enloquecidos.
Unía la sonrisa de la guillotina, al canto del campo con establos, al platicar ancho de la manzana, que es muy importante y deliciosa, como el vientre de la primera novia o la pantorrilla de la colegiala.
Adentro del corazón del corazón, guardaba el hoyito de la pulida mujer aquella, y su flor abierta en racimos, algo bastante alto, con relación al mar, algo con pájaros, algo con tanto encanto blanco, que pareciese una gran fortuna del mundo, y el sentido de todo lo rojo, violeta de la otra paloma, recuerdo del recuerdo del recuerdo del re-cuerdo del recuerdo, que trae el hombre, entonces.
Parado en lo alto de aquella vieja higuera, la más hermosa rosa, cantaba sola.



Delante de la toga romana, era el humilde y el terrible individuo elemental, el campesino que no conoce, que no define, el campesino que no requiere la jerarquía, porque el agua es hermosa y el cielo es hermoso, y ambos son buenos amigos.
Más poderoso aún, mucho más poderoso que el poderoso, más poderoso aún, es quien no ha menester del poder; no lo aprecia, no lo desprecia, lo ignora completamente; como el escorpión, como la oveja, como la paloma, como el dictador, bondadoso y asesino, asesino y bondadoso, desconoce que desconoce que desconoce, y es tan bueno, porque es tan malo.
Jesucristo, el impostor, es decir, el hombre que inventa su alcurnia, creándola, y establece una gran mentira, que es verdad, porque

es la mentira de la verdad, la mentira de la mentira de la verdad, la mentira de la mentira de la mentira de la verdad, y otras canciones.
Nunca lo amaron, ¡nunca!, nunca lo amaron; era muy fuerte, y atraía, como atrae el espanto y el abismo y la pupila del espanto y la pupila del abismo, y el vértigo del rodaje innumerable, o un sol con los ojos vaciados; se ama lo que se domina o se supera, se ama aquello que necesita ser amado, y él era alegre, como excremento de mujer enamorada; no lo amaron, porque no lo conocieron, no lo amaron, lo siguieron, y creyeron que lo siguieron, creyeron que lo siguieron que lo siguieron, creyeron que lo siguieron que lo siguieron que lo siguieron, libremente, como si existiese la libertad para el esclavo; no lo amaron nunca, nunca, no lo amaron nunca; no fue lo suficientemente miserable, lo suficientemente despreciable, como para ser amado.
Grandes águilas, grandes páginas de fuego y piedra, y piedra y fuego, llanto y fuego, y sueño y fuego, y barro y fuego, y un hombre enfermo, que corrige la salud del mundo.
Afirmo que era bello y tierno, como una hermosa pierna de mujer, que una gran paloma cuidaba su nido de serpientes, y que un sol oscuro, daba la más inmensa luz abrumadora, adentro de su alegría campesina, como los ciegos producen la mirada ajena; afirmo que estaba encarcelado en la libertad del mundo; afirmo que realizaba su retrato contra las cosas, contra todas las cosas, contra todas las cosas contra todas las cosas, y era el instinto de la materia; afirmo que, sin moverse y sin mirarse, existía; afirmo que era un macho de metal claro y amartillado de cuchilla, fino y duro.



¿Quería el poder? Quería el poder. No quería el poder. Combatía su voluntad con su voluntad, y su voluntad era la emanación, la ordenación de aquella gran pelea; queriendo no querer, así, no querer, quería, como nunca se haya querido; triste de tristes, trágico, su amargura no emanaba del suceso o del tiempo o del objeto, no suponía la contingencia, brotaba y bramaba en el ademán psicológico, torbellino infinito, cataclismo infinito, acción-dolor-terror-clamor, que propende hacia la hechura definitiva, su vértice y su límite; porque elmar no persigue el oleaje, y la autoridad soberbia del oleaje, no persigue nada, se persigue, no persigue nada, existe y manda; ¿quería el poder?, tenía el poder, vivía el poder, y el poder era su calvario, así como la luz es la cruz de la estrella, y el tormento y el destino de la estrella, y la escuela de la estrella, la enfermedad de la salud íntegra, cósmica, multiplicada, ardiente de verdades agonizantes; poderoso es quien supera el poder, no quien anhela el poder; él no blandía la espada, esclavo de la espada, no blandía la espada, era la espada, y el significado de la espada.
Persigue el hombre su destino, quema la vida persiguiéndolo, quema la vida el servidor de su esperanza, el servidor de su estatura, el servidor de su alegría; él no seguía su destino, no, él no seguía su destino; como un gran perro, en la tarde soberbia y sangrienta, su destino lo seguía a él, sí, su destino lo seguía a él, y él era superior a su destino y al destino de su destino y al destino de su destino de su destino.
Manea de miedo y de hierro, y una gran bandera enarbolada en un mástil pálido, oceánico, trágico, en un cerebro, en un instinto, manzana de oro, palabra de barro, de sangre, de llanto; así era bueno, horrorosamente bueno; porque ser bueno es contener lo bueno y lo contrario de lo bueno, y lo contrario de lo contrario de lo bueno y lo contrario de lo contrario de lo contrario de lo bueno y lo bueno bueno; aquella enorme iglesia, en donde relucen los demonios su diamante negro; la caridad del buey rumiante, olorosa a trigo y estrellas, el mar huracanado y terrible, como el corazón del hombre, coronado de lágrimas de niños muertos, la paloma, asesinando la hormiga, entre las violetas, y, adentro de la teoría sacrosanta, y pavorosa, Jesucristo; porque, es menester sumar a Satanás con Dios, y no ser la suma, ni la suma de la suma, ni la suma de la suma de la suma, sino la séptima suma: el hombre; acumulaba la totalidad, lo uno eterno, en el acto.
Vestido de llamas, sobresaliendo entre sus llamas, era la llama vestida de llamas, sí, la llama vestida de llamas, el incendio de incendio del incendio del incendio del incendio, núcleo del fuego del fuego.
El sacerdote, el juez, el comediante, el pastor nacional, bestia de tribu, aquél que ordena y cree que domina, exponen su gesto en su rostro, su doctrina y la oscura dinámica de su doctrina, en su actitud, y, persiguen su actitud, como un perro un hueso, caras de drama, viven peleándose, porque viven defendiéndose, y no alcanzaron la inmovilidad del movimiento absoluto, la tercera relación, la tercera situación, que permanece, alegremente, dominando la periferia de la rueda lanzada sobre sí misma; Jesucristo tenía la sonrisa de la espuma, en la catarata precipitada; el valiente no hace el valiente, no redunda, no fracasa en actitud facial, no vive, afuera, la incógnita psíquica, no, la resuelve, la reduce a una infinitud lograda, realizada, alegre, como todo lo definitivo; por eso la más feroz cuchilla es fina como el pétalo, como el átomo, como una idea y una luz y una infancia de mujer; no se parecen los asnos rotundos al águila, que sonríe, terriblemente, comiendo culebras fatales y heliotropos, y una sonrisa, eternamente, una sonrisa, es una batalla ganada.
Afirmaríamos que la verdad nacía y crecía en Jesucristo, y es mentira; él era el funcionamiento de la verdad; la verdad era su ecuación, su actitud, su devenir matemático, la verdad era la hechura de su espíritu, la verdad, toda la verdad existía, porque existía su sistema psicológico; no habría podido dejar de ser la verdad, no habría podido; he ahí, entonces, la más gran tristeza, la más gran desgracia, lo divino, es decir, un incendio inacabable de la materia; ser la verdad, no es poseer la verdad, ser la verdad es verificarla, sustantivarla; Jesucristo era la verdad, ¿era limitado en lo ilimitado?, era limitado en lo ilimitado de lo ilimitado de lo ilimitado; ser, es límite; y existir, dolor de las murallas ilimitadas; pequeño de grandeza.
Era un hombre, era un hombre alto y ancho e imponente, como un toro, y, parecía fino, transparente, puro, porque el espíritu no tiene tamaño; buen comedor, buen bebedor, alegre y enamorado, buen vividor, amaba los lagares y las mujeres, con amor velludo y rotundo, y, no vivía para los lagares y las mujeres, vivía para ese sol abstracto, para esa luz química y metafísica, que corresponde a esa esencia de infinito, que emerge, soberbiamente, de los lagares y las mujeres, como la voz de Dios, entre los pueblos; asoleado tenía el cuero del cuerpo, como grano de avena, porque los vientos salados del océano, lo habían columpiado y azotado con sus grandes látigos, y el aire terrible de las montañas, lo había acuchillado, y, era transparente y cristalino, porque la divinidad le ardía, traspasándolo; las prostitutas y los vagabundos, lo entendieron, y lo entendieron el humilde y el agreste y el errante y el pisoteado, porque él hablaba lo categórico humano a lo categórico humano, y el hombre es hombre hombre, y la mujer

mujer, en la unidad innata y en la unidad recuperada, en la experiencia tremenda del barro, sangre de la tierra, sangre de la vida; Jesucristo era lo que no se mide, era lo que no se vende, era lo que no se sabe, el ser cósmico, y eso buscaba, el ser cósmico, detrás de la presencia aventurera.
Su actitud, no venía, completamente, de su garganta o de sus entrañas, como el Dios de los océanos, no, venía de los trigales y los panales y los rosales y los viñedos galileos, venía de la esmeralda sonora del Tiberíades, venía de los caminos enarbolados de dulces sicómoros tristes, y un sol cuadrado.



Desgarrada sombra proletaria, su actitud empujaba multitudes
de muchedumbres, contra la propiedad y la propiedad de la propiedad
y la propiedad de la propiedad de la propiedad, mordiendo el
animal de la riqueza, el alacrán de la riqueza, hundido en los corazones
podridos; azotaba al publicano, al hipócrita, al fariseo, amasado
con barro sagrado, y, una gran lengua eterna, como un cogote degollado,
ladraba y bramaba hacia el Imperio, enorme, pariendo los
cimientos venideros, la profecía infinita de la rebelión, negra, turbia,
pujante, torva, arrasada de canciones enlutadas, el latigazo de la justicia definitiva, el puñetazo del herido y del maldito; era el odio, sí
era el odio, que ama llorando, y aquel rempujón, que emerge desde
la sombra, como una gran patada, quien gemía; entonces, aullaba la
revolución proletaria, y un alarido de mujer caliente, debajo de los
machos humanos, se retorcía a las columnas del cielo, en oleajes vis-
cosos de yedra de sombra; "clase contra clase"

sábado, julio 30, 2011

SATANAS (1927) por PABLO DE ROKHA




YO EXISTO, ¡ah!,
YO EXISTO sobre el día corriendo, AQUI,
pregunto mi dirección a las alondras del infinito más infinito, CANTO, CANTO, CANTO,
agarrándome a los aeroplanos de mi voz, ¡ oh!, de mi voz embanderada y americana, o borneo, monologando, una gran palmera de volcanes, abro los sétimos ojos encima de ese rodaje de láminas y triángulos indiscutibles,
refuto la argumentación desdentada del esqueleto,
y, tocando la canilla despavorida,
inicio el tiempo, amigos, inicio el tiempo,
el tiempo de los vocabularios y los siglos partidos en figuras:
A,
E,
I,
O,
U;
cuando la tarde inmóvil, como un toro, en la derrota del gesto y del signo,
rodea de ciudades agonizantes el acordeón de los últimos sueños, yo escupo, lleno de saliva la guatita de las estrellas, yo escupo, pero yo escupo;
además, los lagartos empapelados me lamen la filosofía; los frutos maduros del sol

lloran en mis teatros de azufre y sangre quemada,
y el problema de luto
me araña las entrañas de celuloide terrible
con los serruchos del jazz-band,
irremediablemente,
ME ARAÑA LAS ENTRAÑAS DE CELULOIDE TERRIBLE, entonces, se me ríen las tripas, se me ríen las tripas,
y se me ríen las muelas lo mismo que a los tontos y a los muertos,
a los parientes de adobe que hacen costumbres,
a la vieja mohosa que cuida los despoblados con su tristeza,
a los ataúdes sin candado,
a las emociones sin candado,
a los emigrantes sin candado,
a las botellas rotas y rojas encima del crepúsculo,
y a los crucifijos empeñados y espantosos
en el desván de los somieres y los colchones de las putas nubladas, entonces, se me ríen las tripas, se me ríen las tripas,
y se me ríen las muelas lo mismo que a los tontos y a los muertos, empuño los látigos metafísicos y me azoto el corazón,
agarro las palabras por la garganta y, aunque me muerdan, las voy domesticando,
y afirmo, Y niego, y afirmo,
entonces, se me ríen las tripas, se me ríen las tripas,
y se me ríen las muelas lo mismo que a los tontos y a los muertos; es la cosa lluviosa y sin título.
la angustia adoquinada, del color del periodismo y del color del cementerio, el limón de las agrias provincias,
la religiosidad colonial y tan española de los tejados enmohecidos como las medallas,
las brujas paridas de la fatalidad,
el petate indemostrable y los mantos usados y las niñas y las lunas
usadas y los finados sin velas constantes, los recuerdos coleccionados en alcancías;
por eso soy como la cuaresma y como la obscenidad AMARILLA; así, altanero y abismado como los cipreses o como los poetas, quebrado a la manera del riel violento, con aburrimiento de termómetro, de epopeya y de oficina, blanco y negro, a planos totales,
lo mismo que la psicología del Buonarotti, o la moral colosal del fue¬go y del hierro, y también, sí, también, ¡oh!, matemático, parecido a una discusión de los terremotos con los terremotos; uno se compara a todo lo aciago, lo oscuro, lo acerbo, se define entre los naufragios,
y le sobra espanto capaz de vestir de herrumbre a toda la alegría hu-mana,
semejante a las águilas contradictorias,
vuelo en tirabuzones entusiastas y ofensivos en la tristeza,
quebrándome en umbrales insospechables,
o hago la caída acuarelada del avión sin desterrados;
agujerear lo absoluto,
dominar la tiniebla endurecida y el mar de azogue, triplicar la voluntad,
y demostrar a "Dios" a carcajadas, como los pájaros, geométrico y maquinal como las catástrofes; meto mi alma en los bolsillos del mundo y saco polillas y mates de verdades muertas, me paro encima de mi esperanza,
aspiro a los rascacielos estrafalarios, al puente tirado de siglo a siglo, y todos los versos se me cuelgan del corazón, entonces, mi cansancio dobla la cabeza,
y un signo inmóvil se remonta encabezando los presidiarios y los vagabundos;
tribulación, horrenda tribulación del camino que quiere hacerse fin; es, también, la acción dispersa y ahuecadora, es tal vez un desequilibrio
que responde a arquitecturas perdidas;
sólo la soledad me acompaña en este ardiente derrumbamiento sin murallas,
destino de ametralladora quebrada, exactamente, de ametralladora
quebrada, o mucho teatro en ruinas; ¡ay!, como perro loco aúllo a orillas de las noches peludas, los gallos huidos cantan en la eternidad,
encima de los árboles serios y negros de las naciones incendiadas,
estiro los brazos de punta a punta de la tierra,
y muchos los ámbitos ciegos,
echan a volar desde mi figura incorruptible,
borneo agrios cantos, altos cantos de ladrones,
rodeado de mujeres agonizantes,
por eso goteo sudores de gente destruida,
sin embargo, mi voz es contentamiento,
congoja a electricidad, actitud patetico-dinàmica, con piedras azules, violoncelo sin violetas,
emoción de máquina y de máscara, caricatura en bronces fatales,
mi gramática es alegremente lúgubre,
sí, lo mismo que el asesinato en las batallas,
pólvora con alcohol morado y polvoso,
opresión al espíritu de aquel que viviese al pie de la más alta cantina, o se asomase al pensamiento, desde el borde del mundo, sobre los abismos, temblando, a la orilla, bien a la orilla, y se resbalase de repente, sí, sí, además, el dolor es durable como la mala comida, dínamo a millones de actividades por segundo, con la inminencia y lo espantoso de las revoluciones astronómicas, mi corazón está ahí, girando,
porque yo soy el que espera el tren que no existió nunca, y el que escucha todas las horas del cielo, el condenado a la gotera que cae encima del cerebro, una a una, sin embargo, querría, ¡ ah !, querría que todos los pescados del sol sonoro,
la nave inmóvil anclada encima de los sepulcros desaparecidos, y el timón de las estrellas oceánicas,
para tocar la campana del genio,
en esc instante cuadrado y declamatorio de la poesía,
o ando vendiendo mi corazón de pobre enorme,
y mis espectáculos de girasoles, ¡ay!, con negros tremendos,
además, la llamarada vegetal del porvenir, además,
y el ejercicio en patines de alambre o de aceite circulatorio,
la guitarra apolillada del aviador, tirada sobre los crepúsculos y los
telégrafos, impunemente, avizorando los últimos; entonces, cacarean las gallinas trascendentales; pero yo no comprendo, yo no comprendo
cómo el diamante del día no corta aún el vidrio inútil e impresionante; timoneo mis buques piratas, y tus cielos tenaces y rubios, FILOSOFIA, levanto las compuertas imaginarias,
y los cien tranques iguales avasallan la curva siniestra, persiguiéndose, luego las ideas asesinadas,
la intuición escalonada en escalonado, verde-podrido, granate, tuerta,
negra, ciega, con ocasos guillotinados, el ademán de tempestad innumerable,
la conciencia aulladora, la clínica, lo polvoroso, lo derrengado, y la voluntad del mueble durable, el animal no usado, no,
la abulia, la inercia, la descomposición ilimitada y abarcadora;
ya viene llegando, la noche, ¡ay!, la noche, la noche con su ramo de
violetas; sí, eso es todo;
aquella gran honorabilidad de cordero clavada al alma; palanca del suceso en la mano demente y gris, PALANCA, PALANCA, sobre los gestos cóncavos, LA NADA, la camisa incomprendida que me ciñe entonces, siempre, corona de arañas, el día quebrado, sin literatura, el hombre sublime,
y un pantalón de fuego y de llanto encima,
"Dios" llorando,
no vendo caminos ni ciudades,
y es el instante exclusivo y asombroso que apunta la carabina del des¬tino,
por eso comprendo lo apenado, y el color de la ley violenta,
las piedras llagadas, sin sombra, la enfermedad del acero y del andrajo, las osamentas, las espesuras de mástiles,
la orquesta despernancada del terremoto, tan sincero y tan soberbio, la risa judía del automóvil, levantándole los vestidos a las montañas;
recuerdo el estilo de la vieja que vendía pescado con ojos profundos, y el chofer variable como la temperatura,
las baladas diplomáticas de la motocicleta enamorada, bien enamo¬rada;
ahora soy quien define las madreselvas, también los edificios, las tonadas definitivas, y el gesto en agua inmóvil;
lo mismo desembarcan del recuerdo aquellas enfermeras violetas; o ando buscando a Pablo de Rokha desde las alturas desprestigiadas, y, aunque me encuentro en sus obras de sueño, en las estampillas y en
las sepulturas, soy lo errante, lo inencontrado, lo ausente,
no el viajero, el viaje, ¡oh!, ¡oh!, el viaje, la rueda andariega, extran¬jera, untada de países invulnerables, la sirena patológica del transatlántico, arrinconada en las distancias desmejoradas del pretérito, con las cejas llovidas de acordeones; aterrizó el minuto de la canilla despellejada,
el minuto del costillar y las cuencas abstractas, adentro del invierno, y el minuto del hueso inútil y abandonado; agarro mi sombrero, y es dolor, agarro mi palabra,
y es dolor —y ES DOLOR mi sombrero y mi palabra—, dolor, dolor caído de las bocas de los mundos, dolor, dolor, trizado de verdades continentales; camino, yo camino,
y mis huesos ignoran cómo se anda andando,

tiempo sin canciones,
y la culebra literaria y española, automóvil de ceniza, árbol con gusanos en el cerebro, y frutos calientes,
sol de herrumbre, empavesado, en la caída estrafalaria, cosas de solos,
oficinas con mucha sucia, mucha,
y un paraguas incontestable,
goteado de siglos y gestos de maquinarias,
sol urbano,
manada de tribulaciones


GRIS,

manada de tribulaciones,
recuerdo que hubo épocas
en que pedí prestada la congoja al astrónomo.
y a "Dios" lo absurdo,
hoy vendo la capa morada por treinta silencios,
y este jumento de añil, de oro, de carbón,
que se pasa comiendo estrellas y asuntos,
y bebiéndose, a cada jornada,
todas las bodegas de LA POESIA;
inventar un mundo, o un mundo,
echárselo a la espalda, en vértice, solo, sin grandeza,
y sentirse como las mantas mojadas;
voy a degollar mi canto con mi burla;
asumo toda la desgracia distribuida;
por eso escribo, desde las plataformas, los varios estados trascenden¬tales,
en la carátula extasiada, más adecuada;
mandato de existir y devenir testarudo;
he ahí que yo corono las glorias antiguas, francamente;
además, digo: CANTO, digo: TIEMPO, digo: MUNDO,
y la verdad colosal levanta la cabeza desde los sepulcros y los aeroplanos,
como si se le hubiesen roto las arterias a la conciencia;
mi sueño define, UNO, sin bayonetas, sin heliotropos, en la eternidad
honorable u honorable; soy, y sollozan las atmósferas, porque se le perdieron los estilos matemáticos; me voy haciendo,
y mi tranco talla la estatua innominada,
MOVIMIENTO ABSOLUTO;
ignoro los cuerpos diversos que me ciñen,
pero no comprendo, y sé todas las cosas, aún las hipotéticas,
con aquella dual astronomía del subconsciente;
tuerzo mi cordura de avión indispensable
hacia la palabra de los objetos,
y oscilo a una altura subterránea y muy difícil;
anecdotario de los sepultureros eternos;
naturalmente, yo concibo el sol, el mar y el cielo artista,
entiendo la fruta preñada,
y entiendo el carácter romano del bronce,
la oración moral de la piedra,
la gritada entusiasmada del eucalipto encima del colegio de esmeralda, la voz latina de la abeja vendimiadora,
y, sin embargo, mi corazón se parece a un antiguo Dios abandonado; todavía la poesía,
el umbral invisible e inminente, en donde nos partiremos la cabeza,
el abismo, el abismo, el abismo;
enrollo mi acción al malestar único, al ademán único,
y mis venas se arrancan de la tierra soberbia como grandes ríos de
angustia, planeo sobre la metafísica, evoluciono arriba del tiempo amóvil, agarro los caballos maleducados, y se me destruyen los puntales del universo, o la jarcia morada;
sistema de lamentos, oficina de cantos y llantos, y las tías echadas entre los membrillos y las caobas, adentro del portamonedas, sí, las oscuras uvas de polvo,
los murciélagos colgados del mes de agosto, de la tos pulmonar de
junio y julio, y la matemática de platino del poema,
el fantasma duro y vago, a la vez, construido y destruido de símbolos, la arquitectura, el álgebra, el émbolo de tracciones imprescindibles; es la bruma, la niebla de diamante, tan arbitraria, el bulto inhábil que se sumerge, la función infantil, abismada, abstraída y adivinatoria, lo contradictorio que coincide con lo contradictorio por todo aquello, y se adapta y se acopla al imprevisto ecuacionable, el ciego que intuye las formas eternas, iluminadas por todas las sombras,
la libertad mecánica y frenética del individuo; mismamente la encina azul amamanta sus hijos artificiales, y la estupenda guagua amarilla eructa de leche celeste la gran negrura filosófica; porque la soledad, como el invierno, requiere mantas de agua; pero jamás, jamás, jamás salió el sol por el occidente, a pesar de que todas las noches más noche no son, apenas, sino días olvidados;
con la hijita muerta encima del pecho de fiera,
sí, agujereó la muralla de metal polvoroso y girante,
arrasó los puentes y las torres acumuladas;
la espada y el amor, señora, son materias indiscutibles;
ahora la tarde con tres tetas, principalmente, la tarde con tres tetas
sin importancia, y los pájaros matemáticos,
el ave de cartón o de latón con porcelana y aún de vidrio de botella de botica,
cantando en la astronomía del hemisferio y del esqueleto, la tonada argumentada de resortes; y después, los astros quebrados,
la bandera del cielo enlutada, amarrada a las astillas del mundo,
el acordeón de la muerte sonando
encima de la oscuridad amedrentada, ¡ah!,
dominando el drama mugriento,
la gran seriedad sin triunfos de estrella ni de abismo,
y el aire de metales tuberculosos,
yo, egregio, enderezando fatigas sin dinero,
apuntalando mis debilidades de héroe,
llenando la tinaja desventurada
con el llanto de las historias viudas
al sol mojado,
acumulando caras de mundos en la dinamita del estilo; amontono, yo amontono tu actitud encima del oriente, a la manera de grandes ciudades de otoño, de grandes ciudades de invierno,
tu actitud semejante a los últimos frutos del castaño, del manzano, del naranjo,
tu actitud semejante a los recuerdos de la tía soltera, tu actitud semejante a los versos honestos de las guitarras y las pro¬vincias,
¡oh!, tu actitud olorosa a cedrones y a limones pretéritos,
atraco leños, grandes leños a las hojas caducas,
y tus hogueras innumerables
van alegrando la antigüedad parada del crepúsculo
lo mismo que el aroma útil de las panaderías;
¡ay!, la inmensa tos de sangre que viene del poniente;
deshojados pantalones asesinos;
en fin, un sol maricón que parece vidrio muy grande;
sobreviene la rosa lluviosa y pobre;
pero yo veo la sombra partida en colores emocionantes;
los pájaros blancos del Mediterráneo y aquella gran vela moderna,
corrigiendo, porque la nada agranda; la risa nerviosa del automóvil del hospicio quiebra las botellas del día, y las escuelas huelen a rosas maduras; recuerdo los mercados, las bodegas y las cocinerías, las caletas mariscadoras,
el corazón de los vinos honrados y polvorientos,
la cara de tinaja o de guitarra de la malaya asesinada en rubíes,
los morrones entusiastas y anarquistas como el pescado,
y, a la izquierda del mundo,
el sol falsificado de los cementerios; las carretas huracanadas
vinieron a alojar en las lluviosas y enmohecidas canciones de entonces, con aquel copioso aroma a vacas perdidas;
ahora yo me acuerdo de Licantén, orillas del Mataquito,
me acuerdo de la casa aquella, como de polvo, con duraznos, con membrillos, con naranjos, con un farol, sí, con un farol en la esquina de la noche y con palomas
llorando más arriba del pueblo del sueño,
me acuerdo de la tía Clorinda, oliendo a chicha florida, y de don Cus-todio y de la Rosa y de la Flora Farías y de la beata doña Rosario y del Oficial Civil y del cura don Liborio,
me acuerdo de los chicharrones y de los pigüelos y los causeos de don Vicho, y del poruña Abdón Madrid y de la tonta Martina y del compadre Anacleto y del borracho Juan de Dios Pizarro y Juan de Dios Chaparro,
me acuerdo de las piaras costinas, tan olorosas a cochayuyos y a sentimientos de Iloca,
y me acuerdo de los lagares, ciertamente, de los lagares de buey, arrumados en los graneros, llenos de huevos y herramientas, "entre junio y julio",
y me acuerdo de las botas y las mantas españolas de mi abuelo,
me acuerdo de la media rayada del silabario y de las enredaderas polvorientas de la escuela,
y después, Talca, la ácida, la árida Talca,
la lluviosa ciudad negra, seria, fea y atribulada, de santos de sombra
y de aceitunas la vieja escuela cluequeando entre los tamarindos, la vieja escuela primaria, la vieja escuela primaria, y don Tomás, el
preceptor don Tomás, sí, don Tomás, el amigo de Dios,
y las bolitas,
y el volantín azul arriba de la provincia enmohecida, aquella gran bronconeumonía y los anchos armarios de carretillas y la vida de Colón, la vida de Edison, la vida de Washington con monitos, y los lacrimatorios del mapamundi, y las matitas de poroto y de zapallo creciendo, ardiendo en los extramuros del alma,
los caminos de estatuas, apuntalando un sol cuadrado y polvoso, y los himnos escritos en la piedra, por la oscura mano que nadie conoce,
y después, el Seminario de las polillas, catres de chinches meados de perros y muertos, el Seminario de las arañas y el gran invierno
abandonando su huevo enorme en los soberados de la infancia,
la yegua cristiana y difícil,
la cola peluda y colonial del catolicismo
enlazándome, envolviéndome, amarrándome,
la humedad filosófica, la humedad matemática, de aquel animal aceitoso y amarillo con lo aceitoso y lo amarillo del mausoleo,
entelequia espantosa creciendo del adolescente, abismado como la llama ambigua del aguardiente,
la llaga cristiana o la desgarradura, anidada de murciélagos,
y el pecado, el pecado madurando una gran callampa negra, entre las sabandijas y las brujerías,
y después, después, las niñas Pinochet
y las cacerías y las borracheras en la montaña, adentro del espíritu irreparable,
y los versos honestos entre los sembrados, los espinales, los viñedos y
las islas profundas de Pocoa, que era lo mismo que un causeo de invierno, que era, y después, el niño inhábil, el confundido, el planetario, a patadas con los manicomios,
y las cartas lluviosas: "estudia, hijo, estudia, las cosechas van malitas,
a la bodega vieja se le cayó el cielo y a la Chepita un diente, ¿qué te sucede? ...
cobra un giro y reza por nosotros, el año inútil, hijo, sí, el año inútil, tu mamá te manda un pavito, abrazos, hojuelas y charqui de la gui¬tarra,
aquí, ya hay violetas, cuídate, van aceitunas, patitas de chancho, miel, quesitos de cabra, murió el rucio Caroca, tu padre, Ignacio",
y yo dentro de la vida tremenda, llorando con los finados, en cami¬seta, marchando, marchando, muy contento y muy bohemio, marchando, marchando así:

Pedro Sienna, el Tonto Barella, Jorge Hübner, Vicente Huidobro, Daniel de la Vega, Mariano Latorre, la Wini, Angel Cruchaga S. M., Gabry Rivas, Fray Apenta, marchando, marchando,
y después, la caída hacia Talca, ¡ ay!, hacia Talca,
solo y loco,
los días terribles con cabeza de zapallo,
las aranas degolladas de la literatura, andando la noche difícil,
el amigo Jara y las putas, y el amigo Jara y Mejías,
y las botellas y las colillas sin esperanza y los gallos de la adolescencia llorando en las camas amargas,
el espíritu esquinado y triangulado, trizándose en acciones intermitentes, y el joven que quiere matarse,
sucediendo el pan filosófico a riberas del eucalipto militar de Pelarco,
el hombre salvaje y titánico, el hombre sublime y dinámico que le aprieta el cogote a la desesperación y se lava la cara con salmuera y con vinagre, y come carnero,
y después, LA LUISITA, más bonita que un continente,
las palomas florecidas de "Juana Inés de la Cruz",
la cuchillada en la garganta del espíritu, la cuchillada,
yo gozoso como un tomate,
la niñita linda que pisa alfombras de ternura derrumbada y dolorosa
y uno que lo encuentra todo bueno y nuevo, lo mismo que en los Evangelios, y anda alegre como una luna o un caballo,
el círculo de pólvora y a la vez de tarde llorante y de musculatura y de filosofía de océano,
la tal tristeza de miel de los enamorados,
la moneda melancólica sonando en la oscuridad del hombre,
y después, ¡ay!, después, después el Coronel,
el CORONEL, el CORONEL, el CORONEL y el cine,
la perilla dominadora de los aeroplanos,
y el Coronel enseñándole urbanidad a mi heroísmo,
como un elefante que le tirase la barba al mundo,
la suegra peluda y metafórica como el patíbulo,
y Carlitos tan cumplido, tan caballerito... —eche la patita mi hijito! ...
y la tía Zoila y la tía Julia

y Adardio y las muelas casadas y la tía Clarisa, y el Coronel, el Coronel, ¡atención: firm! ... y ahora, solos,
arrinconados contra la montaña, solos,
o domando bestias de hierro,
arrojándoles huevos de águila a esa trinchera,
el tren lluvioso o nublado de acordeones, crujiendo mundo a mundo, Buin, Maipo, Barrancas, San Felipe, Concepción, Valparaíso, Santiago de Chile,
y los hoteles y las pensiones con telarañas, sin solución divina, en donde devienen solteronas, usureros y comida triste, y las patronas empapeladas con diarios leídos y moscas, el bastón imperial azotando fieras de cemento; ¡ ah!, traía la muerte adentro, la guagua,
sí, sí, como un fruto de azufre, anidado en la rosa de las entrañas, sí,
por eso era tan vieja y tan soberbia su actitud de vidrio trizado,
¡ay!, de vidrio trizado, ¡ay!,
y su alma imponente de ciego o de muerto,
y su carita triste y grande y fuerte,
y su belleza como el mar o como el sol, o como todas las montañas
del mundo, o lo mismo que un verso de fuego, ¡ay!, un Dios miserable la seguía desde lo infinito, las frutas profundas de la tierra
no alegraron, no, no alegraron su juventud equivocada,
el huevo de ceniza de la tristeza,
valía más que todas las cosas ella, yo lo juro;
edifico la impresionante soledad, edifico
el cinturón de gozo y de llanto, la vida parida de huesos,
el círculo girante y variable alrededor del ideal,
la gran muralla de latigazos,
la perspectiva de triángulos y láminas y vértices atrabiliarios, hacia la última voz humana;
he ahí, el hombre que tiene un ojo, sólo un ojo de diamante serio, y setenta manos sin causa,
cuerpo de piedra, pies de bronce errante y circulatorio como un planeta, o como las jaivas ancianas,
y rostro movible, andariego y errabundo, semejante al calendario, y está cruzado de naciones y de verdades, y vestido de una gran man¬ta pintada con crepúsculos, empuñando el bastón de los sucesos, los destinos y las palabras, he ahí
y he ahí, que saca la lengua ardida,
en lo negrazo,
y se ríe con la dentadura;
despernancado y despavorido,
yo vengo viviendo a zancadas incoherentes,
solo,
mundo abajo, ¡ay!, siglo abajo, desgarrándome las entrañas imagi¬narias
en los espejos despedazados del instante;
historia del espanto;
parece un dolor cerebral, amiga,
y son, apenas, los instintos adoloridos,
la carne maltratada y vagabunda,
la estatua atribulada que llora adentro del hombre forzudo, en verdad, soy amargo como la salmuera, pero lo soy combatiendo, lo soy peleando contra la amargura, tengo la fe tremenda del que no cree en nada,
por eso, sí, por eso mi corazón guerrero y soberbio camina con la espada desenvainada, bramando, como un toro notable, por la vía férrea de las batallas, es la voluntad adivinatoria,
la certidumbre ensangrentada de los viejos, humanos huesos,
la lámpara negra de las intuiciones formidables;
ahora, la niña sólita con los muertos,
¡Dios mío!, viviendo la vida dispersa de las sepulturas,
adentro de la tierra,
untada de olvido, como los años usados,
llena de mundos en desorden,
cavada de eternidad como un poema, así lo digo,
y rodeada, sólo rodeada de sí misma;
canta el día parado medio a medio del mundo,
y la vida madura como una gran manzana;
la Luisita tiene los ojos lo mismo que las aceitunas,
además, es pequeña y tranquila,
y anda mirando, así, como apartada, así, como extranjera por lo ab-soluto,
con su actitud de abeja tan abeja,
yo la quiero a la Luisita, yo la quiero,
Winétt de RoKha, la ultramarina,
y es difícil ser indispensable, como el alma,
yo la quiero,
siempre se me distingue, principalmente cuando lloro o ando lejano, además, soy casado con ella;
hoy no tengo dinero, generalmente no tengo dinero afanoso, y el mercader de agosto llora encima del paraguas olvidado, pero son cuatro los atados de alegría,
como los horizontes, como los Evangelios, como los continentes, si hubiese un continente muerto,
van con sombrero, con zapatos y abrigo impresionante,
y hay bastantes porotos, bastantes papas, bastantes garbanzos y bas¬tante trigo,
hay uvas antiguas en la despensa,
hay 7 gallinas, 2 pavos, 2 patos y un cerdo alegre y religioso,
la lluvia aumenta la soledad y pide causeo y vihuelas,
¡ja!, ¡ja!, ¡ja! ... ;
me gusta la tierra chilena,
soy chileno,
me da tristeza la verdad nacional contra el gobierno y el estado;
amo la bandera tan engreída, tan orgullosa, enarbolada,
y odio al animal del tiempo, tan oficinista, tan,
pero yo hubiera sido soldado, bien soldado como Pedro de Valdivia,
así, borracho, aventurero, así, así,
así, mujeriego y sinvergüenza y pendenciero, católico y ladrón, así,
ladrón, antiguo monstruo agrario,
rebrindo mi raza de bandidos y de piojentos jugando a LA REPUBLICA;
fondeó el día peludo y deshabitado,
duración sin duración, que emerge, triplicándose, la hora de la bala rotunda,
yo estaba edificando, no, deificando la ciudad vertical, sin cielo arriba ni abajo,
el horizonte de metales irrevocables,
cuando los pájaros de aluminio llegaron a discutir conmigo, entonces la culebra automática
se me enroscó al corazón, en figura de remordimientos sin escamas, y los perros de la plaza pública
me confundieron, ¡ay!, me confundieron con un astro variable, y le ladraron
a la gran bandera que salía de mi boca; colgaba del tiempo en el tiempo,
tal como las peras hermosas en los silabarios de la infancia,
con esa molicie apostólica de los cueros vineros,
y era modesto y soberbio como los preceptores, y crecía
como la niebla que viene saliendo de adentro;
todas las desgracias son lo mismo,
por eso los cielos modernos demuestran la permanencia del ahorcado,
y la naturaleza de piedra muerta
no requiere la patología inaudita de la poesía,
ni el chupete del hombre mediocre,
la trizadura de vidrio ordinario del cotidiano,
la costumbre mellada y capciosa,
el impermeable descompuesto, eme huele a gruta podrida, y es igual que revienten días de vitriolo o tiempos floridos de calendarios con limoneros; por lo tanto, he venido a derramar geometría en los muebles y en los hombres,
pues aunque anoche manoteaban los niños enfermos y yo los cuidaba
humildemente, yo iba cavando fórmulas, tallando líneas absolutas, corrigiendo y dirigiendo las montañas, los destinos, las palabras del
universo,
conduciendo la máquina matemática;
ahora, voy a escribir las congojas del sexo,
la bestia quemada, como de fruta inútil y poderosa,
abriendo las piernas del mundo, lo mismo que esa gran boca peluda,
la inquietud desgarrada y furibunda, como las razas malditas, o los crucifijos,
el mineral de fuego con la lengua afuera, la noche inútil, sonando,
los cuerpos torcidos, que parecen escarabajos feroces, batallando en la pelea alucinada,
el beso que hiere y que muerde, enyugando los elementos, las camas eternas, llorando,
y la faz desparramada y patibularia de caricatura terrible, las lenguas pegadas a los sexos,
lamiendo, chupando, mordiendo, lo mismo que moluscos azotados, y el corazón en ventolera, semejante a la motocicleta rodando año abajo, crucificado en la trepidación violenta y amedrentada, y el lamido de oveja de la caricia agradecida y postuma, como adolescencia de empleado, la sonrisa dominadora anudando los astros amargos, el gesto de pantano y de sembrado o de leones universales; perdido en la farmacia cosmopolita,
arrinconado a la vecindad de las estufas, doblado en siete dobleces, apuro los tragos urbanos, bien contento,
porque el pájaro montañés aletea en la infancia de las guitarras, y un son agrario se difunde en la química psicológica; deriva el país, arbolado de banderas mojadas, arrastrando cielos arruinados,
lo mismo que un buque, nublado de eclipses, invierno adentro, y un sol lluvioso cuelga del romadiso agreste,
leo los diarios futuros o recuerdo a Raimundo Martínez, el despachero-asesino de Maipo, y a Pancho Lobos, el preceptor y el maricón del pueblo, y a la Matilde García, la solterona, y a Carlos Muñoz, el tonto patas de palo, y a la Honoria, también a don César, picoteado de canciones, y recuerdo la iglesia anacrónica y el cura borracho y apolillado;
de repente me reviento, y se rehunde conmigo la cosa redonda con
hombrecitos, de cabeza en lo abandonado; son los techos malsanos, ruinosos, velludos, y el alacrán de los suelos baldíos,
el alambre eléctrico que le rebana el corazón al transeúnte,
la rata y la araña viudas del antetecho,
la cité deshonesta, pendenciera y sin esperanza,
la gata rabona que salta desde el trasnochador variable,
y el sol, partido de locura, apareciendo, de noche, en lo espantoso,
con la cara barbuda de adioses,
la grúa ramplona del consuetudinario,
a patadas con los sueños,
en el límite patológico y geométrico,
ese olor grande y falso de la gran magnolia de papel entusiasta,
el bandoneón de las breas navieras,
el charleston que uno empuña destripándose, mi hijita,
un hombre errando en los tranvías que nunca partieron,
allá o ahí o aquí,
en la juntura alucinada, sin dirección explicatoria, en donde emergen, peleando,
7 candelabros por el Asia y 7 candelabros por el Africa, y concluyen todos los caminos,
y la bandera enlutada acumula lo oscuro, que es luz contraria, los vientos hablando y dirigiéndose,
la gran locomotora, sin calzado, arañándose el vientre demente, los rascacielos tan bien grandazos, tirando torres al vacío,
—ah! ... a... a... tirando puentes al vacío,
la garra cósmica de las grúas rajando los estómagos de las toneladas,
y el avión que se estrella contra lo infinito,
como un escarabajo enorme, partiendo los hierros eternos,
la tristeza astronómica de las chimeneas
escupiendo hacia los acuarios estrellados, que parecen grandes copas,
el corazón socialista y asesino de las fábricas;
semejante a esa manzana de azufre de los cementerios anulados,
parecido al gallinero que se llenó de huevos de pólvora, a la estufa,
o al sembrado irresponsable, envenenador del vecindario que puebla las botellas pulmonares,
nació y creció y murió esto, esta gran frecuencia dramática,
ahora va tendida sobre mis terrazas municipales;
por eso parezco un hombre cargado con bultos oscuros o atados anti-cipados,
y un anunciador de túneles;
los barrios hediondos a pescaderías y a crepúsculos, la bestia obrera, tan mosqueada,
el amor desmuelado y cuchillero, que parece escabeche podrido,
es otra gran vida caída, sin afeitarse nunca,
y siempre oliendo a cebolla, a chupilca, a puta obesa,
la canallada épica y patética del invierno,
asomando el juanete amarillo entre el ramaje ensangrentado de las agonías,
y borneando su cola de toses-adioses,
la cara macabra de las agencias, que hieden a sepultura y a prestamista,
"casa honorable, sin pensionista, da pensión a caballeros honorables,
prefiriéndose extranjeros honorables, comida de familia honorable, con o sin muebles, se arriendan piezas honorables, se arriendan, y se hacen zurcidos", o aquel aroma a zorra, que es fuerte como la espada, ese que tiene un sur de océanos occidentales, lo mismo que niñas sin
medias,
y voz de heléchos en deporte,
el animal de lo mecánico sucesivo y la melodía
abrochándose el chaleco de la locura,
y todavía el Dios borracho,
que llora meando en todas las esquinas del universo,
y se rasca los murciélagos
por la izquierda,
y se rasca los murciélagos
con la pata trasera del día,
en aquel almacén desvergonzado que vende laureles y verdades falsificadas,
la calavera de los difuntos viejos, goteada de cerotes de astros,
la melena supersticiosa de los pueblos solteros y mal comidos de Chile,
los hongos pelados que le salen a la melancolía,
y los ciclos nerviosos, enlutados de ramajes deshojados,
arriba de la caja urbana,
tremolando sus países rotos,
la vela de los desvelos,
y la viuda con flores moradas,
que cruza, llorando,
el callejón de la noche tremenda,
escoltada de asesinos,
las sillas ahorcadas y las mesas degolladas como mujeres; es lo mismo que si yo grito: ¡ socorro! ... y se quiebran todos los vidrios del cementerio, calendario de dinamita,
olla de llanto, clausurada con términos geométricos,
llena de fréjoles continentales,
capaz de calentar el fuego y la muerte,
un guiso valiente, caramba,
para estómagos de conquistadores o de bandidos o de guerreros,
sí, sí, a mi corazón no lo tuercen los cantos,
cultivo de espadas en terrenos de piedra y de hierro,
un mono salvaje y leído,
y un gran animal sensual, comilón, dormilón y borracho,
esto me define:
un cuero de vinos calientes,
eso,
un cuero de vinos calientes revolcándose en las mañanas asfaltadas del siglo debajo del sonido del cielo, árbol con músculos de planetas equivocados, tierra de muertos, en donde madura la uva, y ondula, como un mar, el universo temible del hombre, golondrina de acero que sabe canciones automáticas, toro de ébano, potro de ébano, galopado de campanas y ladridos; o estoy contento porque me gusta decir zapallo, comba, verano, sin causa;
unos tocan la trutruca apolillada en el rincón invernal y extranjero, otros encanallan la esperanza manoseándola, como a una ingenua an¬tes de casarse, y no la montan renunca, contrarrenunca, otros desembocan con los huesos comidos de larvas, otros se ponen brillantes de trajines, lo mismo que las putas y las monedas,
otros atornillan el universo con el esqueleto,
unos están parados, otros están tendidos y otros oscilan navegando
entre universos, todos son los mismo,
detrás del hombre subsiste la nada que proyecta la nada, y el viaje ausente y sin cabeza; otra vez, otra vez su recuerdo invulnerable, pobrecita la Carmencita, tan inmensa,
sin embargo, nos veremos, carita de nido entre los choclos soberbios, mi hijita, ¡ ay!, hermosa como los toros egipcios, alma sin cuerpo bajo los altos castaños,
¡ay!, la misma tristeza me la va quitando, me la va arrebatando del
corazón errante, parece que fuese más del mundo y del tiempo, así como el sol ardiendo sin propietarios,
pero yo encuentro su actitud de pollito acurrucada en todas las cosas;
todavía me acuerdo del instante espeluznante,
yo iba adentro de la noche, ¡ oh!, adentro de la noche llena de gallos;
arriba del techo parían todas las estrellas republicanas,
los gatos inmensos de la oscuridad rasguñaban las murallas del mundo,
y un pájaro, estrellándose, volaba contra la tiniebla,
gemían las esquinas atribuladas de asesinos y muertos que meaban
avergonzados, de repente, Pablo de Rokha me dio su mano podrida, sí, desde la última puerta de las últimas puertas, y como yo soy yo, Pablo de Rokha, me asusté mucho, pero mucho, desde entonces siempre llevo toda la barba crecida, como los murciélagos elegantes;
hoy no quiero encender mi cigarro porque puedo incendiar el mundo; una gran bandada de llantos, comedores de dolores,
enluta los cielos erguidos y sin telarañas, la tierra abierta como las sandías,
yo conozco el grito inmóvil de abajo,
la planta tiznada que puja saliendo de la boca,
la columna resonadora del alarido,
conozco la muerte y la muerte con los pelos crecidos c infinitos,
conozco toda la congoja del sexo;
los gerentes imperialistas del Wall Street
tenían su razón animal diciendo
(acariciándose el estómago del espíritu):
"el tiempo es oro", oro del tiempo, ¡ ay!, oro del tiempo sin moneda, porque la vida práctica está llena de piojos de plata; sol honrado como un gran poeta,
sol hermoso como un caballo, sol antiguo como un proverbio, sol sonador y que seca las ropas mojadas; visionario, lujurioso, carnicero, valiente y cobarde, amigos,
tomador de vinos, comedor de quesos trascendentales, glotón, andariego, bribón, tonto y flojo como la belleza, vicioso del alma,
voy a decirlo, una gran tinaja fermentadora, en donde deviene toda la literatura, Dios hecho trofeo,
ambición de la tierra parida de chancros y tumbas; por eso adentro del hombre hay vacíos irremediables, la tristeza que choca sonando contra las baldosas del año, la ahuecadura parchada de razones sentimentales; ¿de dónde me agarro para no caerme muerto? ... arrinconado allí en donde mean las viejas, entre los letreros abandonados de LA VIDA,
entre los huesos urbanos, entre las copas trizadas, entre los tarros llovidos,
yo hago pájaros sin ilusiones,
la fina víbora del suceder, tan metafísica,
y también la rata pelada
que roe la soledad trascendental de los sepulcros
con el colmillo de los anuarios, el animal de palo de los pueblos,
la eterna vaca de greda con tetas como los ríos antiguos,
el ave temible y prudente que tiene barba,
la carcoma, hueso de perro, preñada de faraones de alcaloides,
la bruja peluda que parece feto de muerta;
entonces, sin embargo, ahora,
el soberbio horizonte de puñales sublevados,
los cinco símbolos muertos de la estación radiotelegráfica del univer¬so constante,
aplaudiendo a esa manzana de pólvora, fragante de noche enorme;
la yegua rayada del peligro, a la orilla, en ese límite;
cartero de bronce,
golpeo las ventanas de la muerte
con mi atado de violetas,
las galerías del canto salvaje
atraviesan la esfera llena de ojos azules,
enarbolo todas las banderas,
remezco el almendro del verso,
y la ceniza encantadora
me va cubriendo las viejas espaldas de árbol,
entonces, mi brazo
cruza la sombra
cantando, como los obreros;
un viento agreste
le roba, jugando, los pétalos de su delantal feliz como un gallo,
besándole la poesía integral del talle,
la policía sabe que adentro del corpiño, adentro,
se lleva robados dos jarritos de plata,
y no se atreve a quitárselos,
ayer le abrió el vestido,
un cardo insolente y vagabundo, como un poeta,
y fue lo mismo que desnudar a una flor,
unos creen que es un insecto de las huertas antiguas,
otros creen que tiene derecho a perfumar los años como las abejas o
como las cigarras, yo le corto manojos de besos para las banderas dionisíacas;

es nerviosa y coqueta la locomotora,
así, como las colegialas imaginarias, con su risa de hierros
encima del poniente, cruzado de animales analfabetos, parece que fuese a agujerear el horizonte, pero el peso del cielo y del tiempo cansa la audacia,
y se tiende, suspirando de alegría, morena entre los sembrados; sinceramente, no comprendo
¿cómo es posible que un ovillo de lana amarilla, de lana, cante como las victrolas?,
uno cree, pues, uno cree que habría que dar vueltas a una figura de oro
para que aquel carretel automático sonase, no, canta solo lo solo, el canario,
esa tal música de geografía agreste como las ovejas,
parado en la hoja de lechuga de la mañana
es una gran mentira de lujo
y un cesto de verduras recién llovidas;
la tarde se parece a las peras maduras,
el eucalipto se empina sobre el crepúsculo, todo lo nervioso,
y se envuelve en los choapinos violetas,
levanta la tonada sola y roja,
con hierros mohosos, el portalón de antaño,
y cantan las altas tonadas del polvo,
arriba, camarada, arriba
las uvas sonoras del contentamiento,
es la hora del sapo y del canto,
y el día herido
tiene la resonancia gris de las campanas rotas,
y un ancho sol trizado,
feas estrellas negras del murciélago,
arañando la luna chilena
con aquel escalofrío de lo peludo,

sin embargo, todavía
va sobrando, entre el cielo y el mundo, apenas, el horizonte necesario para levantar la copa; parientes de mujeres,
las frutas curiosas se asoman, hablando o hablando, al balcón de los viajeros,
cuando yo paso andando, lo mismo que un día profundo, circula el sueño
en el horario de mis ojos, llenos de semillas,
y mi poncho de luz,
rayado de paisajes inabordables,
mi poncho de luz,
cubriendo los lomos doblados del viaje y del hombre; abarca las perspectivas, como una gran patagua blanca; ignoro dónde comienzo e
ignoro dónde concluyo,
y, sin embargo, yo estoy solo, yo estoy solo,
sí,
yo estoy solo, como la altura, que es la voluntad del abismo,
además, yo viajo conmigo, que también es otro,
pero yo hago el círculo de mi angustia,
alrededor de mi vacío,
y la soledad sale de mí y me envuelve
como la muerte, que sale del hombre,
o como la sombra, que va a la rastra, y agranda el mundo;
aquí, yo sólo coloco a Igor, el pirata, ceñido de corsarios normandos y escrito de puñaladas,
al capitán Kragh, arado de inscripciones rúnicas,
y a Gog, el innumerable y sus vikingos, Rhin adentro, tan rubio, tan cristiano, tan justo, asesinado sin malicia,
ahora, la borrachera atravesada de campanarios, la escoba de la bruja Karungia y San Vito,
el viaje hacia la infancia, remontando la Edad Media y la abracadabra y los sábados negros en los navios del whisky,

y el árbol de lágrimas, teñido con vinos marinos y adivinanzas amarillas como calaveras,
aquel trigal, ¡oh!, aquel trigal alucinado y dionisíaco,
y toda la tierra empapelada de días domingo, que parecen viejos pueblos muertos;
...¡ay!
por cuanto asoma un viento prudente,
por lo tanto, agarro mi tristeza y voy a tocarla a la otra esquina del cielo,
para que Dios me perdone la manera y el grito; el hueso endonde,
yo parado en la perpendicular de mi lamento, hora del pájaro sin comedia,
no comprendo, verdaderamente, ayer, todavía, después, atribulado, arrinconado,
como un bobo, o lo mismo que un capitán de piratas oceánicos atribuyo mis pasiones a la naturaleza ...

YANQUILANDIA (FRAGMENTOS. DE "LOS GEMIDOS", 1922) por PABLO DE ROKHA




Nacimientos por teléfono, defunciones por teléfono, matrimonios por teléfono, toda la epopeya, toda por teléfono, enamorarse radiotelegráficamente, vivir y morir en aeroplano, 100, 200 kilómetros sobre el nivel de los viejos valores humanos, los viejos valores humanos, existir a máquina, conocer a máquina, recordar a máquina, ver a máquina, a máquina, el espectáculo gris de los ángulos, triángulos o polígonos rectangulares, horizontales que resumen la augusta psicología cósmica, según las pupilas matemáticas del súbdito yanqui, mesura los fenómenos sentimentales, intelectuales, sensacionales, adoptando el sistema métricodecimal como unidad inicial y el dólar como fin, casarse por sport, matarse por sport, hacer rédame a los pechos divinos de las niñas y al vientre de la viuda, ir cinematograficándose a lo largo de las tristezas diarias convertido yo, el hombre, yo, el hombre, yo, el hombre convertido en errantes panoramas efímeros, panoramas efímeros y temas azules... (—¡País de los divorcios! ... ).


Woodrow Wilson.

Situado en la estupenda, la estupenda tribuna mercantil de Washington, predominando sobre las vagas colinas del Derecho de ayer y sus tabladillos intercontinentales, mirando hacia ninguna, ninguna, ninguna parte, Woodrow Wilson lee la Biblia a los pueblos modernos.
Y sus tristes mentiras suenan como las músicas anacrónicas del barrio, rurales, otoñales, dominicales, y la voz lluviosa de los muertos en las trágicas tardes trágicas de la época.

Desenvolviendo melodiosamente sus antenas tentaculares, Yanquilandia sonríe con ruidos de serpiente a los sencillos americanos del Sur; su ojo enorme, antediluviano, hipnotiza pájaros y animales, ciu-dadanos y árboles, nidos, mujeres, niños, flores y frutos, y, como un reflector gigantesco que cogiese todo el sol, todo el sol, ahoga en luz, ahoga en luz, ahoga en luz, incendia, calcina las vagas músicas del paisaje rural, eminentísimo, la oscura flor de la ciudad, situada entre dos grandes premisas: 1.000.000.000.000.000 de dólares y un cañón de 100 pulgadas... sin embargo ... los rotitos de Chile afilando sus cor¬vos modestamente gruñen: "y en'dey pus iñor"....


John Rockefeller.

(Una vez había un asno, una vez había un asno que hablaba y sonreía, sonreía y hablaba lo mismo que hombre; decían, observandole, las viejas beatas: asno más asno! ... y pasaban.
Pero un buen día, murió... entonces las viejas beatas vinieron a rumiar los excrementos, porque los excrementos eran de oro sonante ...)


Andrea Carnegie.

—"Los libros bien encuadernados adornan bastante, adornan bastante, adornan bastante y, además, sirven para leerlos; bueno es leer, bueno es leer, bueno es leer, no demasiado, bueno es leer; pero yo tengo dinero, mucho dinero, ¿compraré merengues? no, que... etc., ¿compraré piñones? no, que... etc., compraré libros, libros, libros; bien encuadernados adornan bastante, bastante! ..."


El Dios yanqui.

Rubio y serio, completamente afeitado, completamente, dice: yes, oh! yes, yes, a las dactilógrafas cínicas que inquieren como tumbas, sus designios trascendentales...

Está sentado en su azul gabinete azul, azul de trabajo; —... azul! ...—
—¿A cuánto asciende, en dólares, el sol sumado a la luna y las estrellas?... tal piensa, tal piensa aquel oscuro, fabuloso, ilimitado mercader de lo infinito, tal piensa haciendo sonar en sus bolsillos las monedas orinecidas de los viejos astros muertos... y sonríe!


U.S.A. Company.

Capital: 1.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000 de dólares.
¿Quiere Ud., quiere Ud. transatlánticos, momias, fetos, hombres, momias, fetos, hombres, dínamos, ferrocarriles, tractores, camiones, motores, rameras, gusanos, automóviles, yodosalina, catedráticos, vacas Holstein o Durham, sabiduría en inyecciones hipodérmicas, honradez a la cocotte, arte puro, arte embotellado por nosotros en las botellas mahometanas del tipo Alah, presidentes especiales, especiales, especiales para Suramérica, o cualquiera otra máquina, animal, manufactura, cosa por el estilo?...
Escriba a: U.S.A. Company, U.S.A., pidiendo catálogos, pidiendo catálogos, pidiendo catálogos.

viernes, julio 29, 2011

POESIA Y POEMA (FRAGMENTO DE EL ARCO Y LA LIRA) por OCTAVIO PAZ




La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. Ope-
ración capaz de cambiar al mundo, la actividad poética es
revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un mé-
todo de liberación interior. La poesía revela este mundo;
crea otro. Pan de los elegidos; alimento maldito. Aisla; une.
Invitación al viaje; regreso a la tierra natal. Inspiración, res-
piración, ejercicio muscular. Plegaria al vacío, diálogo con
la ausencia: el tedio, la angustia y la desesperación la alimen-
tan. Oración, letanía, epifanía, presencia. Exorcismo, conju-
ro, magia. Sublimación, compensación, condensación del in-
consciente. Expresión histórica de razas, naciones, clases.
Niega a la historia: en su seno se resuelven todos los conflictos
objetivos y el hombre adquiere al fin conciencia de ser algo
más que tránsito. Experiencia, sentimiento, emoción, intui-
ción, pensamiento no-dirigido. Hija del azar; fruto del cálcu-
lo. Arte de hablar en una forma superior; lenguaje primitivo.
Obediencia a las reglas; creación de otras. Imitación de los
antiguos, copia de lo real, copia de una copia de la Idea. Lo-
cura, éxtasis, logos. Regreso a la infancia, coito, nostalgia
del paraíso, del infierno, del limbo. Juego, trabajo, actividad
ascética. Confesión. Experiencia innata. Visión, música, sím-
bolo. Analogía: el poema es un caracol en donde resuena la
música del mundo y metros y rimas no son sino correspon-
dencias, ecos, de la armonía universal. Enseñanza, moral,
ejemplo, revelación, danza, diálogo, monólogo. Voz del pue-
blo, lengua de los escogidos, palabra del solitario. Pura e
impura, sagrada y maldita, popular y minoritaria, colectiva
y personal, desnuda y vestida, hablada, pintada, escrita, os-
tenta todos los rostros pero hay quien afirma que no posee
ninguno: el poema es una careta que oculta el vacío, ¡prueba
hermosa de la superflua grandeza de toda obra humana!

jueves, julio 28, 2011

MARTIAL PROCLAMATIONS por EFRAIN BARQUERO



Proclamation 88

We inform you that all those stripped by the Allende government
/ may return to their fatherland: / The Kennecott, the Anaconda,
the ITT, the Dow Petrochemical, / the fellow-citizens who were
robbed of entire provinces, / the Edwards family decimated
through the world, / Viaux, Enrique Marshall, Pablo Rodriguez,
/ the Zig-Zag Company, the Chilean Colony of Colombia, / the
heroic groups of Patria y Libertad / and the patriots who
eliminated Schneider

Proclamation 103

We have found the formula / to depoliticize the universities: /
expelling half the student body / expelling half the faculty / and
shortening the studies to half. / Mens sana in corpore sano.

Proclamation 202

The number of dead is exaggerated / in this cleansing action in
our country. / They are very few. The precise ones, the necessary
ones, / when there are such important things at work / as God,
the Fatherland and Freedom.

Proclamation 331

There is a series of international organisms / that are raising a -
ruckus about something so abstract / as human rights of people
they don't know.


Proclamation 371

/ We are informing all good Chileans, / those who have stayed in
the country, / to hand in their books, their own and those of others.
/ The owners bringing in their volumes / with marginal notes or
underlined little sentences, / must explain, before our
calligraphers, / why they did this and identify themselves
politically / A census of readers in the population will be taken /
attended by corporals and ladies of the Rotary Club.

Proclamation 400

/ We denounce that we are much infiltrated. / We will
immediately complain to the CIA.

Proclamation 595

We want to state that the accession of the Junta / shows that God
/ has not yet withdrawn to his winter quarters.

BANDOS MARCIALES por EFRAÍN BARQUERO




Bando 88

Comunicamos que pueden retornar a su patria
todos los despojados por el gobierno de Allende:
La Kennecott, la Anaconda, la ITT, la Petroquímica Dow
los compatriotas a quienes robaron provincias enteras,
la familia Edwards diezmada por el mundo,
Viaux, Enrique Marshall, Pablo Rodríguez,
la Empresa Zig-Zag, la Colonia Chilena de Colombia,
los heroicos grupos de Patria y Libertad
y los patriotas que eliminaron a Schneider.


Bando 103

Hemos encontrado la fórmula
para despolitizar las universidades:
expulsando la mitad del alumnado,
expulsando la mitad del profesorado
y acortando los estudios a la mitad.
Mens sana in corpore sano.


Bando 202

Se exagera el número de muertos
en esta operación de limpieza de nuestro país.
Son muy pocos. Los justos, los necesarios,
cuando están en juego cosas tan importantes
como Dios, la Patria y Libertad.


Bando 331

Hay una serie de organismos internacionales
que están metiendo mucho ruido con algo tan abstracto
como los derechos humanos de gente que no conocen.


Bando 371

Se comunica a todos los buenos chilenos,
aquellos que se han quedado en el país,
a entregar sus libros, los propios y ajenos.
Los poseedores que traigan sus volúmenes
con notas al margen o frasecitas marcadas,
deberán explicar, ante nuestros calígrafos,
por qué lo hicieron e identificarse políticamente.
Se hará un censo de lectores en la población
atendido por cabos y damas del Rotary Club.


Bando 400

Denunciamos que estamos muy infiltrados.
Nos quejaremos inmediatamente a la CIA.


Bando 595

Cúmplenos expresar que el advenimiento de la Junta
demuestra que Dios
aún no se ha retirado a sus cuarteles de invierno

"ME CAGO EN EL ESPIRITU" por ANTONIN ARTAUD



Despues del romanticismo,
del simbolismo
del dadaismo,
del surrealismo,
del letrismo,
y del marxismo,
es decir de cien "escuelas" de subversión politica, filosofica o literaria,
existe una plabara, una cosa que permaneció en pie, un valor que no se ha movido, que a pesar de todo conservó su antigua preeminencia, se trata de la palabra y la cosa del espiritu, el valor ligado al espiritu,
el valor de la cosa espiritu,
como si bastara enunciar,
hacer brotar en la esquina de una página la palabra magnetica espiritu para que todo estuviera dicho Como si se hubiera convenido de hecho y como en principio y en esencia
que el espiritu es el termino innato, el valor tipo,
la palabra cumbre
a partir de la cual el viejo automatismo atávico de la bestia llamada hombre pudiera dejar de vacilar.

LOS NUEVE MONSTRUOS por CESAR VALLEJO



I, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora, voraz,
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de sér, dolernos doblemente.
Jamás, hombres humanos,
hubo tánto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tánto cariño doloroso,
jamás tan cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
y la migraña extrajo tánta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.
Crece la desdicha, hermanos hombres,
más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con la res de Rousseau, con nuestras barbas;
crece el mal por razones que ignoramos
y es una inundación con propios líquidos,
con propio barro y propia nube sólida!
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
a la hora del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.
El dolor nos agarra, hermanos hombres,
por detrás, de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir, puede uno orar...
Pues de resultas
del dolor, hay algunos
que nacen, otros crecen, otros mueren,
y otros que nacen y no mueren, otros
que sin haber nacido, mueren, y otros
que no nacen ni mueren (son los más)
Y también de resultas
del sufrimiento, estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla,
al cereal, en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al vino, un ecce-homo,
tan pálida a la nieve, al sol tan ardio!
¡Cómo, hermanos humanos,
no deciros que ya no puedo y
ya no puedo con tánto cajón,
tánto minuto, tánta
lagartija y tánta
inversión, tánto lejos y tánta sed de sed!
Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer?
¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer
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