jueves, octubre 13, 2011

El HOMBRE por VLADIMIR MAIAKOVSKI



Servidores del culto sagrado, absolventes de
todo pecado, el sol, cual incensario ilumina mi
cabeza. Purificadores aspirantes a monjes.
La noche de unción del hábito sacerdotal
cuelga sobre mi espalda de condenado.
Yo beso el Evangelio,
de mil páginas de mis días de amor.
Mi amor es una plegaria,
resonando de dolor,
y marcha con el alma en peregrinación,
con devoción de esperanzado.
Escucho la tierra,
y su voz me dice:
"¡Hoy te doy mi absolución!"
En el arca de la noche,
yo espero,
al nuevo Noé,
envuelto en la sotana del diluvio.
Ahora vendrán por mí,
y cortarán las amarras de la tierra,
empujados por los vientos del amanecer.
Ya vienen.
Ya llegaron.
Se ven luces por doquier.
Cantan los gallos del amanecer.
Silenciosamente entran los días,
con su cáscara de trajines.
De nuevo sale el sol.
El capitán de fuego nos convoca,
con los tambores de la aurora,
allá,
detrás de los basurales de la tierra.
Sol,
acaso me olvidarás,
yo que soy tu pregón sonoro.

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