jueves, octubre 27, 2011

EL V I A J E R O S O M B R I O por CARLOS DE ROKHA




Yo abría las ventanas y un metal de silencio
corria de los techos hasta invadir mi alma.
Desde abajo, y en todos los rincones,
la vida me agitaba su paloma furiosa
apresada entre canticos y espadas o campanas.
Asi descubrí una isla para sofiar
volvian mis antepasados con graves pisadas
de los puentes donde un niño queria sostener
la paloma y la rosa.
Mas ¿cómo alcanzar la estrella
y dejaba una mancha de sangre en las bodegas
y una araña de vidrio sobre las sábanas
y un puñal de ceniza en la almohada?
Creo que en los ojos de mi madre
apareciste tu sometiendo las ondas
y hubo una huella de espuma que recogia tus pasos
hasta que su eco en el coral me repitio tu nombre.
Ah ¡cómo ser la presencia y la fuga!
Pero es el mismo muro el que abate la sombra
y aunque cantes de pie contra el olvido
y aunque grites al astro que impasible
gira en su órbita obscura

siempre tendra una muerte decorando los dias
y una lagrima impura mojando el pan del héroe.
Te digo que hubo noches en que busqué un amor
para llorar la rosa y su metamorfosis
en serpiente del fuego. Los labios
ascendian de si mismos a un rio de delirio
y habia temas de coral que se encendían
en las lámparas
donde una mano ávida te evocaba en los muros
y un temor de morir se agitaba en el pulso.
Fue cuando abrí las ventanas a un metal de silencio.
Yo traía los ritos y una puerta
en visiones de angustia me ofrecía el retorno.
¡Oh, deudos, sabed que entre mis manos
late ahora lo obscuro!
Quise abolir la sombra y su distancia,
pero siempre volvían los espectros en fuga
y una corona negra me ceñía la frente
y un pájaro profético devoraba mis ojos.
Todo a mis pies parecia extinguirse .
No tendría regreso de este viaje a la sombra.
Ni campanas, ni juncos tañerían la vuelta.
Pero hay, lentos corceles del sueño!
¡ay, carceleros de mi noche, llevadme a una isla
más ciega que el olvido!
y que caiga mi vida destrozada en la cima
y que mi corazón busque en vano la aurora
y que el arquero negro me cercene las manos.
Hoy abro las ventanas a un metal de silencio.

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