martes, noviembre 22, 2011

PALACIO DE HIELO por LUIS BUÑUEL



Los charcos formaban un dominó decapitado de edificios de los
que uno es el torreón que me contaron en la infancia de una sola ventana
tan alta como los ojos de madre cuando se inclinan sobre la cuna.
Cerca de la puerta pende un ahorcado que se balancea sobre el
abismo cercado de eternidad, aullando de espacio. Soy Yo. Es mi esqueleto
del que ya no quedan sino los ojos. Tan pronto me sonríen, tan pronto me
bizquean, tan pronto SE ME VAN A COMER UNA MIGA DE PAN
EN EL INTERIOR DEL CEREBRO. La ventana se abre y aparece una
dama que se da polisoir en las uñas. Cuando las considera suficientemente
afiladas me saca los ojos y los arroja a la calle.
146 Quedan mis órbitas solas sin mirada, sin deseos, sin mar, sin polluelos,
sin nada;
Una enfermera viene a sentarse a mi lado en la mesa del café.
Despliega un periódico de 1856 y lee con voz emocionada:
“Cuando los soldados de Napoleón entraron en Zaragoza en la
VIL ZARAGOZA, no encontraron más que viento por las desiertas calles.
Sólo en un charco croaban los ojos de Luis Buñuel. Los soldados de
Napoleón los remataron a bayonetazos.”

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