miércoles, mayo 22, 2013

EL LABERINTO por W.H. AUDEN



Antropos apteros pasó varios días
silbando en el oscuro laberinto,
confiando alegremente su salida
a su temperamento y a su instinto.
La centésima vez que vio un arbusto
que cien veces pensaba haber pasado,
en la confluencia de cuatro senderos,
reconoció al fin que se había extraviado.
“¿Dónde estoy? a menos de que tenga una
respuesta,
dice la metafísica, una pregunta no puede ser
propuesta,
por lo que asumo
que a este laberinto lo ha planeado alguno.
Si el pensamiento del teólogo es correcto
un plan implica la idea de un arquitecto:
un laberinto creado por Dios sería sin duda
un preciso universo en miniatura.
¿Serían los datos de la percepción,
en ese caso, válida comprobación?
¿Qué del universo que domino me puede decir
cuál es la dirección que debo seguir?
Lo que sugeriría el matemático
sería una línea recta: lo más práctico.
Pero izquierda y derecha en alternancia
es algo, con la historia, más en consonancia.
La estética en contraste cree que todo el arte
intenta el corazón gratificarte:
si rechazo disciplinas como ésta...
¿seguiré el camino, entonces, que mejor me
parezca?
Sólo es verdadero este razonamiento
si se acepta el clásico discernimiento,
cosa que resulta imposible de asegurar
si al introvertido hemos de escuchar
ya que su absoluta presuposición
es que el hombre crea su propia condición:
este meandro no fue creado por la divinidad
y más bien es reflejo de mi culpabilidad.
Su centro, que no puedo hacer presente,
es conocido para mi inconsciente;
no tengo pues por qué desesperar:
en él he estado siempre con sólo así pensar.
El problema es cómo decir no quiero;
los que están quietos se mueven más ligero;
mientras no acepte que estoy perdido
porque yo quiero estarlo, estoy perdido.
Si eso fracasa, quizá yo debería
hacer lo que los educadores harían:
contentarme con la conclusión
ya que, en teoría, no existe solución.
Toda declaración sobre lo que yo siento,
como estoy perdido, es falsa al cien por ciento:
termina mi sabiduría donde había empezado:
cualquier barda es más alta que un humano.”
Antropo apteros, vacilante,
confuso ¿hacia atrás? ¿hacia adelante?
mirando hacia arriba deseó ser el ave
a la que estas dudas
debían parecer poco menos que absurdas.

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