sábado, noviembre 23, 2013

EL NIÑO Y LA POESÍA por HUMBERTO DÍAZ-CASANUEVA


En lo que concierne a la Poesía vivimos en Chile una incon­gruencia: estamos orgullosos de nuestros grandes poetas, ufanos de que dos de ellos hayan obtenido el Premio Nobel; pero la Poesía, como vital y primordial necesidad del Espíritu, es descuidada e innecesaria para la mayoría de la población. Sólo algunos porfiados jóvenes la cultivan con heroísmo y sacrificio. Así, los niños crecen, obligados a considerarla en los programas escolares, pero subordinándola a otros entre­tenimientos y deleites que les proporcionan, principalmente el cine, la radio, la televisión, la canción y la infracultura.

Psicólogos de la infancia, artistas y escritores, han consi­derado que el niño, especialmente en su primera infancia, es un ser sensible, por su propia naturaleza, a los llamados "estados poéticos" en que intervienen, por ejemplo, lo lúdico, lo imaginativo, lo rítmico, el balbuceo, el pensamiento mágico y prelógico, lo emotivo, el juego corporal, etc. Jean Piaget ha sido uno de los investigadores que con mayor éxito ha pe­netrado en ciertos substratos del alma infantil. Métodos pe­dagógicos estrechos fuerzan al niño a saltar, lo más rápida­mente posible, los primeros tramos de su evolución psíquica para internarse en las vías del logicismo sin considerar que dichos tramos han de ser vividos plenamente, aunque parezcan "pueriles", incoherentes o insubstanciales, para llegar a la plenitud del espíritu. Como si evitáramos que el árbol flore­ciese para que instantáneo rindiera sus frutos.

El niño tiene muchas similitudes con el artista o el poeta al construir un análogo de la percepción real a través de una fuerza mental que es la imaginación y que apela a significati­vos metafóricos y simbólicos. La imaginación vivifica y dispone las percepciones reales, aún más, es creadora no sólo en el arte y en la poesía; también en la física, la matemática, la filosofía. La imaginación impulsa a la inteligencia. Así lo afirmaba Einstein. Se trata ahora de crear seres prácticos y no quiméricos. La poesía puede ser una droga como el neoprén. Vivimos en una encrucijada. Los países latinoamericanos están obligados a ser diligentes y penetrar el mundo científico- técnico cultivando en el niño el razonamiento conceptual, Pero ello no significa que hemos de proscribir a la imagina­ción, Una pintura de Matta o un poema de Paul Celan no son imitaciones figurativas, no tiene una mimesis aparente, pero, si los desciframos, ganaremos en afinamiento de todas nuestras facultades. Cuando unos niños tomados uno detrás del otro juegan al tren, el guía dice: "vamos a entrar en un túnel"; y todos cierran los ojos... Es hermoso, lleno de significación simbólica, e inteligente. Alguien puede decir "absurdo", pero así daña a la integridad de la mente.

Toda nuestra época está impregnada de una "concien­cia lingüística" que nos ilumina acerca de la naturaleza de la condición humana. Heidegger afirma que la relación entre el hombre y el ser es el lenguaje, otorgándole un gran privilegio a la poesía. Freud funda el psicoanálisis en el inconsciente, lo practica mediante el monólogo del paciente y lo interpreta comparando lo manifiesto y lo latente. Lacan asevera que "el inconsciente se halla estructurado como un lenguaje". Bretón, al comienzo, sigue a Freud y escribe "escritura automática". En la poesía, a veces, hay textos oscuros y difíciles por las tensiones, rupturas, símbolos del psiquismo inconsciente que se verifican como si el poeta de repente se transformara en médium. Algo similar ocurre en la infancia. Una maestra dice "escriban una composición sobre la mesa". Un niño escribe "La mesa tiene cuatro patas que bajan hasta el suelo". Puede sonar a extravagancia, pero es misteriosamente poético. El niño vive en la raíz del lenguaje, ya sea con símbolos lúdicos, pensamiento sincrético o vínculos con otra calidad de expresión: la facial, ta danza, el canto.

Sin querer aplicar una pseudo ley biogenética, cabe re­cordar que la poesía, en sus orígenes, o todavía en las cere­monias de algunos pueblos, se ejercita cantada, bailada o simplemente lúdica, como sucede con la "ronda" de los niños que desgraciadamente se ha perdido en las aglomeraciones de las ciudades. En mi libro, publicado hace muchos años sobre estos temas, transcribo la letra de rondas recogidas por algunos folkloristas chilenos en que figuran palabras por su valor fónico-poético. "Estaba la pastora,/ larán, larán, larito...", o A y qué lindas hijas tienes!: Chirunflín, chirunflán! Gabriela Mistral compuso varias rondas. Recuerdo: "Una niña que es inválida/ dijo —¿Cómo danzo yo? Le dijimos que pusiera/ a danzar su corazón". Felizmente, a la antigua memorización o recitación de un poema, "fácil y claro", desligado de la clase de canto, se ensayan ahora métodos, especialmente en la edad pre escolar, para fundamentar una poesía, que puede pasar por varias etapas. Puedo citar "juegos poéticos de pa­labras" (en que se incluyen a veces algunos "juegos surrealistas"); las adivinanzas, la expresión corporal-gráfica, la danza, el canto, la imagen visual, el juego escénico, etc.

A medida que el niño (particularmente de 6 a 12 años), y tomando en cuenta la evolución de sus intereses, el desarrollo de su afectividad y capacidad intelectual, la selección de poemas no se hará al azar sino conforme a las necesidades que se suscitan. Este es un problema que ha sido estudiado con sumo interés y que desgraciadamente en nuestros países no ha sido del todo considerado. Siempre ha de desecharse la banalidad y lo fácilmente asequible, eligiéndose autores de gran valía aunque sean intrincados. Yo he hecho algunas experiencias: muchas veces un niño descodifica un poema con mayor penetración que un adulto. Debe recordarse a "la ley de penetrabilidad" del filósofo Vaz Ferreira, según la cual el niño intuye y comprende más que el enseñante, naturalmente en ciertos casos que han sido señalados por algunos psicólogos psicoanalíticos como Klein, Anna Freud, Lowenfeld, etc.

Con el arribo de la adolescencia nos encontramos, en la actualidad, con lo que yo he llamado "Pugna entre poema y canción". Jamás un poema hará caer a un adolescente en una especie de paroxismo como una canción de un cantante famoso. Recordemos que en Alemania, a fines del siglo XVIII, el ro­manticismo naciente, frente a las formas italianizantes de la música y a la poesía convencional, rehabilitándose el "lied". Las condiciones actuales son otras. Muchos consideran que el cantante actual desafía al poeta letrado frente al gran público. Todavía los poetas se complacen en llamar a sus composiciones: himno, canto, oda, balada, etc, históricamente formas poético- musicales. Algún rastro queda en la ópera, pero especialmente en las creaciones de los grandes músicos. Pierre Boulez ha llegado a triunfales y maravillosos hallazgos asociando su música a la poesía de René Char. Espantoso sería que la poesía perdiera en dignidad transformándose en una simple "letra" de lo que cantan los que electrizan especialmente a la juventud. Pero de súbito encontramos el himeneo entre poesía y canción. Deberíamos preocuparnos más de este asunto.


Siempre el niño constituirá un mito y un enigma y sus relaciones con la poesía, extrañas e inescrutables. No hay poeta que no sienta en su hondura aletear al niño que fue, Cándido o aterrorizado. Saint-]ohn-Perse escribió "Para festejar a una infancia"; Novalis, Blake, Gide, trataron de descifrar los misteriosos signos de la infancia. Freud descubre al "niño edípico", Gabriela Mistral defiende en su poesía los derechos del niño... Hay varias ponencias que dejo en germen, pero que merecen, algún día, desarrollarse y discutirse porque el problema es enrevesado, valioso y urgente.

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