jueves, febrero 27, 2014

Miguel Bosé & Ximena Sariñana - Aire Soy (Videoclip oficial)

AIRE por EDUARDO J.FARIAS ALDERETE



Aunque aparezcas
Aunque te manifiestes y no
Aunque quieras borrarme de un plomazo
como si los plomazos hicieran desaparecer
gentes y recuerdos
Aunque te elimines y reaparezcas
Aunque quisiese o quisiere
que no respires en el centro de mi memoria
estás siempre como una colisión de estrellas
en cada uno de mis latidos
Y estás acá y no estás acá
como el aire que lleva las vibraciones
y  palabras y el sonido del mundo
Y no se puede, no se puede arrancarte de mi mente
sin destrozar el tejido del alma
Y todo se vuelva oscuro
como antes del aurora… los versos te persiguen
Los versos no te olvidan


y a mi me hacen escribirte.

miércoles, febrero 26, 2014

CARABINA 30-30 por ANONIMO


Con mi treinta treinta me voy a alistar
y engrosar las filas de la rebelión,
para conquistar, conquistar libertad,
a los habitantes de nuestra nación.

Con mi treinta treinta me voy a pelear
y a ofrecer la vida en la revolución,
si mi sangre piden, mi sangre la doy,
por los habitantes de nuestra nación.

Carabinas treinta treinta
que cargamos los rebeldes
que viva el Señor Madero
desde´l veinte de noviembre.

Gritaba Francisco Villa:
¿Dónde te hallas Argumedo?
Nos veremos en Bachimba
tú que nunca tienes miedo.

Madre mía de Guadalupe,
tú me has de favorecer,
para no rendir las armas
hasta morir o vencer.

Ya nos vamos pa´ Chihuahua
ya se va tu negro santo,
si me “quebra” alguna bala
ve a llorarme al camposanto.



EL POEMA COMO ERRANCIA por EDUARDO MILAN


El poema es un tráfico, un negocio
con lo imposible. Imposibilidad
del decir y del
nombrar, decir contra toda
evidencia, imponer una virtualidad al
mundo que suponga, por ese gesto arbitrario,
una posibilidad. Toda la poesía
contemporánea más lúcida, la que ha tenido,
desde las vanguardias en adelante
esa conciencia, se ha debatido entre la
alternativa de dar el mundo o de darse a
sí misma. Las vanguardias, con toda su
reflexión negadora de la tradición, lo que
comportaba un corte tajante respecto de
las posibles recuperaciones de momentos
estéticos del pasado, significan el
punto más alto de esa conciencia, lo que
Roland Barthes llamó “el grado cero de
la escritura”. Ese grado cero supuso un
límite en el diálogo poema/mundo. Ir
más allá, dar un paso adelante significaba
el silencio. Pero el problema ya no era
el silencio de la escritura, el abandono
de la poesía y la elección de la “realidad”
como en el conocido caso de Rimbaud
o la recurrencia a la nada como zona
final que, por una paradoja evidente,
remite a una nueva consideración del
origen como en el caso de Mallarmé.
Ambas experiencias decimonónicas no
suponían una permanencia en el límite.
Hay que esperar al siglo XX y a Samuel
Beckett para verificar la existencia de
ese límite encarnado en una realidad de
la escritura más allá de toda gestualidad.
Beckett supo mantenerse en ese
borde de una manera ejemplar, en un
ejercicio de autocontrol que le impidió
retroceder y pactar con la posibilidad de
lo decible o, del mismo modo, precipitarse
en el abismo del callar. La experiencia
de Beckett, nos guste o no, sugirió
una vuelta de tuerca al problema
poético contemporáneo: la conciencia
del no-lugar de la poesía en el mundo.
Un no-lugar que no sólo supone una
clausura metafísica del acto de poetizar
(interrogante que ya estaba planteada
en el romanticismo alemán a través de
Hölderlin con su conocida cuestión:
“¿Para qué poesía en un tiempo sin dioses?”),
sino que también plantea un problema
más grave, físico: el reconocimiento
de una no-territorialidad para el
poema, lo que convierte a todo gesto
poético en un acto de nomadismo. A partir
de ahí comienza la nueva consideración
del poeta, su consideración actual:
el poeta como errante. La errancia no sólo
es consecuencia de aquel principio de
no-identidad del poeta que formulaba
Keats, formulación que llevaba implícita,
por contradicción, la apuesta de Heidegger
por una metafísica vinculada al
territorio según la ecuación ser = lugar =
origen. La errancia es también la asunción,
por parte del poeta, del fin de la
consideración del poema como objeto, como
una cosa más en el universo de los objetos
naturales o creados, identificación
que sustentó a todo el ideal vanguardista.
Dicho de otro modo, al tan famoso y
alabado “fin de la utopía” corresponde,
en términos poéticos, el fin de la consideración
del poema como objeto. Y esto
por una razón muy sencilla: por más
aventurera que quiso ser la vanguardia
en su activación de la mecánica del cambio
permanente, su teoría estaba sostenida
por una idea cara a principios del
siglo XX: la de la relatividad einsteiniana.
La puesta en duda, la sospecha einsteiniana
de la estabilidad del universo
fue lo que posibilitó, en términos teóricos
por supuesto, el ejercicio de toda la
parafernalia vanguardista, su profundo
trastocamiento de la idea de representación.
Ya no se puede representar la figura
porque se duda de su integridad; el
objeto se parte en pedazos. El cubismo
es un buen ejemplo de esto. Pero lo que
interesa aquí es resaltar que, al depender
de una teoría de la relatividad física,
la vanguardia seguía dependiente de la
realidad. Por más rupturas que quiso
implantar no pudo quebrar el espejo
que la vinculaba al mundo objetivo-real.
Jugando con las palabras, la “autonomía
del arte” que tanto preconizó también
fue relativa. La poesía siguió a las artes
plásticas en esa dependencia: si el objeto
está descompuesto, entonces se descompone
la sintaxis, se descompone la
estructura del poema hasta descomponer
el último bastión verbal que todavía
sostenía al sentido: la palabra salta en
pedazos, la visión macrológica del mundo
que mantenía el poeta se cambia en
un ejercicio micrológico que llega hasta
la afasia en sus representantes más radicales.
Altazor, de Vicente Huidobro, o
En la masmédula, de Oliverio Girondo,
son paradigmas claros de lo que digo.
Pero por más descompuesto en sus
componentes, el poema quería todavía
un lugar, quería todavía ser mundo,
quería ser objeto.
El poema como errancia significa,
ahora sí, el fin de la dependencia de la
poesía respecto de la realidad. Sin lugar,
sólo queda al poeta derivar o, en términos
de Gilles Deleuze y Félix Guattari,
“devenir”, ser otra cosa, ir de identidad en
identidad, estar en movimiento continuo.
El poeta pierde identidad en ese vagabundeo
interminable y el poema pierde
al titular de su habla. Ya no hay identidad:
hay identidades. Ya no hay una
realidad que obedecer: hay realidades y
todas intercambiables según el punto en
que se encuentra el poeta en esta verdadera
fuga de un centro ausente. En otras
palabras, el poema se vuelve inubicable
en cualquier realidad e inubicable en
cualquier tradición, ya no puede ser situado
y por lo tanto canonizado, más
allá de su especificidad que es ese mínimo
territorio que lleva consigo. La pregunta
que se deriva de todo esto podría
ser: ¿no implica este movimiento un
gesto de renuncia radical al mundo y a
la idea de la poesía como una posibilidad
de alterar la realidad? La respuesta,
en la que personalmente creo, parece ser
la contraria: en ese perpetuo movimiento
lo que se trata de hacer es abarcar la
mayor cantidad de realidades, la mayor
cantidad de mundos. Y lo más importante:
en ese recorrido espacio-temporal
hay un deseo implícito de recuperar una
tradición. En ese efecto de anamnesis,
de “recuperar en el recuerdo”, reside la
diferencia más notable de la poesía actual
respecto a la de su pasado finisecular.
No una recuperación gratuita, un
calco del pasado o de ciertos momentos
estéticos del pasado, como si no hubiera
habido tiempo de por medio. Una recuperación
del pasado según este ahora:
una presentificación. Con esta salvedad:
la validez de ese pasado recuperado para
este presente dependerá no sólo de la
claridad teórica sino del nivel performativo,
de realización, del poeta. Esto parece
indicar que, más que el fin o la
muerte de toda idea utópica, se trata de
una entrada en una nueva utopía más
verdadera.

LA COMPRENSION DEL LENGUAJE ESCRITO por BERTA BRASLAVSKY


Es necesario que nos ocupemos en particular
de la comprensión del lenguaje
escrito por dos motivos: primero, para
atender a una importante demanda de la
educación formal; segundo, porque la
investigación científica sobre la comprensión
del lenguaje escrito y sus implicaciones
educativas es relativamente
reciente y poco difundida.
Los problemas en la comprensión de
la lectura se vinculan al “fracaso escolar”,
que aparece objetivado en las cifras
de la repetición y de la deserción y tiene
su mayor magnitud en el primero y también
en el segundo año de la escolaridad
primaria. Los alumnos repiten el primer
año del nivel primario porque no aprenden
a leer y escribir.
En las últimas décadas del siglo xx
aparecía un dato nuevo y no menos grave:
investigaciones realizadas en varios
países de América Latina demostraban
que un alto porcentaje de alumnos que
leían con fluidez al final de cuarto grado
no comprendían lo que leían. Otros estudios
realizados en los niveles secundario
y universitario ponían de manifiesto
las dificultades de los estudiantes para
comprender los textos que debían estudiar.
Así, pues, se hacía evidente que las
deficiencias en la comprensión de la lectura,
que se inician en el umbral del sistema
formal, lo afectan en su totalidad.
Investigaciones comparadas que se hicieron
en todos los países de occidente
en los comienzos del segundo milenio
demuestran la extensión de este grave
problema en la educación formal.
No se alcanzará la universalidad de
los objetivos de la alfabetización avanzada
si no se les enseña a los alumnos a
comprender lo que leen desde que se
inician en la escuela. Y se dificultará el
desarrollo cultural de gran parte de la
población: la que queda rezagada o excluida
de los beneficios de ese gran invento
humano de la escritura que se incorpora
al desarrollo integral de la persona.
El segundo motivo que nos mueve a
ocuparnos de la comprensión de la lengua
escrita surge de la necesidad de actualizar
el conocimiento de este tema
que desde hace sólo algunas décadas merece
la atención especial de la investigación
científica.
Evolución del concepto
de comprensión
De acuerdo con algunas investigaciones,
la expresión “comprensión de la lectura”
no se usó sino hasta finales del siglo XIX.
En Argentina hemos encontrado que en
las últimas décadas de ese siglo se utilizaban
ambiguamente las expresiones
“pensar”, “encontrar la idea”, “entender”
o “educación mental”, con evidente
confusión entre proceso y producto,
entre enseñar a leer para desarrollar las
“facultades”, en especial “la inteligencia”,
o enseñar la “lectura inteligente”
para encontrar el significado. Sólo al final
del siglo, probablemente por primera
vez en El libro del escolar, de Pizzurno,
se habla deliberadamente de “comprensión
de la lectura”.
Ese período de la historia de la pedagogía
de la lectura en nuestro joven país
fue llamativamente paralelo al de otros
países con una historia tan distinta como
Francia y Estados Unidos, donde hasta
fines del siglo XVIII se perpetuaba una
concepción sobre el proceso de la lectura
—tanto como sobre el proceso de su
enseñanza— que básicamente no había
cambiado desde el tiempo de su aparición
en la antigua Grecia.
Se trataba simplemente de “capturar
la voz del escritor en la propia memoria
en el mismo orden usado por el creador
del texto”. Es decir, en el orden mecánico
de la producción de letras, sílabas,
palabras, para llegar al texto. La buena
lectura consistía, finalmente, en llegar a
reproducir la voz del escritor a través de
la recitación oral del texto, a la que se
llegaba memorizando los componentes
jerarquizados.
El objetivo era la comunicación de la
palabra de dios en el texto religioso o la
comunicación de la voz del autor en el
texto secular. Dominaba la memorización
a través del deletreo y, después, de
las palabras y textos breves, sobre todo
en los países anglosajones, en cuya lengua
la relación entre fonema y grafema
tiene aún menos correspondencia que
en el español.
La comprensión pasiva. Es cierto que ya
Comenio (1592-1670) en el siglo XVII
habló de la necesidad de asociar el concepto
a su representación gráfica para
realizar la lectura. Pero, a pesar de las
innovaciones aisladas que tienen lugar
en algunos países de Europa, recién en
la tercera década del siglo XIX comienzan
a cuestionarse severamente el deletreo
y las prácticas no significativas.
Se comienza a hablar expresamente
de la significación de la palabra y, aún
más, de la necesidad de partir de unidades
mayores como las oraciones para enseñar
a leer, porque la oración es la unidad
de expresión del pensamiento, ya
que el pensamiento es relación de ideas.
Ya no se trata de leer letras y palabras
para leer las oraciones, sino de leer oraciones
para aprender las palabras. Las
palabras o sus fragmentos son excluidos
de las definiciones. Se habla del reconocimiento
del todo y el todo son las oraciones.
En estos primeros reconocimientos
de la importancia de la significación “se
supone que el significado reside en el
mensaje esperando ser interpretado, y
que el mensaje recibido es congruente
con el mensaje enviado”. Es decir, que
el significado se extrae del texto. Se trata
ya de la apropiación literal del pensamiento
del autor, de un modo receptivo.
Por eso se considera que responde al
concepto de comprensión pasiva.
Nótese, pues, que antes de la comprensión
se hablaba de reproducir la voz
del autor, y en la primera etapa de la
comprensión se habla de reproducir su
pensamiento.
La comprensión activa. Las definiciones
cognitivas del acto de leer acentúan progresivamente
la intervención del lector
en la construcción del significado: “La
comprensión es un proceso en que el
lector construye significados interactuando
con el texto a través de la combinación
de conocimientos y experiencias
previas; información disponible en el
texto; interacciones o comunicaciones
inmediatas, recordadas o anticipadas.”
Se trata ya de una comprensión activa
en el intercambio de ideas que se produce
entre el lector y el autor a través de
un texto y en la situación determinada
por el propósito del lector, es decir, por
la intención, por la necesidad de resolver
un problema que tiene cuando aborda
un texto. El lector puede ir más lejos y
construir significados nuevos que superen
los significados expresados por el autor.
Las teorías transaccionales lo explican
de la siguiente manera: “Se presume
aquí que el significado reside en la intencionalidad
del problema a resolver,
los procesos del pensamiento del intérprete
durante el intercambio, en que el
significado está influido por sus conocimientos
y experiencias previas, y el
mensaje así construido por el receptor
puede o no ser congruente con el mensaje
enviado.”
Presentamos a continuación dos párrafos,
respectivamente escritos en los
años 1844 y 1982, que pertenecen a dos
argentinos ilustres: “La perfección final
de la lectura depende del completo desenvolvimiento
de la inteligencia del que
lee para que pueda comprender el sentido
de las palabras, y por ellas el pensamiento
del autor, lo que no se adquiere
sino después de un largo ejercicio y de
un hábito constante de leer” (D. F. Sarmiento,
Informe de fin de año como director
de la Escuela Normal de Santiago de Chile).
“Escoto Erígena creía que la Biblia es
capaz de un número infinito de lecturas,
comparables al tornasolado plumaje del
pavo real; Dante, en la famosa epístola
latina que dirigió a Can Grande della
Scala, afirma que La Divina Comedia
puede ser leída, como la Escritura, de
cuatro modos, y que el segundo es el alegórico.
El texto de Ezequiel Martínez
Estrada es tan rico que es posible, aunque
no deseable, que alguien lo lea de
ese modo. La iglesia sería la humanidad;
la inundación el fin de los tiempos; el
padre Demetrio la fe; el médico la ciencia,
y así lo demás” (J. L. Borges, prólogo
a “La inundación” de Ezequiel Martínez
Estrada).
Se puede reconocer en cada uno, respectivamente,
los momentos —pasivo y
activo— de la evolución del concepto de
comprensión.
Componentes del proceso
de comprensión
Los componentes del proceso de comprensión
son el lector y su relación con
el autor, el contexto y el texto.
El lector y su relación con el autor. Los lectores
construyen el significado y pueden
llegar a múltiples sentidos a partir del
mismo texto según cuáles sean las características
personales de cada uno, aun
cuando compartan la misma cultura, las
mismas experiencias y los mismos conocimientos.
Hay también entre los estudiosos de
la historia de la cultura escrita quienes
previenen contra la “versatilidad de la
interpretación”, particularmente en la
obra literaria. Como el autor y el lector
no comparten la situación y el producto
escrito permanece estable, su contenido
es recibido por el lector en tiempos y espacios
diferentes, a menudo fuera de la
cultura y las voces donde se generó.
Los textos cobran vida, de manera innegable,
cuando se leen, y si el lector los
contextualizara tan sólo en su propio
tiempo “la consecuencia extrema sería la
‘muerte’ del autor”. Además, el significado
puede variar para cada lector según
el momento y los propósitos con que lee
el mismo texto. El lector puede desear
encontrar información, estudiar (averiguar,
aclarar conceptos, orientarse, conocer),
alegar, argumentar, encontrar
placer. Los propósitos responden a intereses
propios que generan las necesidades
de leer y escribir.
El contexto. A diferencia de lo que ocurre
en el lenguaje hablado, los interlocutores
no comparten la situación (o el escenario)
en la escritura; por eso no existe la
comunidad de comprensión, lo que dificulta
aún más cuanto mayor es la distancia
entre culturas, tiempo y espacios. La
situación sólo puede ser recreada con la
reconstrucción del contexto.
Cuando el contexto del escritor no
existe o se ha desvanecido con el tiempo,
la interpretación del texto exige la recuperación
de los contextos iniciales de su
producción y esto obliga al “estudio
científico, formalizado, que requiere
aprendizaje y el recurso de una serie de
estrategias”. “La atención o énfasis exclusivos
en lo textual constituye, pues,
un error. No hay pensamiento libre de
contexto flotando en estado puro, abstracto.
En este sentido, todo texto es a la
vez texto y contexto.”
El texto. A pesar de esas reservas sobre la
importancia del contexto, se destaca que
la intervención del lector en la construcción
del significado difiere con el tipo de
texto. No es lo mismo si se trata de un
texto que presenta objetivamente una
información que si se trata de un texto
científico donde puede haber interpretaciones
diferentes de los datos, o de uno
literario donde interviene la imaginación
del lector.
Al tratar las estrategias para promover
la comprensión se tendrá especialmente
en cuenta el componente texto y
se considerarán algunas tipologías privilegiadas
para la iniciación. Desde ya se
puede adelantar que, en general, una dimensión
importante en la comprensión
del lector es la forma del texto, según se
trate —por ejemplo— de una narración,
una poesía, un instructivo, una receta,
una carta, un afiche, un reportaje, una
entrevista o una solicitud.
El tipo de texto, a través de su forma
o silueta, genera expectativas que disponen
al lector para la comprensión de distintas
variedades discursivas. Será distinta
su disposición ante la vista de una historieta
de un telegrama, del diario, de
un informe científico, una factura o una
biografía.
Enseñanza de estrategias
Existe un consenso generalizado acerca
de que la enseñanza de la lectura comprensiva
y de la escritura con significación
estuvo muy abandonada o que se
ayuda poco a los lectores en cuanto a la
comprensión lectora o que hay desilusión
con respecto a la enseñanza de la
comprensión.
El abandono y el escepticismo respondieron,
de algún modo, a lo que se
entendía por el acto de leer. Antes de la
comprensión, sólo se atendía a los actos
mecánicos de la lectura y de la escritura
y se dejaba de lado o se postergaba la
comprensión. Se suponía que era suficiente
decodificar y oralizar la escritura
para reencontrarse con el lenguaje hablado
y comprender a través del mismo.
Durante mucho tiempo, cuando prevalecía
la comprensión pasiva o literal,
se trataba de hacer evidente la comprensión
del pensamiento del autor a través
de la lectura expresiva. Se ejercitaba la
lectura en voz alta, se premiaba la pronunciación
correcta y la expresión. Se
enseñaba declamación para estimular la
expresividad.
Cuando se generalizó la lectura silenciosa,
y para facilitar la comprensión, se
pusieron en práctica algunos procedimientos
que se limitaban a comprobar la
comprensión a través de preguntas. Éstas,
en el mejor de los casos, alentaban la
formación de lectores pasivos que trataban
de extraer el pensamiento del autor
pero no construían significados, es decir,
no elaboraban hipótesis alternativas, no
encontraban anomalías, no confrontaban
ideas, no desarrollaban evaluaciones
ni críticas.
En la etapa de la comprensión activa
o inferencial, algunos han llegado a
creer que la comprensión no se puede
enseñar, o dudan sobre la posibilidad de
enseñarla, porque depende del lector, de
la variabilidad de su comprensión individual
y porque el mismo lector puede
comprender de modo diferente en diversas
lecturas.
Tal vez no se puede enseñar “la comprensión”,
pero se puede y se debe enseñar
estrategias para la comprensión,
aunque no como dogmas que se imponen
o como recetas que se aplican sin
fundamentos, ni tampoco como técnicas
aisladas.
Por el contrario, como corresponde a
su profesión, el docente debe enseñar
con responsabilidad, consciente de que
su intervención es necesaria para hacer
posible la construcción que el alumno
hace de su conocimiento, hasta que él
mismo adquiere la capacidad de autorregular
su conducta a través de un aprendizaje
consciente para llegar, en este caso,
a ser un lector autónomo, activo,
creativo y crítico.
En rigor, no se debiera considerar separadamente
el tema de la enseñanza de
la comprensión, ya que la comprensión
es la esencia de la lectura: “El maestro
que enseña a leer sin hacer comprender
y sentir, ara pero no siembra.”

EL BARCO ESTÁ VOLVIENDO A CASA por MALCOM LOWRY


El barco está volviendo a casa ahora.
El patrón intenta leer pero sueña en el hogar.
El viejo paleador duerme, el motor petardea.
Las luces están dispuestas para iluminarnos desde el pasado.
Hasta un próximo futuro tan poco misterioso como este mástil
Con hierro y lo que el hierro ama del reino que llega.
¡Paciente hierro! Pero, más allá del palo mayor, silenciosa
Oscuridad, o el girar de parpadeantes formaciones de estrellas
A la deriva en un blanco océano de dudas.
Quizá este vagabundo ondula hacia el porvenir
Que ensombrece al océano menos que el odio
En las mentes de marino. ¿Esa estrella es amargura
Entre estrellas de amor? ¿Este carguero lleva a la eternidad?
¿Adónde vamos? Vida sálvanos a todos.

AMOR por GOTTFRIED BENN


Amor —las estrellas hacen guardia
sobre los besos,
mares —Eros de la lejanía—
murmuran, murmura la noche,
se alza sobre el lecho, sobre el respaldo,
antes de que se perdiera la palabra,
Anadiomena
que surge eterna de su concha.
Amor: horas de sollozos,
ansias de eternidad,
borran sin muchas heridas
un par de lunas del tiempo,
desembarcan, ¡creencia exaltada!
El Arca y el Ararat
son para el agua un botín
sin límites.
Amor, transmites las palabras
que te fueron dichas:
ronda: cómo están los lugares
velozmente recorridos por lo que se extinguió.
Cambio. Y las horas ambulan,
y giran las llamas.
Entre tormentas ajenas,
te das y te recibes a ti mismo.

TODO MENOS EL TEDIO ME DA TEDIO por FERNANDO PESSOA


Todo menos el tedio me da tedio.
Quiero sin tener sosiego sosegar.
Tomar la vida todos los días
Como un remedio,
De esos remedios que hay para tomar.
Tanto aspiré, tanto soñé que tanto
De tantos tantos me hizo nada en mí
Mis manos quedaron frías
Sólo de aguardar el encanto
De aquel amor que las calentara al fin.
Frías, vacías, Así.

RETRATO DE UNA MUJER por EZRA POUND


Tu mente y tú son nuestro Mar de los Sargazos,
Londres ha flotado en torno a ti durante estos
últimos años
y brillantes naves te han dejado esto o aquello
como tributo:
ideas, viejos chismes, pedazos de mil cosas,
extraños jirones de conocimiento y costosas
prendas desteñidas.
Grandes inteligencias te han buscado −a falta
de otra persona.
Has sido siempre postergada. ¿Trágico?
No. Has preferido esto a lo acostumbrado:
un hombre torpe, aburrido y hogareño,
una mente mediocre −con un pensamiento
menos cada año.
Oh, eres paciente.Te he visto sentada
por horas, ahí donde algo pudo haber surgido a flote.
Y ahora pagas a uno. Sí, generosamente pagas.
Eres una persona de cierto interés, uno viene a ti
y se lleva consigo una extraña ganancia:
trofeos pescados, alguna curiosa sugestión;
datos que no conducen a ninguna parte: una
o dos historias
preñadas de mandrágoras, o algo que podría ser de
utilidad y que sin embargo nunca utilizamos,
que no llena ningún hueco ni demuestra su uso,
ni encuentra su hora en el tejido de los días:
entre las deslustradas, llamativas, maravillosas
cosas viejas;
ídolos y ámbar y preciosas incrustaciones,
éstas son tus riquezas, tu gran almacén; y
sin embargo
para todo este mar acumulado de objetos inútiles,
extrañas maderas semihumedecidas, y cosas nuevas
y brillantes:
en el lento flotar de diferentes luces y profundidades,
¡no!, ¡no hay nada! En la suma de todas estas cosas,
no hay nada que sea enteramente tuyo.
Y sin embargo, esto eres tú.

UNA IMAGEN DIVINA por WILLIAM BLAKE


Crueldad tiene un Corazón Humano,
Y Celos un Rostro Humano;
Terror la Forma Divina Humana,
Y Secreto un Vestido Humano.
El Vestido Humano está forjado en
[Acero,
La Forma Humana, una ardiente forja,
El Rostro Humano, un Horno sellado,
El Corazón Humano es una Boca
[hambrienta.

domingo, febrero 23, 2014

CHILE EL SUEÑO SUDAMERICANO DE DANILO PEDAMONTE: UNA REALIDAD QUE PEGA FUERTE.por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE


Danilo Pedamonte reúne en una vertiente vigorosa de una prosa poética los tributarios de las escenas de las cuales no queremos ver o apartamos la atención. Se nutre de una serie de concepciones que el hombre común acarrea en su diario vivir y de una realidad violenta, lacerante, inhumana a la cual nos es imposible abstraernos, huir, ya que más temprano que tarde nos hace arribar a  poco optimistas conclusiones.

Por lo expuesto no es sorpresa que este poeta nacido en Antofagasta , la mal llamada “Dubai de Sudamérica” por  malas fuentes como la revista Capital, para ello sólo pasear los ojos un instante a la Perla del Norte, Pedamonte vive en ella , escucha sus latidos , la reconoce y nos descubre una realidad tajante, mas en esta aciaga visión no sólo cabe  el regionalismo sino que increpa  y equipara  a toda la República de Chile , y Chile se transforma en un “sueño” asimilando  al ideal “sueño americano” de los United States of América, Chile ¡los mismos jaguares de América!; únicamente un espejismo.

Cito el primer golpe del poeta: “En el párrafo anterior, se escuchaba gemir a la vecina de al/lado, como el traficante de la esquina, le da por el culo./Sus hijos jugaban en el patio,/y su bebé de tan solo meses lloraba de hambre,/el marido, loca de las shoperías,/bebe con los amigos en algún sitio/ de Antofagasta City./Le siguen manoseando los senos, suda como un cerdo, y dice/ que le gusta, que hace tiempo que no lo sentía tan rico.” El ritmo es constante,  la voz poética sabe que está dando en el blanco y mantiene despiadadamente la dotación de las imágenes. Es aquí donde se aplica lo que el hombre común puede decir o que contiene de sus opiniones. Antofagasta desde hace años viene recibiendo una migración que comenzó con compatriotas venidos desde el sur, luego el incremento de nuestros vecinos y por último los colombianos, ecuatorianos y demases. La sensación térmica parece contradecir  a las estadísticas y prejuicios más o prejuicios menos se cimenta esta realidad que impregna a este poema.

“Sudamérica, Sudamérica, Sudamérica, Sudamérica. Chile el sueño sudamericano, la carrera incansable, por el estatus, por el buen vivir, por el buen colegio, por el auto, por el trabajo, por la buena mesa, por la buena mujer, por el buen hombre, por el gran profesional, por la gran profesional, por los hijos profesionales, por lo mejor de lo mejor, por el vestir, por el buen pasar, por el crédito hipotecario, por la casa más grande, en el buen barrio, por el departamento, por el sueldo de un millón o más, que eso sería el ideal, por no decir nunca no puedo, por siempre más, por no estar en Dicom, por no estar en las filas de postulación a trabajos, por no barrer en las calles, por no tener que ser guardia y comerte el frío, por no tener que leer los económicos sección trabajo. Por, por, por, por, por, etc.” Hay una avidez por lo material que terminó por envenenar la imagen de una ciudad tranquila para pasar a ser la pujante capital minera de Chile, a la misma que se le fue arrebatada la “Zona Franca Alimenticia” por allá el año 1974, una ciudad cara, una ciudad que ante los ojos comerciales y financieros , “todos vivimos de la minería” , la que es testigo de que en su vientre floreció una “clase media aspiracional”  ávida de éxitos y dinero, sin modales y capaz de arremeter con todo y sobre todos.

Tómese  esto como un testimonio serio, es de ciencia cierta que la literatura es útil instrumento para medir el tiempo en que se vive, el testigo de una época nos trae “Chile el Sueño Sudamericano”. Pero esta elasticidad de abarcar realidades y extenderlas vuelve repentinamente y apunta directo al  corazón de la región y es precisamente en ese momento en que el poeta ralentiza el ritmo y apela a una serie de  conclusiones: “Abro el diario, Claudio Lazcano Muñoz de 19 años se suicida en la plaza de Mejillones. Se ahorca. En la nota que deja, sólo indica que estaba cansado de vivir y que el amor de ella lo perdonará. Eso es todo; a los 19 cansado de vivir ¿cansado de qué? A los 19 años se cuelga, en un parque de juegos, a los 19 ya nada importaba, ese era el fin, a los 19 él le dio fin a su vida. No pude seguir tomando el café, llevo meses pensando en él, en el niño de 19 años, cansando de vivir.” Era inevitable abarcar este tópico, llevamos años entre los primeros lugares en número de suicidios en Chile , daría a pensar precipitadamente a que el desierto la sequedad el ambiente provoca estas alzas en los fríos números de suicidas, pero lo cierto es que los factores son de mayor complejidad y dignos de un estudio más acabado y detenido. En este contrapunto Pedamonte apela a nuestra conciencia, sólo para luego increpar a estos dos macro personajes: Chile y Sudamérica, cuestionamientos legítimos, firmes, apostróficos… vale decir; directamente a las elites políticas , económicas, religiosas…

Un canto suficientemente herido, desgarrado y lleno de consciencia.




CONTINUE? LANZAMIENTO EN VALPARAISO


DOS POEMAS por JUAN GELMAN


las aguas de tu vientre cantan al fondo del país/
así estás hecha/
hoy que la lluvia duele
en todo el mundo te posás/
¿dónde escribís tus estaciones?/
¿las trémulas de tu candor?/
¡panadera!/
¡brillás para que nadie sufra!/
¡amigás compañías que empiezan en tu piel!/
¡como penumbras del furor!/
¡así a tus pechos viene el ido!/
¡el que pasaba por tus jugos contra
la olvidación!/
¡apretando los huesitos prestados!/
* * *
vos/ que miraste como
mar asomado a su ventana/
y en medio de la furia medís
lo que de cuerpo a la palabra va/
¿qué será eso?/ ¿animalito
que en la boca se hició?/ ¿paciencia como
viejos amantes?/ ¿brazos
que pensaron su límite?/
¿por qué/ serena/ en tu garganta hay miedo?/
¿por qué del uno al otro habrá?/
¿por qué de abajo y por afuera/
el siglo fuera infancia?/
¿por qué en el viento blanqueás sábanas?/
¿de rama en rama?

EL KALEIDOSCOPIO por ISABEL FRAIRE


I
doblaron en el viento las mariposas
fúnebres sus alas
giró el kaleidoscopio
amaneció la muerte
con cara de mañana
brillaron las campanas y las hojas de plata
poblaron aires nuevos
la muerte
con cara de mañana, ojos de sueño
suspendida en belleza
irradiaba
II
amanecen
temblor leve de aires
los insectos
de figuras abstractas
un hormigueo de horas
multiplica colores
III
el objeto
guía noticia clave
comparece
el recuerdo no habita
en el ojo arrobado
IV
se despliega el desierto
nado a través de objetos apagados
sordo silencio ahoga

V
la noche
con cara de espejo
se asoma detrás del horizonte
las sombras
se llaman por su nombre
todos los pareceres se reflejan
emergiendo
de la raíz oscura de su ser
VI
sombra y reflejo
barajándose
se apagan
VII
los cuernos del toro dolorido
punzan la mañana
agria la luz florece
desnudando las cosas
gira el kaleidoscopio
y de pronto un incendio de belleza
amanece
las figuras filosas resplandecen
son allí
allí están

JUEVES SANTO por WILLIAM BLAKE


Era Jueves Santo. Limpios los inocentes rostros, de rojo,
Azul y verde, tras los bedeles cenicientos, con varas blancas
Como la nieve, iban de dos en dos los niños, llenando
El alto domo de San Pablo como del Támesis las aguas.
¡Ah!, qué multitud parecían, como flores de la ciudad
De Londres, sentados en grupos, radiantes todos ellos.
Y un murmullo de masas se oía, pero de masas
De corderos: mil niños y niñas alzan sus inocentes manos.
Y ahora cual potente viento la voz del himno levantan,
O como armoniosos truenos entre los puestos del cielo,
Los viejos bajo ellos, de los pobres guardianes sabios.
Amad pues la piedad, no sea que alejéis a vuestro ángel.

MIERCOLES DE CENIZA por T.S. ELIOT


I

Porque no espero retornar jamás
Porque no espero
Porque no espero retornar
Deseoso del don de éste y de la visión de aquél
Ya no me esfuerzo más por esforzarme por cosas semejantes
(¿Por qué debiera desplegar las alas el águila ya vieja?)
¿Por qué debiera lamentarme yo
Por el poder perdido del reino acostumbrado?

Porque no espero conocer jamás
La endeble gloria de la hora positiva,
Porque pienso que no
Porque conozco que no he de conocer
El único real de los poderes transitorios
Porque no he de beber
Allí, donde los árboles florecen, y los manantiales fluyen,
pues –de nuevo– no hay nada]

Porque yo sé que el tiempo es siempre tiempo
Y que el espacio es siempre sólo espacio
Y que es actual lo actual sólo en un tiempo
Y sólo en un espacio
Me alegra que las cosas sean tal como son y
Renuncio al rostro bienaventurado
Y renuncio a la voz
Porque no he de esperar ya retornar jamás
Me alegro en consecuencia, al tener que construir algo
De qué alegrarme.

Y ruego a Dios se apiade de nosotros
Y le ruego que yo pueda olvidarme
De aquellas cosas que conmigo mismo discuto demasiado
Explico demasiado
Porque no espero retornar jamás
Deja que estas palabras respondan
Por lo que se ha hecho, para no volver a hacerse
Que el juicio no nos sea demasiado gravoso

Porque estas alas ya no son alas para volar
Sino sólo abanicos que baten en el aire
El aire que ahora es terriblemente angosto y seco
Más angosto y más seco que la voluntad
Enséñanos a preocuparnos y no preocuparnos
Enséñanos a quedarnos sentados quietos.

Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte
Ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte.

MEDIDA DE DESESPERACION por RENATO CONTRERAS D.


La adrenalina recorre mi cuerpo mientras espero atento en esta celda
cuadrada, hoy será mi día, lo presiento. Por el rabillo del ojo puedo notar
que me observan, y los entiendo.
Algo sucede. El telón ha desaparecido y todo es de color. En estas
instancias los tics se hacen más evidentes, ¡Si hasta pareciera que lo
hiciésemos a propósito! Tres de los presentes son iluminados con rojo y
de un momento a otro desaparecen sin más. Acto seguido, otros tres que
parecen ser amigos, se desvanecen. Los secuestrados están frente a frente
separados en equipos. Esto me da mala espina...
Apenas se habían marchado y un grito de KO! se encarga de azotar
nuestros oídos. Y así, consecutivamente y de tres en tres, el lugar se vacía.
No podré con él, es tan... ¡¡¡Tan invencible!!!
Al menos caeré con dignidad, pero para eso, POR FAVOR, no vengas...
¡No vengas!
----------PAUSE----------
¡Estáticos! ¡Se ha paralizado la contienda de forma increíble! ¡Él está en el
aire! ¿Cómo lo han hecho?
----------PAUSE----------
El KO! anuncia nuestro turno, somos los últimos así que debo lucirme.
La luz golpea nuestras celdas. ¡Llegó la hora!
Me agacho, estiro, salto y veo cara a cara a los otros individuos, no podría
ser tan rápido esta vez... Ahí va el último aliento de mi compañero, es
ahora, espero no sudar como siempre
2P START
CHARACTER SELECTION
¡¿¡PERO QUÉ MIERDA!?! ¡Todos a las celdas! Las luces rojas ni se
molestan en parpadear. Tres cuadrados se iluminan de rojo intenso y
sus propietarios ya no están, pareciera cosa del azar... La luz azul se
demora. Me parece haber vivido esto antes. La cuenta regresiva está casi
por llegar al cero y sólo le queda un espacio disponible. No tengo muchas
ganas de combatir contra el verdugo de rojo, así que espero sea otro el
desdichado... ¡Aléjate! ¡Fuera de aquí, azul! ¡FUERA! ¡¡¡NOooooooo!!!
BATTLE 8
--Bubbleman, Boris & Kai v/s LeRoy, Gondar y Jake --
LeRoy luce más ágil y Gondar más fuerte, de hecho, lucen... No me digas
que... ¡Sí! ¡Hoy será el día! ¡¡¡HOY NO CAERÉ!!!
Gondar se defiende con fiereza de los embates realizados por Kai… Aun
así, está a punto de caer; me agacho, estiro, salto y a esperar
KO!
La señal... ¡¡Allá voy!!
Gancho cruzado. Patada de fuego ¡Trueno definitivo! Un... Golpe... Más...
¡POR FAVOOOOOOR!
AB
¡GENIAL! ¡COMO NUNCA! ¡Sí! ¡Hoy será el...
Lo... Esquivó...
Y allá voy, volando por los aires por un agarre de Judo, al menos caí con
dignidad, espero que si hay próxima vez, sea diferente, quiero ganar,
ahora sí que lo deseo
----------CONTINUE?----------
9
8
7
6
5
4
3
2
2P START
CHARACTER SELECTION
¡Todos a las celdas! A decir verdad, sólo espero... y ruego, que la luz roja
parpadee en mí. Ganaremos…
MENÚ
BATTLE SELECTION
1 V/S 1
CHARACTER SELECTION
1P SELECT
2P SELECT
Esto no será bueno…



SOBRE CONTINUE? (CINOSARGO 2014) DE RENATO CONTRERAS D. por DANIEL ROJAS PACHAS


Continue? de Renato Contreras asume la tarea de narrar y poetizar en torno al videojuego, no me atrevo a hablar de la cultura gamer, pues es claro este libro se viene fraguando en las experiencias y observaciones del autor, desde mucho antes de la aparición de las tribus y los tags para autodeterminarse. El libro tiene como médula la infancia, es en tal medida un texto de crecimiento al alero de los arcades y las múltiples consolas que han ido dejando una estela de nostalgia en toda nuestra generación, la guerra de  bits entre sega y nes y los metacódigos del beat em up, los shooters, las plataformas, los rpg´s y los clásicos juegos de pelea en 2d, espacios de sociabilidad y fauna que se han trasladado a los mmorpg´s, los simuladores de baile y juegos tipo medalla de honor en las cabinas de internet, se trata de heterotopias signadas por un telón de  adrenalina que el tedio cotidiano no le provee a grandes masas de jóvenes, allí encontramos posibles accesos a otras vidas cargadas de épica o simples salones de chat con temática, el autor realiza un juego de autoparodia de dichos campos de batalla en textos como SI(Mula)ndo y Hayá en el cyberr de la eskina, el blanco de la sátira los noob, maleteros apreta-botones y poseros de turno, mismos que confunden a Link con Zelda, de cualquier modo, cada época tiene su fórmula de vicio; la que nos plantea el autor con mayor ímpetu, es la de un hombre con una ficha versus la máquina y el here come´s a new challenger, como la inminencia de un duelo un día cualquiera por la tarde, hipnotizados por los gritos, soundtrack en 8 bits y ráfagas de colores de Capcom, Aklaim o SNK. que supuestamente provocaban epilepsia. Claramente, Continue? es una apuesta arriesgada e interesante que lleva los videojuegos a la literatura, orbe sagrado de la cultura para los puristas que ven mera superficialidad en estos dispositivos tecnológicos que han recorrido un largo trecho desde pong hasta The Last of us o Metal Gear. El desmontaje está hecho y lo presenciamos a través de este libro en todos sus textos, contando la portada como concepto, un pastiche de la última cena de Davinci con Pacman al centro del festín.

UN ANCIANO por CONSTANTINO KAVAFIS


En el lado de adentro del bullicioso café
inclinado sobre la mesa, está sentado un anciano:
con un diario delante, sin compañía.
Y en el desmedro de la aciaga vejez
piensa cuán poco gozó los años
en que poseía fuerza, y palabra, y apostura.
Sabe que ha envejecido mucho; lo siente, lo ve.
Y sin embargo el tiempo en que era joven parece
como ayer. Qué breve espacio, qué breve espacio.
Y cavila cómo lo engañó la Prudencia;
y cómo siempre en ella se confió-, ¡qué locura!-
la mentirosa que decía: "Mañana. Tienes mucho tiempo".
Recuerda los ímpetus que contenta; y cuánta
alegría sacrificada. Cada ocasión perdida
se burla ahora de su necia prudencia.
... Mas de tanto pensar y recordar
el anciano se mareó. Y se queda dormido
apoyado en la mesa del café

EL PEREGRINO por NICANOR PARRA


Atención, señoras y señores, un momento de atención:
Volved un instante la cabeza hacia este lado de la
[república,
Olvidad por una noche vuestros asuntos personales,
El placer y el dolor pueden aguardar a la puerta:
Una voz se oye desde este lado de la república.
¡Atención, señoras y señores! ¡un momento de atención!
Un alma que ha estado embotellada durante años
En una especie de abismo sexual e intelectual
Alimentándose escasamente por la nariz
Desea hacerse escuchar por ustedes.
Deseo que se me informe sobre algunas materias,
Necesito un poco de luz, el jardín se cubre de moscas,
Me encuentro en un desastroso estado mental,
Razono a mi manera;
Mientras digo estas cosas veo una bicicleta apoyada en
[un muro,
Veo un puente
Y un automóvil que desaparece entre los edificios.
Ustedes se peinan, es cierto, ustedes andan a pie por los
[jardines,
Debajo de la piel ustedes tienen otra piel,
Ustedes poseen un séptimo sentido
Que les permite entrar y salir automáticamente.
Pero yo soy un niño que llama a su madre detrás de las
[rocas,
Soy un peregrino que hace saltar las piedras a la altura
[de su nariz,
Un árbol que pide a gritos se le cubra de hojas.

ESTACION SUMERGIDA por JORGE TEILLIER


Yo no estoy soñando, lo recuerdo, olvidé cómo se
soñaba;
quizás esto sea un mar, bien puede ser la tierra,
encima el cielo deshaciendo su cabellera.
Esto no es un Mar sin olas, es una lámina descolorida,
un día muerto por dagas invernales, un día fusilado
por lluvias.
De pronto lo rompen manotazos de campanas,
tictaqueos de sombras,
y se cierra como una cuchillada de trenes oxidados
devorando las cerezas maduras del sol.
Propicio tiempo para levantar cruces de barro
en el pecho de mapuches asesinados, para los
caballos crepusculares
que se extravían en las acequias.
Ya lo sé, debo escaparme de los ahogados que
flotan en los pozos,
voy a beber grandes tragos de poemas silvestres
veo desde el umbral al atardecer mordiendo plazas,
aferrándose gelatinosamente a los tejados rotos,
hasta caer junto a muchachas desfloradas en
graneros solitarios
a las antiguas bodegas de la noche.
Pálidamente las horas se reúnen a jugar a las cartas
en torno a la mesa de los días,
desconozco el tren que me dejó entre ellas,
viéndolas alimentarse de cantos estrangulados,
persiguiendo a mis amigos, arrastrándolos en el río
del tedio.

Yo no sueño, todo cuanto veo es cierto, ellos pasan
del brazo de mujeres desdentadas, riendo largamente.
Una ola invade mi habitación, recuerdo a mi vecina
cantando hasta que el cielo le llenaba las manos de
azul,
yo no besé esas manos, yo tenía al viento cordillerano
arañándome, y la muerte oculta tras viejas y
profundas fotografías.

Aferrado a un puente de madera,
inclinado sobre las venas turbias de la noche
pasan botellas vacías, libros oxidados de relecturas,
el barrio de las prostitutas pobres
donde cierro los labios por no decir mi nombre.
No es nada esto, sólo que a veces siento temor de
saber quién soy verdaderamente.
Me gustaría despertar con los labios húmedos
como después de los largos besos de las sabias primas,
como si estuviese tomando café servido por mis
hermanas.

Pero si abro los ojos también estaré sumergido,
pues la lluvia hace girar su pausado gramófono,
mientras hay un nevar de alas deshechas por los días,
velorios humedecidos de vino, y esta mano helada
en mi garganta,
helada como parroquias y confesionarios que no se
desprende,
si la pudiese deshacer un brillar de días felices.
Ahora lo sé, he estado siempre despierto,
mirando silenciosamente la estación sumergida
donde los huesos de las nubes hilachean los árboles.

Alguien me debe esperar -quizás algunos muertos-
pues voy hacia las chimeneas rústicas, los
aserraderos vacíos,
las grandes, prestigiosas casas sureñas
venidas abajo
corno flores destrozadas por los duros dientes del
olvido,
y busco el sol en los huertos cuyos párpados lo
     esconden.

Todo me espera en la estación sumergida, nuevamente,
en la empapada de malezas, la crecida de sueños
angustiados y torvos,
mientras el tiempo detenido cierra sus pesados
portones
y confusamente respira en el mar del invierno.





LA PRADERA por RAY BRADBURY


1
-George, me gustaría que le echaras un ojo al cuarto de jugar de los niños.
-¿Qué le pasa?
-No lo sé.
-Pues bien, ¿y entonces?
-Sólo quiero que le eches un ojeada, o que llames a un psicólogo para que se la eche
él.
-¿Y qué necesidad tiene un cuarto de jugar de un psicólogo?
-Lo sabes perfectamente -su mujer se detuvo en el centro de la cocina y contempló uno
de los fogones, que en ese momento estaba hirviendo sopa para cuatro personas-. Sólo
es que ese cuarto ahora es diferente de como era antes.
-Muy bien, echémosle un vistazo.
Atravesaron el vestíbulo de su lujosa casa insonorizada cuya instalación les había
costado treinta mil dólares, una casa que los vestía y los alimentaba y los mecía para que
se durmieran, y tocaba música y cantaba y era buena con ellos. Su aproximación activó
un interruptor en alguna parte y la luz de la habitación de los niños parpadeó cuando
llegaron a tres metros de ella. Simultáneamente, en el vestíbulo, las luces se apagaron
con un automatismo suave.
-Bien -dijo George Hadley.
Se detuvieron en el suelo acolchado del cuarto de jugar de los niños. Tenía doce
metros de ancho por diez de largo; además había costado tanto como la mitad del resto
de la casa. «Pero nada es demasiado bueno para nuestros hijos», había dicho George.
La habitación estaba en silencio y tan desierta como un claro de la selva un caluroso
mediodía. Las paredes eran lisas y bidimensionales. En ese momento, mientras George y
Lydia Hadley se encontraban quietos en el centro de la habitación, las paredes se
pusieron a zumbar y a retroceder hacia una distancia cristalina, o eso parecía, y pronto
apareció un sabana africana en tres dimensiones; por todas partes, en colores que
reproducían hasta el último guijarro y brizna de paja. Por encima de ellos, el techo se
convirtió en un cielo profundo con un ardiente sol amarillo.
George Hadley notó que la frente le empezaba a sudar.
-Vamos a quitarnos del sol -dijo-. Resulta demasiado real. Pero no veo que pase nada
extraño.
-Espera un momento y verás dijo su mujer.
Los ocultos olorificadores empezaron a emitir un viento aromatizado en dirección a las
dos personas del centro de la achicharrante sabana africana. El intenso olor a paja, el
aroma fresco de la charca oculta, el penetrante olor a moho de los animales, el olor a
polvo en el aire ardiente. Y ahora los sonidos: el trote de las patas de lejanos antílopes en
la hierba, el aleteo de los buitres. Una sombra recorrió el cielo y vaciló sobre la sudorosa
cara que miraba hacia arriba de George Hadley.
-Unos bichos asquerosos -le oyó decir a su mujer.
-Los buitres.
-¿Ves? allí están los leones, a lo lejos, en aquella dirección. Ahora se dirigen a la
charca. Han estado comiendo -dijo Lydia-. No sé el qué.
-Algún animal -George Hadley alzó la mano para defender sus entrecerrados ojos de la
luz ardiente-. Una cebra o una cría de jirafa, a lo mejor.
-¿Estás seguro? -la voz de su mujer sonó especialmente tensa.
-No, ya es un poco tarde para estar seguro -dijo él, divertido-. Allí lo único que puedo
distinguir son unos huesos descarnados, y a los buitres dispuestos a caer sobre lo que
queda.
-¿Has oído ese grito? -preguntó ella.
-No.
-¡Hace un momento!
-Lo siento, pero no.
Los leones se acercaban. Y George Hadley volvió a sentirse lleno de admiración hacia
el genio mecánico que había concebido aquella habitación. Un milagro de la eficacia que
vendían por un precio ridículamente bajo. Todas las casas deberían tener algo así. Claro,
de vez en cuando te asustaba con su exactitud clínica, hacía que te sobresaltases y te
producía un estremecimiento, pero qué divertido era para todos en la mayoría de las
ocasiones; y no sólo para su hijo y su hija, sino para él mismo cuando sentía que daba un
paseo por un país lejano, y después cambiaba rápidamente de escenario. Bien, ¡pues allí
estaba!
Y allí estaban los leones, a unos metros de distancia, tan reales, tan febril y
sobrecogedoramente reales que casi notabas su piel áspera en la mano, la boca se te
quedaba llena del polvoriento olor a tapicería de sus pieles calientes, y su color amarillo
permanecía dentro de tus ojos como el amarillo de los leones y de la hierba en verano, y
el sonido de los enmarañados pulmones de los leones respirando en el silencioso calor
del mediodía, y el olor a carne en el aliento, sus bocas goteando.
Los leones se quedaron mirando a George y Lydia Hadley con sus aterradores ojos
verde-amarillentos.
-¡Cuidado! -gritó Lydia.
Los leones venían corriendo hacia ellos.
Lydia se dio la vuelta y echó a correr. George se lanzó tras ella. Fuera, en el vestíbulo,
después de cerrar de un portazo, él se reía y ella lloraba y los dos se detuvieron
horrorizados ante la reacción del otro.
-¡George!
-¡Lydia! ¡Oh, mi querida, mi dulce, mi pobre Lydia!
-¡Casi nos atrapan!
-Unas paredes, Lydia, acuérdate de ello; unas paredes de cristal, es lo único que son.
Claro, parecen reales, lo reconozco... África en tu salón, pero sólo es una película en color
multidimensional de acción especial, supersensitiva, y una cinta cinematográfica mental
detrás de las paredes de cristal. Sólo son olorificadores y acústica, Lydia. Toma mi
pañuelo.
-Estoy asustada -Lydia se le acercó, pego su cuerpo al de él y lloró sin parar-. ¿Has
visto? ¿Lo has notado? Es demasiado real.
-Vamos a ver, Lydia...
-Tienes que decirles a Wendy y Peter que no lean nada más sobre África.
-Claro que sí... Claro que sí -le dio unos golpecitos con la mano.
-¿Lo prometes?
-Desde luego.
-Y mantén cerrada con llave esa habitación durante unos días hasta que consiga que
se me calmen los nervios.
-Ya sabes lo difícil que resulta Peter con eso. Cuando le castigué hace un mes a tener
unas horas cerrada con llave esa habitación..., ¡menuda rabieta cogió! Y Wendy lo mismo.
Viven para esa habitación.
-Hay que cerrarla con llave, eso es todo lo que hay que hacer.
-Muy bien -de mala gana, George Hadley cerró con llave la enorme puerta-. Has estado
trabajando intensamente. Necesitas un descanso.
-No lo sé... No lo sé -dijo ella, sonándose la nariz y sentándose en una butaca que
inmediatamente empezó a mecerse para tranquilizarla-. A lo mejor tengo pocas cosas que
hacer. Puede que tenga demasiado tiempo para pensar. ¿Por qué no cerramos la casa
durante unos cuantos días y nos vamos de vacaciones?
-¿Te refieres a que vas a tener que freír tú los huevos?
-Sí -Lydia asintió con la cabeza.
-¿Y zurzirme los calcetines?
-Sí -un frenético asentimiento, y unos ojos que se humedecían.
-¿Y barrer la casa?
-¡Sí, sí..., claro que sí!
-Pero yo creía que por eso habíamos comprado esta casa, para que no tuviéramos que
hacer ninguna de esas cosas.
-Justamente es eso. No siento como si ésta fuera mi casa. Ahora la casa es la esposa
y la madre y la niñera. ¿Cómo podría competir yo con una sabana africana? ¿Es que
puedo bañar a los niños y restregarles de modo tan eficiente o rápido como el baño que
restriega automáticamente? Es imposible. Y no sólo me pasa a mí. También a ti.
Últimamente has estado terriblemente nervioso.
-Supongo que porque he fumado en exceso.
-Tienes aspecto de que tampoco tú sabes qué hacer contigo mismo en esta casa.
Fumas un poco más por la mañana y bebes un poco más por la tarde y necesitas unos
cuantos sedantes más por la noche. También estás empezando a sentirte innecesario.
-¿Y no lo soy? -hizo una pausa y trató de notar lo que de verdad sentía interiormente.
-¡Oh, George! -Lydia lanzo una mirada más allá de él, a la puerta del cuarto de jugar de
los niños-. Esos leones no pueden salir de ahí, ¿verdad que no pueden?
Él miró la puerta y vio que temblaba como si algo hubiera saltado contra ella por el otro
lado.
-Claro que no -dijo.
2
Cenaron solos porque Wendy y Peter estaban en un carnaval plástico en el otro
extremo de la ciudad y habían televisado a casa para decir que se iban a retrasar, que
empezaran a cenar. Con que George Hadley se sentó abstraído viendo que la mesa del
comedor producía platos calientes de comida desde su interior mecánico.
-Nos olvidamos del ketchup -dijo.
-Lo siento -dijo un vocecita del interior de la mesa, y apareció el ketchup.
En cuanto a la habitación, pensó George Hadley, a sus hijos no les haría ningún daño
que estuviera cerrada con llave durante un tiempo. Un exceso de algo a nadie le sienta
nunca bien. Y quedaba claro que los chicos habían pasado un tiempo excesivo en África.
Aquel sol. Todavía lo notaba en el cuello como una garra caliente. Y los leones. Y el olor a
sangre. Era notable el modo en que aquella habitación captaba las emanaciones
telepáticas de las mentes de los niños y creaba una vida que colmaba todos sus deseos.
Los niños pensaban en leones, y aparecían leones. Los niños pensaban en cebras, y
aparecían cebras. Sol... sol. Jirafas... jirafas. Muerte y muerte.
Aquello no se iba. Masticó sin saborearla la carne que les había preparado la mesa. La
idea de la muerte. Eran terriblemente jóvenes, Wendy y Peter, para tener ideas sobre la
muerte. No, la verdad, nunca se era demasiado joven. Uno le deseaba la muerte a otros
seres mucho antes de saber lo que era la muerte. Cuando tenías dos años y andabas
disparando a la gente con pistolas de juguete.
Pero aquello: la extensa y ardiente sabana africana, la espantosa muerte en las fauces
de un león... Y repetido una y otra vez.
-¿Adónde vas?
No respondió a Lydia. Preocupado, dejó que las luces se fueran encendiendo delante
de él y apagando a sus espaldas según caminaba hasta la puerta del cuarto de jugar de
los niños. Pegó la oreja y escuchó. A lo lejos rugió un león.
Hizo girar la llave y abrió la puerta. Justo antes de entrar, oyó un chillido lejano. Y luego
otro rugido de los leones, que se apagó rápidamente.
Entró en África. Cuántas veces había abierto aquella puerta durante el último año
encontrándose en el País de las Maravillas, con Alicia y la Tortuga Artificial, o con Aladino
y su lámpara maravillosa, o con Jack Cabeza de Calabaza del País de Oz, o el doctor
Doolittle, o con la vaca saltando una luna de aspecto muy real -todas las deliciosas
manifestaciones de un mundo simulado-. Había visto muy a menudo a Pegasos volando
por el cielo del techo, o cataratas de fuegos artificiales auténticos, u oído voces de
ángeles cantar. Pero ahora, aquella ardiente África, aquel horno con la muerte en su
calor.
Puede que Lydia tuviera razón. A lo mejor necesitaban unas pequeñas vacaciones,
alejarse de la fantasía que se había vuelto excesivamente real para unos niños de diez
años. Estaba muy bien ejercitar la propia mente con la gimnasia de la fantasía, pero
cuando la activa mente de un niño establecía un modelo... Ahora le parecía que, a lo
lejos, durante el mes anterior, había oído rugidos de leones y sentido su fuerte olor, que
llegaba incluso hasta la puerta de su estudio. Pero, al estar ocupado, no había prestado
atención.
George Hadley se mantenía quieto y solo en el mar de hierba africano. Los leones
alzaron la vista de su alimento, observándole. El único defecto de la ilusión era la puerta
abierta por la que podía ver a su mujer, al fondo, pasado el vestíbulo, a oscuras, como
cuadro enmarcado, cenando distraídamente.
-Largo -les dijo a los leones.
No se fueron.
Conocía exactamente el funcionamiento de la habitación. Emitías tus pensamientos. Y
aparecía lo que pensabas.
-Que aparezcan Aladino y su lámpara maravillosa -dijo chasqueando los dedos.
La sabana siguió allí; los leones siguieron allí.
-¡Venga, habitación! ¡Que aparezca Aladino! -repitió.
No pasó nada. Los leones refunfuñaron dentro de sus pieles recocidas.
-¡Aladino!
Volvió al comedor.
-Esa estúpida habitación está averiada -dijo-. No quiere funcionar.
-O...
-¿O qué?
-O no puede funcionar -dijo Lydia-, porque los niños han pensado en África y leones y
muerte tantos días que la habitación es víctima de la rutina.
-Podría ser.
-O que Peter la haya conectado para que siga siempre así.
-¿Conectado?
-Puede que haya manipulado la maquinaria, tocado algo.
-Peter no conoce la maquinaria.
-Es un chico listo para sus diez años. Su coeficiente de inteligencia es...
-A pesar de eso...
-Hola, mamá. Hola, papá.
Los niños habían vuelto. Wendy y Peter entraron por la puerta principal, con las mejillas
como caramelos de menta y los ojos como brillantes piedras de ágata azul. Sus monos de
salto despedían un olor a ozono después de su viaje en helicóptero.
-Llegáis justo a tiempo de cenar -dijeron los padres.
-Nos hemos atiborrado de helado de fresa y de perritos calientes -dijeron los niños,
cogidos de la mano-. Pero nos sentaremos un rato y miraremos.
-Sí, vamos a hablar de vuestro cuarto de jugar -dijo George Hadley.
Ambos hermanos parpadearon y luego se miraron uno al otro.
-¿El cuarto de jugar?
-De lo de África y de todo lo demás -dijo el padre con una falsa jovialidad.
-No te entiendo -dijo Peter.
-Vuestra madre y yo hemos estado viajando por África; Tomáswift y su león eléctrico -
explicó George Hadley.
-En el cuarto no hay nada de África -dijo sencillamente Peter.
-Oh, vamos, Peter. Lo sabemos perfectamente.
-No me acuerdo de nada de África -le comentó Peter a Wendy-. ¿Y tú?
-No.
-Id corriendo a ver y volved a contárnoslo.
La niña obedeció.
-Wendy, ¡vuelve aquí! -dijo George Hadley, pero la niña ya se había ido. Las luces de la
casa la siguieron como una bandada de luciérnagas. Demasiado tarde, George Hadley se
dio cuenta de que había olvidado cerrar con llave la puerta después de su última
inspección.
-Wendy mirará y vendrá a contárnoslo -dijo Peter.
-Ella no me tiene que contar nada. Yo mismo lo he visto.
-Estoy seguro de que te has equivocado, padre.
-No me he equivocado, Peter. Vamos.
Pero Wendy volvía ya.
-No es África -dijo sin aliento.
-Ya lo veremos -comentó George Hadley, y todos cruzaron el vestíbulo juntos y
abrieron la puerta de la habitación.
Había un bosque verde, un río encantador, una montaña púrpura, cantos de voces
agudas, y Rima acechando entre los árboles. Mariposas de muchos colores volaban, igual
que ramos de flores animados, en trono a su largo pelo. La sabana africana había
desaparecido. Los leones habían desaparecido. Ahora sólo estaba Rima, entonando una
canción tan hermosa que llenaba los ojos de lágrimas.
George Hadley contempló la escena que había cambiado.
-Id a la cama -les dijo a los niños.
Éstos abrieron la boca.
-Ya me habéis oído -dijo su padre.
Salieron a la toma de aire, donde un viento los empujó como a hojas secas hasta sus
dormitorios.
George Hadley anduvo por el sonoro claro y agarró algo que yacía en un rincón cerca
de donde habían estado los leones. Volvió caminando lentamente hasta su mujer.
-¿Qué es eso? -preguntó ella.
-Una vieja cartera mía -dijo él.
Se la enseñó. Olía a hierba caliente y a león. Había gotas de saliva en ella: la habían
mordido, y tenía manchas de sangre en los dos lados.
Cerró la puerta de la habitación y echó la llave.
En plena noche todavía seguía despierto, y se dio cuenta de que su mujer lo estaba
también.
-¿Crees que Wendy la habrá cambiado? -preguntó ella, por fin, en la habitación a
oscuras.
-Naturalmente.
-¿Ha cambiado la sabana africana en un bosque y ha puesto a Rima allí en lugar de los
leones?
-Sí.
-¿Por qué?
-No lo sé. Pero seguirá cerrada con llave hasta que lo averigüe.
-¿Cómo ha llegado allí tu cartera?
-Yo no sé nada -dijo él-, a no ser que estoy empezando a lamentar que hayamos
comprado esa habitación para los niños. Si los niños son neuróticos, una habitación como
ésa...
-Se suponía que les iba a ayudar a librarse de sus neurosis de un modo sano.
-Es lo que me estoy empezando a preguntar -George Hadley clavó la vista en el techo.
-Les hemos dado a los niños todo lo que quieren. Y ésta es nuestra recompensa...
¡Secretos, desobediencia!
-¿Quién fue el que dijo que los niños son como alfombras a las que hay que sacudir de
vez en cuando? Nunca les levantamos la mano. Son insoportables..., admitámoslo. Van y
vienen según les apetece; nos tratan como si los hijos fuéramos nosotros. Están echados
a perder y nosotros estamos echados a perder también.
-Llevan comportándose de un modo raro desde que hace unos meses les prohibiste ir a
Nueva York en cohete.
-No son lo suficientemente mayores para ir solos. Se lo expliqué.
-Da igual. Me he fijado que desde entonces se han mostrado claramente fríos con
nosotros.
-Creo que deberíamos hacer que mañana viniera David McClean para que le echara un
ojo a África.
Unos momentos después, oyeron los gritos.
Dos gritos. Dos personas que gritaban en el piso de abajo. Y luego, rugidos de leones.
-Wendy y Peter no están en sus dormitorios -dijo su mujer.
Siguió tumbado en la cama con el corazón latiéndole con fuerza.
-No -dijo él-. Han entrado en el cuarto de jugar.
-Esos gritos... suenan a conocidos.
-¿De verdad?
-Sí, muchísimo.
Y aunque sus camas se esforzaron a fondo, los dos adultos no consiguieron sumirse
en el sueño durante otra hora más. Un olor a felino llenaba el aire nocturno.
3
-¿Padre? -dijo Peter.
-¿Qué?
Peter se observó los zapatos. Ya no miraba nunca a su padre, ni a su madre.
-Vas a cerrar con llave la habitación para siempre, ¿verdad?
-Eso depende.
-¿De qué? -soltó Peter.
-De ti y de tu hermana. De que mezcléis África con otras cosas... Con Suecia, tal vez, o
Dinamarca o China...
-Yo creía que teníamos libertad para jugar a lo que quisiéramos.
-La tenéis, con unos límites razonables.
-¿Qué pasa de malo con África, padre?
-Vaya, de modo que ahora admites que has estado haciendo que aparezca África, ¿es
así?
-No quiero que el cuarto de jugar esté cerrado con llave -dijo fríamente Peter-. Nunca.
-En realidad estamos pensando en pasar un mes fuera de casa. Libres de esta especie
de existencia despreocupada.
-¡Eso sería espantoso! ¿Tendría que atarme los cordones de los zapatos yo en lugar
de dejar que me los ate el atador? ¿Y lavarme los dientes y peinarme y bañarme?
-Sería divertido un pequeño cambio, ¿no crees?
-No, sería horripilante. No me gustó que quitaras el pintador de cuadros el mes pasado.
-Es porque quería que aprendieras a pintar por ti mismo, hijo.
-Yo no quiero hacer nada excepto mirar y oír y oler. ¿Qué otra cosa se puede hacer?
-Muy bien, vete a jugar a África.
-¿Cerrarás la casa pronto?
-Lo estamos pensando.
-Creo que será mejor que no lo penséis más, padre.
-¡No voy a consentir que me amenace mi propio hijo!
-Muy bien -y Peter penetró en el cuarto de jugar.
4
-¿Llego a tiempo? -dijo David McClean.
-¿Quieres desayunar? -preguntó George Hadley.
-Gracias, tomaré algo. ¿Cuál es el problema?
-David, tú eres psicólogo.
-Eso espero.
-Bien, pues entonces échale una mirada al cuarto de jugar de nuestros hijos. Ya lo viste
hace un año cuando viniste por aquí. ¿Entonces no notaste nada especial en esa
habitación?
-No podría decir que lo notara: la violencia habitual, cierta tendencia hacia una ligera
paranoia acá y allá, lo normal en niños que se sienten perseguidos constantemente por
sus padres; pero, bueno, de hecho nada.
Cruzaron el vestíbulo.
-Cerré la habitación con llave -explico el padre-, y los niños entraron en ella por la
noche. Dejé que estuvieran dentro para que pudieran formar los modelos y así tú los
pudieras ver.
De la habitación salían gritos terribles.
-Ahí lo tienes -dijo George Hadley-. Veamos lo que consigues.
Entraron sin llamar.
-Salid afuera un momento, chicos -dijo George Hadley-. No, no cambiéis la
combinación mental. Dejad las paredes como están.
Con los niños fuera, los dos hombres se quedaron quietos examinando a los leones
agrupados a lo lejos que comían con deleite lo que habían cazado.
-Me gustaría saber de qué se trata -dijo George Hadley-. A veces casi lo consigo ver.
¿Crees que si trajese unos prismáticos potentes y...?
David McClean se rió.
-Difícilmente -se volvió para examinar las cuatro paredes-. ¿Cuánto hace que pasa
esto?
-Algo más de un mes.
-La verdad es que no me causa ninguna buena impresión.
-Yo quiero hechos, no impresiones.
-Mira, George querido, un psicólogo nunca ve un hecho en toda su vida. Sólo presta
atención a las impresiones, a cosas vagas. Esto no me causa buena impresión, te lo
repito. Confía en mis corazonadas y mi intuición. Me huelo las cosas malas. Y ésta es
muy mala. Mi consejo es que desmontes esta maldita cosa y lleves a tus hijos a que me
vean todos los días para someterlos a tratamiento durante un año entero.
-¿Es tan mala?
-Me temo que sí. Uno de los usos originales de estas habitaciones era que pudiéramos
estudiar los modelos que dejaba la mente del niño en las paredes, y de ese modo
estudiarlos con toda comodidad y ayudar al niño. En este caso, sin embargo, la habitación
se ha convertido en un canal hacia... ideas destructivas, en lugar de una liberación de
ellas.
-¿Ya has notado esto con anterioridad?
-Lo único que he notado es que has echado a perder a tus hijos más que la mayoría. Y
ahora los has degradado de algún modo. ¿De qué modo?
-No les dejé que fueran a Nueva York.
-¿Y qué más?
-He quitado algunos de los aparatos de la casa y les amenacé, hace un mes, con cerrar
el cuarto de jugar como no hicieran los deberes del colegio. Lo tuve cerrado unos cuantos
días para que aprendieran.
-Vaya, vaya.
-¿Significa algo eso?
-Todo. Donde antes tenían a un Papá Noel, ahora tienen a un ogro. Los niños prefieren
a Papá Noel. Dejaste que esta casa os reemplazara a ti y a tu mujer en el afecto de
vuestros hijos. Esta habitación es su madre y su padre, y es mucho más importante en
sus vidas que sus padres auténticos. Y ahora vas y la quieres cerrar. No me extraña que
aquí haya odio. Se nota que brota del cielo. Se nota en ese sol. George, tienes que
cambiar de vida. Lo mismo que otros muchos, la has construido en torno a las
comodidades. Mañana te morirías de hambre si en la cocina funcionara algo mal.
Deberías saber cascar un huevo. Sin embargo, desconéctalo todo. Empieza de nuevo.
Llevará tiempo. Pero conseguiremos obtener unos niños buenos a partir de los malos
dentro de un año, espera y verás.
-Pero ¿no será un choque excesivo para los niños cerrar la habitación bruscamente,
para siempre?
-Lo que yo no quiero es que profundicen más en esto, eso es todo.
Los leones estaban terminando su festín rojo.
Los leones se mantenían al borde del claro observando a los dos hombres.
-Ahora estoy sintiendo que me persiguen -dijo McClean-. Salgamos de aquí. Nunca me
gustaron estas malditas habitaciones. Me ponen nervioso.
-Los leones no son reales, ¿verdad? -dijo George Hadley-. Supongo que no habrá
ningún modo de...
-¿De qué?
-... ¡De que se vuelvan reales!
-No, que yo sepa.
-¿Algún fallo en la maquinaria, una avería o algo?
-No.
Se dirigieron a la puerta.
-No creo que a la habitación le guste que la desconecten -dijo el padre.
-A nadie le gusta morir... Ni siquiera a una habitación.
-Me pregunto si me odia por querer desconectarla.
-La paranoia abunda por aquí hoy -dijo David McClean-. Puedes utilizar esto como
pista. Mira -se agachó y recogió un pañuelo de cuello ensangrentado-. ¿Es tuyo?
-No -la cara de George Hadley estaba rígida-. Pertenece a Lydia.
Fueron juntos a la caja de fusibles y quitaron el que desconectaba el cuarto de jugar.
Los dos niños estaban histéricos. Gritaban y pataleaban y tiraban cosas. Aullaban y
sollozaban y soltaban tacos y daban saltos por encima de los muebles.
-¡No le puedes hacer eso al cuarto de jugar, no puedes!
-Vamos a ver, chicos.
Los niños se arrojaron en un sofá, llorando.
-George -dijo Lydia Hadley-, vuelve a conectarla, sólo unos momentos. No puedes ser
tan brusco.
-No.
-No seas tan cruel.
-Lydia, está desconectada y seguirá desconectada. Y toda la maldita casa morirá
dentro de poco. Cuanto más veo el lío que nos ha originado, más enfermo me pone.
Llevamos contemplándonos nuestros ombligos electrónicos, mecánicos, demasiado
tiempo. ¡Dios santo, cuánto necesitamos una ráfaga de aire puro!
Y se puso a recorrer la casa desconectando los relojes parlantes, los fogones, la
calefacción, los limpiazapatos, los restregadores de cuerpo y las fregonas y los
masajeadores y todos los demás aparatos a los que pudo echar mano.
La casa estaba llena de cuerpos muertos, o eso parecía. Daba la sensación de un
cementerio mecánico. Tan silenciosa. Ninguna de la oculta energía de los aparatos
zumbaba a la espera de funcionar cuando apretaran un botón.
-¡No les dejes hacerlo! -gritó Peter al techo, como si hablara con la casa, con el cuarto
de jugar-. No dejes que mi padre lo mate todo -se volvió hacia su padre-. ¡Te odio!
-Los insultos no te van a servir de nada.
-¡Quisiera que estuvieses muerto!
-Ya lo estamos, desde hace mucho. Ahora vamos a empezar a vivir de verdad. En
lugar de que nos manejen y nos den masajes, vamos a vivir.
Wendy todavía seguía llorando y Peter se unió a ella.
-Sólo un momento, sólo un momento, sólo otro momento en el cuarto de jugar -
gritaban.
-Oh, George -dijo la mujer-. No les hará daño.
-Muy bien... muy bien, siempre que se callen. Un minuto, tenedlo en cuenta, y luego
desconectada para siempre.
-Papá, papá, papá -dijeron alegres los chicos, sonriendo con la cara llena de lágrimas.
-Y luego nos iremos de vacaciones. David McClean volverá dentro de media hora para
ayudarnos a recoger las cosas y llevarnos al aeropuerto. Me voy a vestir. Conecta la
habitación durante un minuto. Lydia, sólo un minuto, tenlo en cuenta.
Y los tres se pusieron a parlotear mientras él dejaba que el tubo de aire le aspirara al
piso de arriba y empezaba a vestirse por sí mismo. Un minuto después, apareció Lydia.
-Me sentiré muy contenta cuando nos vayamos -dijo suspirando.
-¿Los has dejado en el cuarto?
-También yo me quería vestir. Oh, esa espantosa África. ¿Qué le pueden encontrar?
-Bueno, dentro de cinco minutos o así estaremos camino de Iowa. Señor, ¿cómo se
nos ocurrió tener esta casa? ¿Qué nos impulsó a comprar una pesadilla?
-El orgullo, el dinero, la estupidez.
-Creo que será mejor que baje antes de que esos chicos vuelvan a entusiasmarse con
esas malditas fieras.
Precisamente entonces oyeron que llamaban los niños.
-Papá, mamá, venid enseguida... ¡enseguida!
Bajaron al otro piso por el tubo de aire y atravesaron corriendo el vestíbulo. Los niños
no estaban a la vista.
-¿Wendy? ¡Peter!
Corrieron al cuarto de jugar. En la sabana africana no había nadie a no ser los leones,
que los miraban.
-¿Peter, Wendy?
La puerta se cerro dando un portazo.
-¡Wendy, Peter!
George Hadley y su mujer dieron la vuelta y corrieron a la puerta.
-¡Abrid esta puerta! -gritó George Hadley, tratando de hacer girar el picaporte-. ¡Han
cerrado por fuera! ¡Peter! -golpeó la puerta-. ¡Abrid!
Oyó la voz de Peter fuera, pegada a la puerta.
-No les dejéis desconectar la habitación y la casa -estaba diciendo.
George Hadley y su mujer daban golpes en la puerta.
-No seáis absurdos, chicos. Es hora de irse. El señor McClean llegará en un momento
y...
Y entonces oyeron los sonidos.
Los leones los rodeaban por tres lados. Avanzaban por la hierba amarilla de la sabana,
olisqueando y rugiendo.
Los leones.
George Hadley miró a su mujer y los dos se dieron la vuelta y volvieron a mirar a las
fieras que avanzaban lentamente, encogiéndose, con el rabo tieso.
George Hadley y su mujer gritaron.
Y de repente se dieron cuenta del motivo por el que aquellos gritos anteriores les
habían sonado tan conocidos.
5
-Muy bien, aquí estoy -dijo David McClean a la puerta del cuarto de jugar-. Oh, hola -
miró fijamente a los niños, que estaban sentados en el centro del claro merendando. Más
allá de ellos estaban la charca y la sabana amarilla; por encima había un sol abrasador.
Empezó a sudar-. ¿Dónde están vuestros padres?
Los niños alzaron la vista y sonrieron.
-Oh, estarán aquí enseguida.
-Bien, porque nos tenemos que ir -a lo lejos, McClean distinguió a los leones
peleándose. Luego vio cómo se tranquilizaban y se ponían a comer en silencio, a la
sombra de los árboles.
Lo observó con la mano encima de los ojos entrecerrados.
Ahora los leones habían terminado de comer. Se acercaron a la charca para beber.
Una sombra parpadeó por encima de la ardiente cara de McClean. Parpadearon
muchas sombras. Los buitres bajaban del cielo abrasador.
-¿Una taza de té? -preguntó Wendy en medio del silencio.
* * *
El hombre ilustrado se movía en sueños. Se volvía a un lado y a otro, y con cada
movimiento una escena nueva comenzaba a animarse, y le coloreaba la espalda, el
brazo, la muñeca. El hombre ilustrado alzó una mano sobre la oscura hierba de la noche.
Los dedos se abrieron y allí, en su palma, otra ilustración nació a la vida. El hombre
ilustrado se volvió hacia mí y allí en su pecho había un espacio vacío, negro y estrellado,
profundo, y algo se movía entre esas mismas estrellas, algo que caía en la oscuridad, que
caía, mientras yo lo miraba...
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