sábado, junio 28, 2014

A LOS ENMUDECIDOS por GEORGE TRAKL


Oh, el delirio de la gran ciudad, cuando en la tarde
junto al negro muro achaparrados árboles se tensan;
bajo máscara argéntea mira el espíritu del mal;
la luz con magnético azote la pétrea noche rechaza.

Oh, el sumido sonar de las campanas de la tarde.
Ramera que en helados escalofríos un niñito muerto parió.
Furiosa fustiga la ira de Dios la frente del poseso,
purpúrea epidemia, hambre que quiebra verdes ojos.
Oh, la horrible risa del oro.

Pero silente sangra en oscura cuenca tan enmudecida humanidad,
aúna de duros metales la redentora cabeza.

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