miércoles, enero 07, 2015

VIVIR SIN TI por BUNKER GUERRERO


Ahora que debo vivir sin ti,
que sea cruel, que deba pagar
un alto precio de ausencia y agonía:

que el dolor sangre en las paredes
cada insomnio, que duerma de día
y piense que no hay
nadie afuera esperando,

que los sueños se me enreden
en los cables del alumbrado público
y que el quiosquero de la esquina
sienta lástima por mi cara de entierro.

Es posible que llegue tarde al trabajo,
triste y sin ánimos, y el jefe me odie
tanto como tú; que me olvide las llaves,
el teléfono y tu tacto al salir deprisa;
y no encuentre paz ni en la farmacia,
el cigarrillo o el alcohol;

que ninguna mujer me desee en sus noches
y la resaca sea una tortura,
o que unos pechos desnudos
no encienda el fuego de mi juventud.

Espero que los amigos me olviden,
que deteste el fútbol
y nadie me responda en las redes sociales;

que la camarera del bar me diga no
cuando un verso mío intente
obtener su compañía por si la noche acaba
y necesite un abrazo sin compromisos
ni tardes de cines y comida rápida,
que nadie lea mis poemas,
que no existan mis palabras,
que deje mi oficio en el ropero
junto al tapado descocido de otra historia,
que la gente se ría de mí
cuando avance por las calles,

espero perder el apetito, las ganas de leer,
que vengan los años, las arrugas, la caída
del cabello, que venga todo; menos tú.

Ahora que debo vivir sin ti,
que sea doloroso, ceniciento;
no por eso lamentaré tu abandono,
ni odiaré tu risa, tampoco te enviaré flores
pidiendo perdón por amarte
de la forma en que te amo:

con celos, posesión, sin amor propio
─como un perro sin amo, deseoso
de una caricia y alguien a quién seguir─,
enfermo de temor, esquizofrénico por el pasado,
bajo, melancólico, sin tiempo para los festejos,
pero sí para las depresiones.

No pediré perdón por mis actos
para que regreses donde todavía
existe el eco de tu existencia.

Pero viviendo así, comprenderé
todo lo que tuve y lo que perdí.

Cerraré noche tras noches
la puerta del bar y la de tu recuerdo,
cada medio día observaré a las oficinistas
tentándome de sus cuerpos delgados
en pantalones ceñidos y camisas blancas;

caminaré solo, abandonado,
sin necesidad ni entrega
por los caminos del fracaso,
consumiré drogas,
me pelearé con dios y el demonio,
huiré del país, te olvidaré en otros cuerpos,
en otros labios, en otros nombres,
en carreteras lejanas
a la estación de tus días.

Tal vez nada ocurra,
y simplemente sea que aún te extraño
y no sé cómo ocupar
todo este tiempo
que desocupé para estar contigo.

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