sábado, junio 13, 2015

EXTRAÑO PROYECTO LITERARIO DE DANILO PEDAMONTE: PASION, REFLEXION Y POESIA por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE.


Pedamonte ahonda en lo cotidiano. En poesía, en prosa poética y narrativa, utiliza su firme mano en un constante intentar marcar al lector. Las imágenes son procesadas en una magnitud que no deja impávido.

El planteamiento del poeta en describir el perfil del sujeto X va en partes iguales  tanto en la prosa como en lo lírico, a  poco andar lo tortuoso de vuelve  en algo un poco más llano y el sujeto X pasa a cargar con un nombre fijo, Emilio y una existencia opaca, rutinaria  que sólo muta al crear versos, así la humanidad queda en entredicho. En el poema “El Hombre” la divinidad es emplazada por el hablante lírico pero  que la valida sin ofenderla, exponiendo los modos de una vida plana con sus limitantes y en el peor de los casos con esperanza.

“El hombre cotidiano, es simple:
El hombre cotidiano no alza sus hombros sobre colinas de fuego,
El hombre cotidiano, solo anda por ahí, sin insistir en cosas maravillosas,
Sin aventurarse en grandes guerras callejeras, las únicas batallas que libra, son las del hogar y la necesidad.”

En el esfuerzo de escapar de lo cotidiano y de la condena de una vana esperanza es cuando el poeta comienza a definirse como un personaje más, en un Emilio o en un X.

La moral muta con un movimiento similar al péndulo y esto sólo por el ansia de “desmenuzar” la condición humana, la más inestable de las condiciones. La historia personal que es el fundamento del discurso lírico es vigorosa y de un ritmo preciso.

“Perdónenme Dioses, por ser el eslabón de las creencias, por encontrarme bebiendo con demonios, con sentirme tan bien con las alucinaciones, con haber pervertido mi espíritu y se haya entonces encontrado en desgracia, perdóname entonces por aprender a escribir, por haberlo ocupado como un arma incasable de balas, por un arma que fue entonces inquietante como la ridiculez, como el espanto como un MANTRA que se medita en el acto sexual o un estado puro de amor…”
“Indicios.”

Comienzo de las meditaciones. En este capítulo la divinidad judeocristiana se ve en tela de juicio, llevándolo a  diversos escenarios histórico morales, se cuestiona, se acepta, se le fuerza, se le hilvana en la existencia del hombre y se colige  que uno no sobrevive sin el otro.

El poeta se dirige directamente al lector y esta actitud apostrófica, incita a continuar leyendo, a ser parte del desafío de buscar la quintaescencia de Dios, o de hundirse en el horror existencial del hombre.

“Querido lector te hablo, porque debo hacerlo, porque es necesario, es como si fuera mi instancia final para sacer mí, el grito desesperado de la locura, de la tardes miserables que te da la humanidad con sus miradas objetivas y depravadas.”
“Meditaciones  VI”

Así comienza una serie de invocaciones en tono de monólogo que no dejan de tener un hilo conductor y  donde la voz del poeta surge desde el mismo infierno. La mitología y Homero de la mano del autor nos guían a parajes que el lector puede reconocer pero que ahora se observan de una manera distinta. Un giro diferente se  da  cuando la Biblia ocupa el eje de estas meditaciones. La voz de Job, una de las figuras más devotas de este libro y a la vez la historia más ejemplar y poética nos deja impresionados y dispuestos para otras voces. Pedamonte lo hace dialogar con “quien no tiene nombre”. Judas Iscariote se encuentra ante la presencia del creador y en un lugar indefinido entre el cielo y la tierra. El efecto se logra.

Luego el lector es arrebatado de la realidad para encontrarse en los idus de marzo y junto a Julio Cesar. Pronto el drama entra  de la pluma del poeta demostrándonos la versatilidad y oficio del mismo.  Es un libro interesante y de una propuesta donde la pasión y la técnica nos entrega  una vigorosa voz poética.



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