jueves, abril 07, 2016

EL PECHO por ANNE SEXTON


Ésta es la llave.
Ésta es la llave maestra.
Preciosamente.
Estoy peor que los hijos del guardabosque,
ganándome el pan y el polvo.
Estoy aquí, tamborileando un perfume.
Déjame descender a tu alfombra,
a tu colchón de paja —lo que tengas a mano,
pues la niña en mi interior muere, muere.
No es que sea ganado para comerse.
No es que sea alguna calle.
Pero tus manos, como arquitecto, me encontraron.
¡Lechera llena! Hace años ya era tuyo
cuando habitaba el valle de mis huesos,
huesos mudos en el pantano. Juguetitos.
Un xilófono con piel, tal vez,
torpemente tensada sobre él.
Sólo más tarde fue algo real.
Comparaba después mi talla con la de las estrellas de cine.
No daba la medida. Algo había
entre mis hombros. Nunca suficiente.
Claro, había una pradera,
pero ningún joven que cantara la verdad.
Nada que revelara la verdad.
Ignorante de hombres yacía con mis hermanas
y resurgiendo de las cenizas gritaba
mi sexo será transfigurado.
Ahora soy tu madre, tu hija,
tu cosa nuevecita —un caracol, un nido.
Estoy viva cuando tus dedos viven.
Uso seda —cubierta para descubrir—
pues en seda es en lo que quiero que pienses.
Pero me estorba la tela. Es tan tiesa.
Así que, di lo que sea, pero escálame como alpinista
pues aquí está el ojo, la joya está aquí,
aquí está el goce que el pezón aprende.
No tengo equilibrio —pero no es la nieve la que me
enloquece.
Estoy loca como las jóvenes lo están,
con una ofrenda, una ofrenda…
Y me quemo como se quema el dinero.

EL DIVINO AMOR por ALFONSINA STORNI



Te ando buscando, amor que nunca llegas,
Te ando buscando, amor que te mezquinas,
Me aguzo por saber si me adivinas,
Me doblo por saber si te me entregas.

Las tempestades mías, andariegas,
Se han aquietado sobre un haz de espinas;
Sangran mis carnes gotas purpurinas
Porque a salvarte, oh niño, te me niegas.

Mira que estoy de pie sobre los leños,
Que a veces bastan unos pocos sueños
Para encender la llama que me pierde.

Sálvame, amor, y con tus manos puras
Trueca este fuego en límpidas dulzuras
y haz de mis leños una rama verde.

SABADO por ALFONSINA STORNI


Me levanté  temprano y anduve descalza
Por los corredores: bajé a los jardines
Y besé las plantas
Absorbí los vahos limpios de la tierra,
Tirada en la grama;
Me bañé en la fuente que verdes achiras
Circundan. Más tarde, mojados de agua
Peiné mis cabellos. Perfumé las manos
Con zumo oloroso de diamelas. Garzas
Quisquillosas, finas,
De mi falda hurtaron doradas migajas.
Luego puse traje de clarín más leve
Que la misma gasa.
De un salto ligero llevé hasta el vestíbulo
Mi sillón de paja.
Fijos en la verja mis ojos quedaron,
Fijos en la verja.
El reloj me dijo: diez de la mañana.
Adentro un sonido de loza y cristales:
Comedor en sombra; manos que aprestaban
Manteles.
Afuera, sol como no he visto
Sobre el mármol blanco de la escalinata.
Fijos en la verja siguieron mis ojos,
Fijos. Te esperaba.

MIA por EMILY DICKINSON


Mía - ¡por el Derecho de la Blanca Elección!
Mía - ¡por el Sello Real!
Mía - ¡por el Signo de la Roja Prisión –
Las rejas no lo pueden ocultar!
Mía - aquí - en la Visión - ¡y en el Veto!
Mía - por la abolición de la Tumba -
Titulada - Confirmada -
¡La Carta Delirante!
Mía - ¡mientras las Eras se fugan!

EL CIELO ESTA TAN LEJOS DE LA MENTE por EMILY DICKINSON


El Cielo está tan lejos de la Mente
Que si la Mente al fin se disolviera –
Según el Arquitecto su Morada
Jamás se volvería a comprobar –
Como nuestra Capacidad – es vasta –
Como nuestras ideas —es hermosa –
Y para Él es el íntimo deseo
Mas no del más allá, sino de Aquí -

CANTO por ALEJANDRA PIZARNIK


el tiempo tiene miedo
el miedo tiene tiempo
el miedo
pasea por mi sangre
arranca mis mejores frutos
devasta mi lastimosa muralla
destrucción de destrucciones
sólo destrucción
y miedo
mucho miedo
miedo

LA ENAMORADA por ALEJANDRA PIZARNIK


esta lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra alejandra no lo niegues
hoy te miraste en el espejo
y te fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió
enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado
oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú
te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!

CANTO DEL RETRAIDO* por GEORGE TRAKL


Para Karl Borromaeus Heinrich

Todo armonía es el vuelo de las aves. Los verdes bosques
se han reunido en la tarde junto a más tranquilas cabañas;
los cristalinos prados del corzo.
Algo oscuro calma el murmullo del arroyo, las húmedas sombras
y las flores del verano, que tan bello tintinean al viento.
Ya es crepúsculo en la frente del hombre pensativo.

Y una lamparita se enciende, la bondad, en su corazón
y la paz de la cena; pues consagrados están el pan y el vino
por las manos de Dios, y te mira desde ojos nocturnos
silente el hermano, que así reposa del camino de espinas.
Oh, morar en el azul de alma de la noche.

Amoroso también abraza el silencio en la estancia las sombras de los mayores,
los martirios purpúreos, queja de una gran estirpe
que piadosa ahora acaba en el nieto solitario.

Pues más radiante siempre despierta de los negros minutos del delirio
el paciente en el umbral petrificado
y poderosos lo envuelven el frío azul y el declinar luminoso del otoño,

la casa silente y las sagas del bosque,
mesura y ley y los caminos lunares de los retraídos.





*otra versión

miércoles, abril 06, 2016

EL ADIÓS por GUILLAME APOLLINAIRE




Corté una brizna de brezo
Murió el otoño recuérdalo
Ya nunca más volveremos
A vernos sobre la tierra
Brezo en brizna olor del tiempo
Y recuerda que te espero

EL CINE, SEPTIMO ARTE por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE




Hay un lazo indisoluble entre el cine y la magia. Antes de que la tecnología trajera al hombre un arte envuelto en celuloide, el teatro con sus escenas cercanas al público, en vivo , inmediato , donde el juego de la  imaginación cimentaba efectivamente una magia donde el alma se nutre, dando como resultado un feedback, un potenciar al personaje encarnado , incluso crean en la mente un entorno que en realidad no existe. Mimesis se diría. Incluso Catarsis diría yo. El cine elevado sin lugar a dudas a calidad de arte, ha sido y será un alimento para el espíritu. A veces un pilar que forma caracteres, parece exagerado, pero hay casos así, el cine arroba, el cine encanta, el cine encandila, el cine corrompe, el cine engaña, el cine enamora, en fin, el cine un animal tan vivo como la poesia; otro animal. Tangencialmente cruzan las diversas historias, motivos, tópicos  Aún hay una comunión dentro de una sala de cine. es cosa de detenerse ante una película plasmada en el ecrán, tornar la mirada y ver los rostros, las expresiones, la respiración de los espectadores, las risas, las lágrimas. La portabilidad de las películas no podrán matar la industria del cine. El espectador continuará asistiendo a las salas, aunque la red entregue mil y una formas de acceder a los films. Cada espectador, cada coleccionista , cada creador, director o peatón de a pie puede dar su lista de películas favoritas, su género favorito , su... original soundtrack, su actor, actriz, escena, etc.
Pero mejores palabras pronunció Marlon Brando cuando se le preguntó acerca del cine: " Hay algo absurdo sobre eso,que la gente vaya con dinero ganado con su sudor a una habitación oscura en la que se sientan y miran a una pantalla cristalina en la que aparecen imágenes que hablan.
Y el motivo por el que no hay luz en el cine es porque tú estás ahí con tu fantasía. La persona de la pantalla está haciendo todo lo que tú quieres hacer, está besando a la mujer que quieres besar, pegándole a la gente que quieres pegar, siendo valiente de una forma que a ti te gustaría.El público se prestará al tema. Creará cosas que no están ahí."
Me adhiero a su opinión. 

martes, abril 05, 2016

VARIACIONES SOBRE UN TEMA SOLAR por HOMERO ARIDJIS


1
El sol, un ojo.
Si no un ojo pensante, un ojo de fuego.
Nadie se ha atrevido a llamarlo
un ojo vivo, una conciencia.
2
El ojo total de lo finito estuvo aquí desde el principio.
El ojo de los pensamientos amarillos
despertó a los grises y a los verdes.
El ojo radiante de los amaneceres
acabó por ponerse en el instante.
El ojo alado de las mitologías
está cantando en medio de la plaza.
3
La escalera de luz por la que subo
es la misma por la que ahora bajo
La luz blanca que nos está lloviendo
viene del Sol que se ha metido
Aun a oscuras yo te estoy mirando,
aun a ciegas te recibo con las palmas abiertas
Oh semilla amarilla
Oh aire vestido de luz blanca
4
¿Qué dios ebrio de luz
ideó este esplendor amarillo
en los confines del universo?
¿Qué ojo loco se quedó abierto
contemplando esta gloria
en los límites de sí mismo?
5
En el silencio alucinado
un ojo cobró forma y nada
En alguna parte de tu cabeza
el sueño de la luz ha comenzado
6
Oigo el cascabaleo de unas llaves
abriendo las puertas de la luz
y yo bañado de sol
todo lo que veo es sombras
7
Después de tantos días
de lluvia apareció el Sol
flotando en el firmamento
y debajo de una nube oscura
sus dedos dorados
alumbraron la Tierra
8
¿Sueña el ojo solar con la Tierra
que abrasa todo con sus sentidos
o nosotros soñamos que el ojo
que nos abrasa nos está soñando?
¿Estamos adentro del ojo vivo
que nos piensa y nos mira
o somos —como él— imágenes fugitivas
en la cabeza de un dios desconocido?

CUANDO LAS LILAS LA ÚLTIMA VEZ EN EL PATIO FRENTE A LA CASA FLORECIERON por WALT WHITMAN


En la muerte de Lincoln
Cuando las lilas la última vez en el patio frente a la casa
florecieron,
y cuando la gran estrella se hundió temprano en el cielo del
oeste en la noche,
lloré, y volveré a llorar con la constante primavera.
Constante primavera, una segura trinidad me traes,
el florecer perenne de las lilas y la estrella que se hunde en
el oeste.
Y el recuerdo de aquel que yo amo.
¡Oh poderosa estrella caída del oeste!
¡Oh sombras de la noche–oh melancólica, lacrimosa noche!
¡Oh gran estrella desaparecida–oh la negra lobreguez que
oculta a la estrella!
¡Oh crueles manos que me aprisionan –oh indefensa alma
mía!
¡Oh opresora nube que no deja a mi alma en libertad!
En el patio delantero de una vieja casa de finca junto a la
cerca blanqueada,
crece la alta mata de lila con hojas acorazonadas de un vivo
verde.
Con mucha flor puntuda alzándose delicada, con el fuerte
perfume que yo amo,
con cada hoja un milagro –y de esta mata del patio con
flores de color delicado y hojas acorazonadas de vivo
verde,
un ramito con su flor yo corto.
En el pantano en las cerradas espesuras
un esquivo pájaro escondido está gorjeando una canción.
Solitario el zorzal,
el ermitaño en su retiro, evitando los campamentos,
canta él solo una canción.
Canto de la garganta adolorida,
canto de vida de la muerte (porque yo lo sé bien, hermano
mío,
si no te fuera permitido cantar seguramente morirías).
Sobre el regazo de la primavera, sobre la tierra, entre
ciudades,
entre veredas y por viejos bosques, donde a poco las
violetas atisbaban desde el suelo salpicando los grises
escombros,
entre la hierba de los campos a los dos lados del camino,
cruzando la hierba interminable,
cruzando los trigales de lanzas amarillas, cada grano
saliendo de su mortaja en los campos pardo-oscuros,
cruzando entre manzanares cubiertos de flores rosadas y
blancas en las huertas,
llevando un cadáver a donde va a descansar en la tumba
noche y día pasa un ataúd.
Ataúd que pasas por veredas y calles,
a través del día y la noche con la gran nube que oscurece la
tierra,
con la pompa de las banderas a media asta con las ciudades
encortinadas de negro,
con el espectáculo de los estados mismos como mujeres
veladas formando valla,
con procesiones largas y serpenteantes y las antorchas de la
noche,
con los incontables hachones encendidos, con el silencioso
mar de rostros, y las cabezas descubiertas,
con la estación esperando, el ataúd que llega, y los
sombríos rostros,
con cantos fúnebres en la noche, con el millar de voces
levantándose fuertes y solemnes,
con todas las voces plañideras de los cantos fúnebres
alrededor del féretro,
las iglesias a media luz y los trémulos órganos– por donde
quiera que pasas,
con las campanas doblando, doblando con perpetuo dindón,
toma, ataúd que lentamente pasas,
te doy mi ramito de lilas.
(No para ti, para ti solo;
flores y ramas verdes a todos los ataúdes yo traigo,
porque fresca como la mañana, así yo cantaría por ti una
canción, oh sabia y sagrada muerte.
Toda de ramos de rosas,
oh muerte, toda de rosas te cubro y de lirios tempranos,
pero sobre todo y ahora las lilas que son las primeras que
florecen,
corto copiosas, corto los ramitos de las matas,
con los brazos cargados vengo, volcándolos para ti,
para ti y para todos los ataúdes tuyos, oh muerte.)
Oh astro del oeste que vagas en el cielo,
ahora sé lo que quisiste decirme hace un mes cuando yo
caminaba,
cuando yo caminaba silencioso en la transparente noche
sombría,
cuando yo vi que algo tenías que decir, cuando te
inclinabas noche a noche sobre mí,
cuando bajabas del cielo como si fueras a ponerte a mi lado
(mientras todas las otras estrellas miraban),
cuando vagábamos juntos en la noche solemne (porque
algo desconocido me impedía dormir),
cuando la noche avanzaba, y yo veía en el borde del oeste,
antes que te fueras, cuán lleno estabas de dolor,
cuando yo estaba sobre una altura en el sereno en la fresca
noche transparente,
cuando te miraba pasar y te perdías en la profunda
oscuridad de la noche,
cuando mi alma, en su aflicción, desconsolada, se hundía,
cuando tú, estrella triste,
terminabas, te hundías en la noche, y te perdías.
Canta allá en el pantano,
cantor huraño y tierno, yo oigo tus notas, oigo tu reclamo,
yo oigo, acudo, te entiendo,
pero aguarda un instante, porque la luciente estrella me ha
detenido,
la estrella mi camarada que se va, me guarda y me detiene.
Oh, ¿cómo cantaré por el muerto que yo amaba?
¿Y cómo entonaré mi canto por la gran alma dulce que se
ha ido?
¿Y cuál será mi perfume para la tumba de aquel que yo
amo?
Vientos del mar soplan del Este y del Oeste,
soplan del mar del Este, y soplan del mar del Oeste, hasta
que allá en las praderas encontrándose,
con esos y con estos y con el aliento de mi canto,
perfumaré la tumba del que amo.
Oh ¿qué colgaré en las paredes de la cámara mortuoria?
¿Y qué cuadros colgaré en las paredes,
de la última morada del que amo?
Cuadros de la florida primavera, y de fincas, y de casas,
con la tarde del Cuarto Mes poniéndose el sol, y la
columna de humo gris luminosa y brillante,
con ríos de oro amarillo del maravilloso, indolente sol
poniente, ardiendo, ensanchando el aire;
con la olorosa hierba fresca bajo los pies, y las hojas verdes
tiernas de los árboles prolíficos;
a lo lejos el fluido reflejo, el pecho del río, con manchas de
viento aquí y allá;
con las colinas alineadas en las orillas, con muchas franjas
en el cielo y sombras;
y la ciudad a un paso con profusión de casas, y chimeneas,
y todas las escenas de la vida, y los talleres, y los obreros
volviendo a sus hogares.
Mirad, cuerpo y alma —esta tierra,
mi propia Manhattan, con sus torres, y las relumbrantes
y rápidas mareas, y los barcos,
y la variada y extensa tierra, el Sur y el Norte en la luz
—las costas del Ohio, y el reverberante Missouri,
y siempre las ilimitadas praderas cubiertas de hierba y de
maizales.
Mirad, el excelentísimo sol tan calmo y orgulloso,
lamañanita violeta y púrpura con brisas que apenas se sienten,
la tierna inmensa luz recién nacida,
el milagro desbordante bañándolo todo, el colmado medio
día,
la venida de la tarde deliciosa, la bienvenida noche y las
estrellas,
sobre mis ciudades brillantes todas, envolviendo al hombre
y a la tierra.
Canta, canta, pájaro pardo,
canta desde los pantanos, las espesuras, vierte tus cantos
desde los matorrales,
interminablemente desde el crepúsculo, desde los cedros y
los pinos.
Canta, hermano mío, trina tu canto de caña,
alto cántico humano, con voz de infinita tristeza.
¡Oh líquido y libre y tierno!
¡Oh desatado y enardecido para mi alma! —¡Oh asombroso
cantor!
Sólo a ti te oigo..., pero la estrella me detiene (aunque
pronto partirá);
pero las lilas, con el poder de su perfume, me detienen.
Mientras estaba sentado bajo el sol y miraba,
en el ocaso del día con su luz y los campos de primavera, y
los campesinos preparando sus cosechas,
en el vasto inconsciente escenario de mi tierra con sus lagos
y bosques,
en la celeste aérea belleza (tras los perturbados vientos y las
tormentas),
bajo los arqueados cielos del atardecer rápidamente
pasando, y las voces de las mujeres y los niños,
las multi-móviles mareas, y veía los barcos cómo zarpaban,
y el verano acercándose con su riqueza, y los campos
atareados de labor,
y las infinitas casas apartadas, lo que pasaba en todas ellas,
cada una con sus comidas y las minucias de los diarios
quehaceres,
y las calles, cómo sus pálpitos palpitaban, y las ciudades
suspendidas –mirad, aquí y allá,
cayendo sobre todas y entre todas ellas, envolviéndome a
mí con los demás,
aparecía la nube, aparecía la larga cauda negra,
y conocí la muerte, su concepto, y el sagrado
conocimiento de la muerte.
Entonces con el conocimiento de la muerte caminando a mi
lado.
y el concepto de la muerte caminando muy cerca de mi otro
lado
y yo en medio como entre dos compañeros, y como
cogiendo las manos de mis dos compañeros,
huí hacia la encubridora acogedora noche que no habla,
bajando a las orillas de las aguas, la vereda junto al
pantano en la sombra,
hasta los solemnes cedros sombríos y los pinos espectrales
tan inmóviles.
Y el cantor tan huraño con los demás me recibió,
el pájaro pardo que yo conozco nos recibió a los tres
compañeros,
y cantó la cantiga de la muerte, y un verso para aquel que
yo amo.
Desde las profundas cerradas espesuras,
desde los fragantes cedros y los espectrales pinos tan
inmóviles,
vino el cantar del pájaro.
Y el encanto del cantar me arrobó,
mientras tenía cogidos como de las manos a mis dos
compañeros en la noche,
y la voz de mi espíritu acompañó el canto del pájaro.
Ven bella y arrulladora muerte,
ondula en torno de la tierra, serenamente viniendo,
viviendo,
en el día, en la noche, para todos, para cada uno,
tarde o temprano, delicada muerte,
alabado el insondable universo,
por la vida y la alegría y por las cosas y los conocimientos
curiosos,
y por el amor, el dulce amor —pero ¡alabanza!, ¡alabanza!,
¡alabanza!
Por los ineludiblemente arrolladores brazos de la muerte
que nos envuelve en su frescura.
Oscura madre deslizándose siempre cerca con suaves
pasos,
¿nadie ha cantado para ti un cántico de plena bienvenida?
Entonces yo te lo canto, yo te glorifico sobre todo,
te traigo un canto para que cuando tengas ciertamente que
venir, vengas imperturbable.
Acércate poderosa libertadora,
cuando lo has hecho, cuando los has tomado, canto alegre
a los muertos,
perdidos en tu océano amoroso,
lavados en la corriente de tu delicia, oh muerte.
De mí para ti alegres serenatas,
bailes para ti propongo saludándote, adornos y fiestas para
ti,
y los amplios panoramas del paisaje y el extendido cielo
arriba son apropiados,
y la vida y los campos y la enorme y pensativa noche,
la noche en silencio bajo muchas estrellas,
la costa del mar y la ronca ola susurrante cuya voz yo
conozco,
y el alma que se vuelve hacia ti, oh vasta y bien velada
muerte,
y el cuerpo agradecido anidando junto a ti.
Sobre las copas de los árboles elevo un canto para ti,
sobre el vaivén de las olas, sobre los millares de campos y
praderas anchas,
sobre las apretujadas ciudades todas y los hirvientes
muelles y caminos,
yo elevo este canto con júbilo para ti, oh muerte.
A la altura de mi alma,
agudo y fuerte se mantuvo el pájaro pardo-oscuro,
con puras notas deliberadas esparciéndose llenando la
noche.
Sonoro en los pinos y los cedros oscuros,
claro en la frescura de la humedad y el perfume de los
pantanos,
y yo con mis compañeros allí en la noche,
cuando mi vista que estaba encerrada en mis ojos se abrió,
como a una visión de grandes panoramas.
Y entreví lejanamente los ejércitos;
vi, como en sueños sin ruido, centenares de banderas de
batalla;
enarboladas entre el humo de las batallas y traspasadas de
proyectiles las vi,
y llevadas de aquí para allá en medio del humo, y
desgarradas y ensangrentadas;
y al final unas pocas hilachas en las astas solamente (y todo
en silencio)
y las astas todas desastilladas y rotas.
Vi los cadáveres de las batallas, millares de ellos,
y los blancos esqueletos de los jóvenes, yo los vi;
y vi restos y restos de todos los soldados masacrados en la
guerra;
pero vi que no eran como se pensaba;
ellos mismos en completo descanso, no sufrían;
los vivos quedaban y sufrían, la madre sufría,
y la esposa y el niño y el pensativo amigo sufrían,
y los ejércitos que quedaban sufrían.
Pasando las visiones, pasando la noche,
pasando, soltando las manos de mis compañeros,
pasando el canto del pájaro eremita y el concorde canto de
mi alma,
el victorioso canto, canto de desahogo de la muerte, pero
cambiante, siempre-variante,
bajo y quejumbroso, pero claras las notas, subiendo y
bajando, inundando la noche,
tristemente descendiendo y desfalleciendo, como
advirtiendo y advirtiendo, pero de nuevo estallando de
júbilo,
cubriendo la tierra y llenando la anchura del cielo,
como aquel poderoso salmo en la noche que oí en las
espesuras,
pasando, yo te dejo, lila de hojas acorazonadas
te dejo allá en el patio frente a la puerta, floreciendo,
regresando con la primavera.
Yo me despido de mi canto para ti,
de mi mirada para ti en el oeste, frente al oeste,
comulgando contigo,
oh luminoso camarada de cara de plata en la noche.
Pero todas y cada una para guardar, prendas sacadas de la
noche,
el canto, el asombroso cántico del pájaro pardo-oscuro,
y el concorde cántico, el eco despertado en mi alma,
con la luciente y descendiente estrella con el semblante
lleno de tristeza,
con la mano cogiendo mi mano, acercándonos al reclamo
del pájaro,
los compañeros míos y yo en medio, y su recuerdo para
guardarlo para siempre, para el muerto que yo amaba
tanto,
para la más dulce, la más sabia criatura de todos mis días y
mis tierras —y esto por amor de él;
lila y estrella y pájaro entretejidos con el canto de mi alma
allá en los fragantes pinos y los cedros oscuros y sombríos.

ETIQUETA Y PRELACIONES por JULIO CORTAZAR


Siempre me ha parecido que el rasgo distintivo de nuestra familia es el recato. Llevamos el pudor a extremos increíbles, tanto en nuestra manera de vestirnos y de comer como en la forma de expresarnos y de subir a los tranvías. Los sobrenombres, por ejemplo, que se adjudican tan desaprensivamente en el barrio de Pacífico, son para nosotros motivo de cuidado, de reflexión y hasta de inquietud. Nos parece que no se puede atribuir un apodo cualquiera a alguien que deberá absorberlo y sufrirlo como un atributo durante toda su vida. Las señoras de la calle Humboldt llaman Toto, Coco o Cacho a sus hijos, y Negra o Beba a las chicas, pero en nuestra familia ese tipo corriente de sobrenombre no existe, y mucho menos otros rebuscados y espamentosos como Chirola, Cachuzo o Matagatos, que abundan por el lado de Paraguay y Godoy Cruz. Como ejemplo del cuidado que tenemos en estas cosas bastará citar el caso de mi tía segunda. Visiblemente dotada de un trasero de imponentes dimensiones, jamás nos hubiéramos permitido ceder a la fácil tentación de los sobrenombres habituales; así, en vez de darle el apodo brutal de Ánfora Etrusca, estuvimos de acuerdo en el más decente y familiar de la Culona. Siempre procedemos con el mismo tacto, aunque nos ocurre tener que luchar con los vecinos y amigos que insisten en los motes tradicionales. A mi primo segundo el menor, marcadamente cabezón, le rehusamos siempre el sobrenombre de Atlas que le habían puesto en la parrilla de la esquina, y preferimos el infinitamente más delicado de Cucuzza. Y así siempre.
Quisiera aclarar que estas cosas no las hacemos por diferenciarnos del resto del barrio. Tan sólo desearíamos modificar, gradualmente y sin vejar los sentimientos de nadie, las rutinas y las tradiciones. No nos gusta la vulgaridad en ninguna de sus formas, y basta que alguno de nosotros oiga en la cantina frases como «Fue un partido de trámite violento», o: «Los remates de Faggioli se caracterizaron por un notable trabajo de infiltración preliminar del eje medio», para que inmediatamente dejemos constancia de las formas más castizas y aconsejables en la emergencia, es decir: «Hubo una de patadas que te la debo», o: «Primero los arrollamos y después fue la goleada.» La gente nos mira con sorpresa, pero nunca falta alguno que recoja la lección escondida en estas frases delicadas. Mi tío el mayor, que lee a los escritores argentinos, dice que con muchos de ellos se podría hacer algo parecido, pero nunca nos ha explicado en detalle. Una lástima.

lunes, abril 04, 2016

REDUX 69 (POESÍA VISUAL) por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE


Los pájaros cantan en pajarístico

OBSERVACIONES RELACIONADAS CON LA EXUBERANTE ACTIVIDAD DE LA "CONFABULACION FONETICA" O "LENGUAJE DE LOS PAJAROS" EN LAS OBRAS DE J. P. BRISSET, R: ROUSSEL, M: DUCHAMP Y OTROS por JUAN LUIS MARTINEZ


a. ... A través de su canto los pájaros
....... comunican una comunicación
....... en la que dicen que no dicen nada.

b. ... El lenguaje de los pájaros
....... es un lenguaje de signos transparentes
....... en busca de la transparencia dispersa de algún significado.

c. ... Los pájaros encierran el significado de su propio canto
....... en la malla de un lenguaje vacío;
....... malla que es a un tiempo transparente e irrompible.

d. ... Incluso el silencio que se produce entre cada canto
....... es también un eslabón de esa malla, un signo, un momento
....... del mensaje que la naturaleza se dice a sí misma.

e. ... Para la naturaleza no es el canto de los pájaros
....... ni su equivalente, la palabra humana, sino el silencio,
....... el que convertido en mensaje tiene por objeto
....... establecer, prolongar o interrumpir la comunicación
....... para verificar si el circuito funciona
....... y si realmente los pájaros se comunican entre ellos
....... a través de los oídos de los hombres
....... y sin que estos se den cuenta.


NOTA:

Los pájaros cantan en pajarístico,
pero los escuchamos en español.
(El español es una lengua opaca,
con un gran número de palabras fantasmas;
el pajarístico es una lengua transparente y sin palabras).

REDUX 3 (POESIA VISUAL) por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE


domingo, abril 03, 2016

LO MAS EXTRAÑO por CHARLES BUKOWSKI


estaba sentado en una silla
en la oscuridad
cuando horribles sonidos de tortura
y miedo
empezaron en la maleza
afuera de mi ventana.
obviamente no era un gato
y una gata
sino un gato y otro gato
y por el sonido
aparentemente uno era mucho más grande
y estaba atacando a
matar.
luego paró.

después empezó de nuevo
y peor esta vez;
los sonidos eran tan terribles
que era incapaz de
moverme.
entonces el sonido cesó.
me paré de mi silla
fui a la cama y
dormí.

tuve un sueño. el pequeño gato blanco y gris
llegaba a mí en mi sueño
y se veía muy
triste. me hablaba,
decía:

“mira lo que el otro gato me hizo”.
y se acomodaba en mi regazo
y veía los rasguños y
la carne viva. luego
saltaba abajo.

y eso fue todo.

me levanté a las 8:45 p.m.
me vestí y salí
y miré alrededor.

no había
nada.

caminé de regreso y
puse dos huevos
en una olla con agua
y encendí la
llama.

RECOGIMIENTO por CHARLES BAUDELAIRE


Sé cuerdo, oh Dolor mío, mantente más sereno.
Reclamabas la Noche, hela aquí, desciende:
Una atmósfera oscura a la ciudad envuelve,
Y a unos inquietudes, paz a otros va trayendo.

Mientras de los mortales la inicua muchedumbre,
Del Placer, despiadado verdugo, bajo el látigo,
Va en busca de pesares a despreciables fiestas,
Dame la mano, vente por aquí, Dolor mío,

Lejos de ellos. Los Años difuntos ve inclinarse,
En balcones del cielo, con trajes anticuados;
Del fondo de las aguas sonriente Pena alzarse;

Al moribundo Sol dormirse bajo un arco,
Y cual largo sudario que al Oriente se arrastra,
Oye, mi amada, oye, la dulce Noche avanza.
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